29. Gracias por no dejarme.

67 4 0
                                    

Capítulo 29

Alaska.

Despertar duele, no solo es abrir mis ojos y ya está. Es vivir de nuevo, saborear todos esos recuerdos del día anterior, de la vida misma. Es querer volver a cerrar tus ojos y de una manera sentimental apagar tu cerebro, tu llanto.

Cuando abro los ojos no encuentro la luz del sol, solo oscuridad y unos brazos, sujetándome con fuerza, con miedo, con inseguridad de que pueda irme. Respiro profundo, me llevo su aroma masculino, esa fragancia mezclada con café, ese olor que me recuerda a nosotros, a él y todo lo que componen su persona.

Las lágrimas son silenciosas porque los gritos se apagaron una vez más. Siento el sabor salado de mi llanto, siento la herida abrirse esa de hace tiempo.

Esa que creía que estaba sanada, pero realmente las heridas no desaparecen, dejan marcas y los humanos estamos cubiertos de cicatrices con historias.

Quiero volver a seguir llorando.

Pero no puedo brindarle eso de mí, no de nuevo. No quiero volver a estar destruida por él, no...

Siento un leve movimiento y me paralizo. Alzo la mirada encontrándome con la peculiar de Leseth, medio adormilado, medio inconsciente, es su naturalidad, con el cabello castaño desordenado y aunque la oscuridad no me permite ver sus pecas como tal, sé que están ahí.

Me aparto de él casi enseguida y eso lo descoloca.

—Buenos...—noto como busca su teléfono y la luz del aparato lo deja ciego—son las cuatro de la mañana—susurra—¿No puedes dormir?

No puedo vivir, no puedo respirar, no puedo parar de llorar, no puedo evitar sentirme usada, humillada, avergonzada, triste, enojada...

—¿Alaska? —siento su toque en mis muñecas.

¿Crees que él te verá de la misma manera sabiendo la existencia de ese video? Eres una...

—¿Linda?

Él también te hace daño, ¿no lo ves? Solo está aquí por lástima, te vio rota. No le importas, nunca le importas lo suficiente a alguien para quedarse solo eres...

—Adivinadora... me estás asustando—su toque en mi cara no parece surtir efecto.

No te ama, no te quiere, no le importas, no...

—Vete—susurro con la voz pastosa.

No parece comprender así que me aparto de su toque.

—Vete—susurro limpiando mis lágrimas.

—No voy a dejarte sola—asegura colocando una postura que no conocía.

—No quiero verte— me levanto de la cama, abro la habitación, saliendo desesperada por el lugar, huyendo de él, de , no lo sé.

—Alaska ¿Qué está pasando?

—Quiero que te vayas—exploto—, no quiero verte, ¿Qué haces aquí?

No le importas, no te quiere, no...

—¿En serio me preguntas eso? —suelta también alterado. La luz que entra por la ventana me hace poder ver sus gestos, cada detalle—. Me importas demasiado, estoy aquí, porque quiero, porque...

—¿Qué somos? —pregunto de la nada y eso lo deja fuera de balance. Suelto una risa carente de humor—. Lárgate.

—Alaska...

—¡Largo!

—¿Qué sucede? —pregunta tratando de mantener la calma.

No respondió a tu pregunta y eso también es una respuesta.

Bajo La LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora