2. Un mal comienzo.

96 6 0
                                    


Capítulo 2

Leseth.

La luz se filtra traspasando las cortinas.

Abrocho mi pantalón, me coloco un suéter gris y un gorro de lana por el frío.

Silencio.

Todo es silencio, mi único amigo leal, o tal vez enemigo.

¿Desayunar?

No tengo leche y no tengo tiempo para comprar una, el cereal solo justo ahora no me apetece así que salgo de casa. Hoy si uso mi bicicleta mientras el cielo comienza a pigmentarse de tonos cálidos.

El aire es frío, pero el sol alivia el alma.

Sonrío cuando paso por una escuela y veo a niños jugando, todo es risas. Todo es sencillo.

Llego a la cafetería y lo primero que veo es a Elena saludarme con una sonrisa. Como aún no hay clientes algunos está platicando. Me coloco mi delantal y comienzo a limpiar, escucho sus risas, esa familiaridad que hay entre ellos donde no pertenezco.

—Chico silencioso, ven plática un rato— una de mis compañeras palmea el asiento y niego con la cabeza.

—Sabes que hablar no es un delito—se burla un chico.

Me encojo de hombros y paso mi brazo por mi frente para quitar el sudor. La calefacción es la causante de ello.

—Eres demasiado aburrido— declara su compañero, algunos ríen.

—Podrían callarse—me defiende Elena.

—Claro su novia tiene que defenderlo, es tan poco hombre para no hacerlo él mismo—su tono burlón es el motivo suficiente para terminar rápido e irme.

—Oye Lucas una cosa es que no hable, pero tampoco lo ofendas— habla Michel.

—Lo dices porque te gusta— gruñe, Lucas.

—No, pero tampoco debes ser así por algo lo es, además no tienes por qué arrogarle mierda— dice Michel. Él la mira con recelo y Elena le sonríe a la chica.

Los observo un momento más y me retiro de ahí.

No es momento para lamentarte, ahora es momento de trabajar si quieres comer algo.

Alaska.

—Vale esto está saliendo mal— murmuro. Observo la mancha de café en mi antes perfecta camisa de botones blanca.

—Hija...

Las palabras quedan atoradas en la garganta de mi padre. Arquea una ceja en mi dirección.

—Cada día te superas— la diversión brilla en sus ojos.

—No estás ayudando Stevens —hablo, molesta.

—¡Oh mi pequeña está cabreada! — se acerca a mí y aprieta mis mejillas—. Ves te miras más hermosa así pequeño monstruo — la dulzura que trasmite es tanta que me hace olvidar el incidente.

—¿Lo haré bien? — susurro, dudosa.

—Eres genial y como diría Mason, eres jodidamente genial.

—Citando las palabras del hombre desastre.

—Tal vez— susurra, soltando una risa.

—Me tengo que ir, Dylan me espera— beso su mejilla y abandono el lugar.

Enciendo el auto y arranco rumbo a la impresionante empresa de Dylan.

Mi teléfono suena.

—Alaska al habla.

Bajo La LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora