8. Cita o no cita. Parte 1

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Capítulo 8

Alaska.

Sábado.

Una sonrisa aparece en mi rostro, es imposible guardar el buen humor. Apago el motor cuando llego a mi destino y me acomodo el vestido en color azul y abrazo las carpetas.

—Hoy tiene que ser un día lindo—susurro para mí misma.

Nada de camisa manchada, gérmenes de un ex insoportable o caídas inesperadas. Me siento en las nubes tal vez es un poco exagerado, pero no quiero evitarlo. No deseo que nada se atreva a amargarme mi día.

Por supuesto que mi conciencia se burla por la palabra amigos susurrada por el chico, ¿me siento mal? Un poco, pero seré su amiga y me está brindando esa oportunidad que estoy segura de que no se la ofrece a demasiadas personas.

Entonces acepto lo que quiera darme, mientras sea porque lo desea.

Hay que aceptar que me veo bien—me halago viéndome por el reflejo del elevador.

—Confirmo eso— giro mi rostro y veo al chico mancha camisa a mi lado. Mis mejillas se enrojecen y aparto la mirada, avergonzada.

—Gracias— digo quedito.

El chico ríe.

—Ahora no traigo café— comenta.

—Eso es bueno, no quiero más camisas manchadas— acepto, sonriente.

—Luces demasiado feliz.

—Lo estoy.

Las puertas del elevador se abren y salgo seguida de él. Me despido agitando mi mano y me giro en dirección opuesta para entrar a la oficina de Dylan.

—Hola, jefe aquí esta los pedidos que quería— le entrego la carpeta y él la toma con una sonrisa.

—Muy bien, Alaska responsable— responde—. Estás más energética.

—Todo mundo dice lo mismo.

—¿A qué se debe la alegría? Tus ojos tienen un lindo brillo.

Se aleja de su silla de jefe para apretujarme las mejillas así que lo único que puedo hacer es arquear una ceja.

—Voy a salir con un chico— respondo, sonrojada.

—Espero y sea un buen chico.

Observo mi reloj.

—Mierda, será mejor que me apresure. Tengo mucho trabajo que hacer.

—Ese vocabulario señorita.

—Así me amas— beso su mejilla y abandono su oficina con prisa. Choco con Mayra y no puedo evitar mi mueca de desagrado.

—Fíjate niña— gruñe, empujándome.

—Maldita pelirroja—suelto en un susurro porque por mucho que me sea molesta no quiero tener una discordia con Dylan. Las secretarias sé que me escucharon porque ríen—Es demasiado pesada.

—Ni que lo diga señorita Stevens.

—Bueno me estoy yendo— camino hasta mi oficina.

Me coloco unos audífonos y empiezo mis labores.

Leseth.

—Deberías probar algo mamá—murmuro detallando su rostro pálido, pero sigue negándose y me preocupan sus manos temblorosas.

Bajo La LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora