28. Detrás de la sonrisa.

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Alaska.

Doblo a la mitad la servilleta tratando de no pensar de más por los nervios que me consumen ante su impuntualidad, la parte negativa piensa que se arrepintió, que es demasiado tarde, que tal vez yo debí haberla seguido, que...

—Deja de torturar esa cabecita tuya—escucho su voz y cierro los ojos un momento con una sonrisa en el rostro y las lágrimas a flor de piel.

Soy muy sentimental, soy muy humana.

Abro mis parpados notando su rostro, mirarme sin rencor, veo su cabello recogido ligeramente y trae un gran abrigo morado junto a una bufanda blanca, su piel morena se ve radiante y se inclina dejando un beso en mi mejilla.

—¿Tanto me extrañaste que te deje muda? —suelta la pregunta entre broma y algo más.

Mi sonrisa nunca estuvo tan grande como ahora.

—Te extrañé mucho, lo siento—murmuro, avergonzada.

—Ambas lo hicimos mal, ricitos. Acepto tu disculpa, espero puedas perdonarme, vi esa mirada.

—No tienes que...

—Te conozco, estuve ahí—susurra y aprieto la servilleta con algo de fuerza al entender—, era la misma mirada que tenías...

—Estoy bien, solo era un mal rato—la tranquilizo—. Todo está bien, acepto tus disculpas. Cuéntame de ti.

Una sonrisa tímida se forma en su rostro, sus ojos se iluminan como cada que habla de una receta nueva para su restaurante.

—Lo diré, pero no hoy—dice sonrojada y eso me deja con más curiosidad—, únicamente creo que lo encontré.

Alzo una ceja sin entender.

—Voy a esperarte—acepto su tiempo y ambas sonreímos con las manos entrelazadas encima de la mesa, perdonando, sintiendo.

...

Espero con paciencia a Adam afuera de la discográfica mientras bebo un poco de mi café caliente, pero el frío es demasiado que decido entrar mejor para no morir congelada.

Un golpe en mi hombro me hace tambalear, provocando que mi café vaya a dar al suelo.

Maldición.

—Lo siento, lo siento—escucho decir a la persona y trato de no hacer una mueca de disgusto.

—No pasa nada...

Las palabras quedan atoradas en mi garganta cuando lo veo.

Nunca hablo de él.

Hablar de él significa recordar momentos desagradables de mi adolescencia es brindarle importancia y ya no la tiene.

No. La. Tiene.

Pero... ¿Estoy segura?

Los últimos meses he recordado sus palabras, esas que me hicieron encogerme por miedo, las mismas que crearon inseguridades que no tenía y trato de manejar aún en la actualidad.

Ignorarlo es mejor que vivir con el recuerdo.

—¿Alaska?

Su voz está impregnada de sorpresa.

Ambos sabemos que es mentira porque conoce el lugar por mi hermano.

Y odio esa sonrisa que me muestra.

El recuerdo de esa última sonrisa está en mi memoria, donde me quería quitar la falda en contra de mi voluntad, pero Carolina llego a tiempo.

Mi mano tiembla con ira acumulada por el pasado, con ganas de golpearlo y algo más.

Bajo La LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora