33 Contaminación.

25 2 0
                                    

Capítulo 33

Alaska.

Tres meses después.

En ese momento no lo sabía, no tenía idea lo que era todo cuando las luces se apagaban. Cuando se colocaba ese esmoquin cada noche. No tenía idea.

Lo intuía, algo en mí decía que esto no estaba bien, que había algo fuera de lugar, como cuando entras a tu habitación y reconoces que alguien estuvo ahí, a los ojos de todos es igual, pero sabes que no. Algo cambio.

Me di cuenta tarde.

...

Examino a mi alrededor, como tantas veces, cada detalle de la oficina blanca en la que estoy encerrada por voluntad propia y me repito la pregunta que me hizo la psicóloga, me la sé de memoria.

Recuerdo que hace dos días el toque de un compañero me alerto y después... posteriormente fui llorando al baño sintiéndome culpable.

Mi culpa, por permitirle que me agrediera de esa manera.

No es mi culpa, no podía hacer mucho, él es más fuerte que yo. Estoy tratando de aceptar que Logan es el agresor y yo la víctima.

No todos los días se puede.

—La semana fue mejor—murmuro acariciando mis muslos—, las pesadillas están reduciendo.

La psicóloga me analiza con esa amabilidad que me invito a quedarme desde la primera hora que solté un poco de todo.

—Es un progreso—me sonríe —, es una herida profunda.

—Lo es—le brindo la razón—, todo es demasiado intenso desde que lo volví a ver, sé que no podía hacerme daño, pero no evito que me sintiera pequeña.

—¿Y ahora que está pagando como te sientes?

—Cierta satisfacción de saber que estará ahí por un largo tiempo, no creo que sea suficiente, no será suficiente.

Aún sigo molesta por la patética condena que recibió, después de salir huyendo de la comisaria y rendirme por un momento decidí luchar, porque esta vez el enojo era más grande que el miedo.

Logré enfrentarlo.

—¿Te molesta la decisión de las autoridades?

—Me hierve la sangre—hablo de manera sincera, resoplo, acariciando mis muslos. Acto que se volvió una costumbre—, pero no me aferraré a eso, solo a sanar.

—Lo importante es que aceptas dichos sentimientos negativos, no digo que los apruebo, pero el expresarlo aligera un poco tu peso personal.

—Supongo—me encojo de hombros.

Miro el reloj. Faltan cinco minutos para que termine la sesión semanal.

—Alaska—alzo la mirada viendo a mi psicóloga—, ¿Cómo vas con todo lo demás?

—Viviendo—murmuro, parece feliz por ver que deje de utilizar la palabra sobrevivir cada que preguntaba—, no todo es sencillo.

—Aún queda mucho por sanar—dice.

Noto el reloj.

—Y la sesión termino—expreso con una sonrisa—, ya descansará de mi drama por una semana—abandono la silla.

—No es una carga tus sentimientos—analiza detrás de mi humor, trato de seguir con una sonrisa.

—Trato de comprenderlo.

Y me retiro, sintiéndome cansada emocionalmente como cada vez que piso este lugar.

En la puerta veo a Leseth y mi sonrisa crece, me acerco con rapidez y me cuelgo de su cuello en un abrazo donde termino con mis piernas enredadas en su cintura. Sonrió.

Bajo La LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora