Alaska.
No puedo creer que en serio estén hablando a mis espaldas.
Me escondo en la pared tratando de no salir y brindarles un par de carpetazos en sus rostros, por groseros.
¿Qué les pasa?
—No lo hacemos y listo, le echarán la culpa a ella. Estoy cansado del favoritismo—habla uno de mis compañeros de trabajo, se llama Carlos, no lo recuerdo.
—¿Y eso de que sirve? No le dirá nada.
—Debe ser buena en la cama para que Dylan la siga teniendo aquí, no tiene la universidad.
—Es una niña de papi, ¿Qué esperabas?
Suficiente.
Apoyo la cabeza escuchando todo lo que siempre se ha resumido mi vida mis piernas tiemblan cuando se ríen e incluso comienzan a insultar mi cuerpo diciendo que no soy lo suficiente delgada.
Las lágrimas comienzan a caer sobre mis mejillas.
No de nuevo.
Ellos no me conocen, no soy esa persona.
—Escuché suficiente—expreso haciendo notar mi presencia.
El silencio es una tortura ahora.
—No estoy aquí por favoritismo o porque sea buena en la cama—observo a Carlos tratando de levantar mi barbilla sin brindarles el poder de notar que sus palabras me están destrozando—, y si lo fuera no es algo que tú conocerías—comento apartando el cabello de mi rostro y acercándome un poco más.
—Sí se sienten intimidados por mí es una lástima, pero merezco respeto y no quiero volver a escuchar que rebajan mi trabajo solo por no ir a una universidad ¿eso les molesta? Que yo no necesite cinco años o más para hacer bien mi trabajo—sonrío cuando me miran con esa expresión molesta—. Y sí para ti no soy delgada no importa, pero te recuerdo que nadie pidió tu opinión y lo mejor es guardar silencio, ¿entendido?
Nadie responde.
Dejo la carpeta con cuidado en su escritorio.
—¿Entendido? —insisto con molestia.
—Sí...
Sonrío.
—Perfecto, aquí esta parte de mi trabajo espero puedan dejar de opinar de vidas ajenas y ocupen su mente en el trabajo antes que Dylan decida desocupar de sus servicios.
Me marcho sin hacer notar lo mucho que me dolió aquellas palabras y únicamente cuando cierro la puerta de mi oficina vuelvo a dejar las lágrimas salir.
No sé cuanto tiempo pasa hasta que dejo de llorar tratando de recordar que todo es mentira y que soy suficiente.
Camino hasta mi escritorio donde hay una bolsa de papel con el logo de la cafetería en la que trabaja Leseth y con una sonrisa abro su contenido.
Un café junto a un trozo de tarta de manzana.
Sonrío aún con los retazos de lágrimas en mi sistema.
Hay una pequeña notita con su letra inclinada e imperfecta.
No es mucho, pero sé que amas el café de este lugar, además algo dulce siempre viene bien cuando tienes estrés. Espero que lo disfrutes, adivinadora.
En las últimas dos semanas Leseth parece estar mejor y eso me alegra. Saber que comenzó a ir con el psicólogo me da cierta tranquilidad porque aunque no será fácil lo está intentando.
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Bajo La Lluvia
Jugendliteratur"Te envió lejos, pero al mismo tiempo no puedo soltar tu mano" Ella es el sol. Él es la tormenta. Juntos forman un arcoíris de canciones, creando una amistad o tal vez es más complejo que eso... Leseth no desea vivir. Alaska ama sonreír. Su zozobra...