31. ¿Me lo merecía?

31 2 0
                                    


Capítulo 31

Alaska.

Vuelvo a mirar el teléfono como por quinta vez; sin embargo, no encuentro un mensaje de Leseth. Una parte de mí quiere llamarlo, pero no quiero verme intensa o necesitada. Su último mensaje fue hace más de ocho horas.

No te preocupes adivinadora, come bien y trata de levantarte de la cama, no voy a poder ir a tu casa hoy, la cafetería no me suelta, te quiero.

Le respondí con un sí y emoticones de corazones rojos, solo me dejo en visto y no volví a saber algo de él.

Dejo el aparato en mi escritorio y trato de volver a concentrarme en los planos que tengo enfrente.

¿Y sí tuvo una recaída? ¿Y si le paso algo? ¿Y si...?

—Estás un poco distraída—murmura Isela.

Alzo la mirada de los planos y niego, pero mi mirada es traicionera y cae en el teléfono.

Todos me miraron raro cuando llegue en la mañana, Isela trato de no preguntar por las heridas que tenía y no logre cubrir.

Dylan solo me abrazo y me dijo que sí no me sentía lista, lo comprendía.

Isela me dio una sonrisa reconfortante como si lo supiera y reservo todas sus dudas.

También me crucé con Edson que solo me sonrió de esas sonrisas que vienen de la mano con historias tristes.

—Preocupada—murmuro.

—Deberías resolver esa preocupación—dice con una sonrisa maternal—, no vas a poder concentrarte.

Acepto.

Sujeto el teléfono marcando su número.

Sin respuesta.

Apago el teléfono, respiro hondo.

—Debemos trabajar—es todo lo que digo y ella no dice más.

...

Salgo de mi jornada laboral cargando rollos de papeles y carpetas. Tengo también a la mano un gas pimienta que me dio mi hermano por cualquier cosa, no puedo evitar voltear a mi alrededor cada cierto lapso.

Sé que soy una buena impostora, puedo fingir que todo está bien, puedo mantener las emociones a raya mientras tenga la mente ocupada ¿Ahora? Solo quiero guardarme en mi habitación una vez más.

Llego hasta mi auto y quito el seguro para abrir la cajuela y comenzar a aventar todas las cosas.

—Hola—pego un brinco del susto y volteo viendo a Leseth con una chaqueta y un gorro que cubre bastante de su identidad.

—Si no te conociera ya te hubiera aventado gas pimienta—aseguro enseñándole el artefacto.

Él me sonríe y me ayuda con las últimas cosas. Cuando todo está en su lugar me abraza y me impregno de su aroma.

El olor a café es menos.

Tiene ojeras y sus labios están algo resecos.

—¿Estás bien? —pregunto acariciando su rostro.

Cierra sus ojos un momento y apoya su frente con la mía, asiente de manera lenta y pausada. Acaricia mi cabello y siento su aliento mezclarse con el mío.

Quiero besarlo, pero no sé si estoy lista y eso parece entenderlo porque solo besa mi frente.

—Te extrañé un poco—es su respuesta, pero lo noto distante incluso cuando está demasiado cerca.

Bajo La LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora