23. Mi lugar seguro.

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Alaska

—Necesitarás esto.

Leseth deja una taza de café junto a mi escritorio, alzo la mirada de mi diseño que esta por la mitad y me estrujo los ojos soltando un leve bostezo, sonrió como toda una niña pequeña aceptando la taza y dándole un sorbo.

—¿No puedes dormir?

—Realmente no.

Se deja caer en el sillón y tengo que girar mi silla para poder apreciar la manera en la que se aparta el cabello de la frente o como infla las mejillas en un gesto que se me hace de lo más tierno. Arrastro la silla hasta llegar a su lado y las pequeñas rueditas suenan colocándolo en alerta.

—¿Quieres hacer algo?

Golpeo levemente su rodilla con la mía y no hace ningún gesto de incomodidad así que lo vuelvo a hacer provocando que me vea con una pequeña sonrisa.

—Son las tres de la mañana Alaska—dice lo que ya sé y apunta el reloj para que también lo vea. Golpeo su frente.

—Ya lo sé, genio, ¿te parece que te prepare una taza de chocolate caliente?

—No pienso negarme.

Me levanto de la silla para comenzar a preparar el chocolate que tarda solo minutos mientras vuelvo al escritorio por mi taza de café para volver a calentarlo.

Camino hasta el balcón y le hago un gesto para que me siga, admiro la manera en la que se envuelve con una mantita esa que siempre dejo en el sofá y se acerca a mí para también brindarme un poco de ella.

Le entrego la taza con una sonrisa que trato de ocultar, pero es imposible cuando siento su respiración en mi cuello y la manera en la que me abraza haciéndome sentir especial.

Tan solo en horas nuestra relación dio un gran salto, supongo que ahora se siente más cómodo conmigo y eso me hace sentir bien.

Bebe de su taza en silencio mientras admiramos la madrugada de Londres. No decimos nada porque son esos momentos donde no es necesario, donde la simple presencia es suficiente.

Él termina su taza de chocolate primero y se aparta dejándola en el escritorio, vacía.

Regresa y pienso que seguirá en silencio, no obstante él decide romperlo.

—Lo siento.

Alzo la mirada como siempre porque es demasiado alto y mi cara de confusión parece suficiente para que pueda explicarse.

—Te he hecho sentir horrible, la manera en la que me miraste a punto de llorar me hizo sentirme pésimo, quería abrazarte en ese momento, pero no podía.

Sé a lo que se refiere, recuerdo perfectamente esa noche.

—Y no solo fue esa vez, también por mis groserías, por cada palabra hiriente que recibiste de mi parte que no mereces...

—Leseth...

—Y gracias por cuidarme cuando no era tu responsabilidad y aun así estuviste ahí, aun cansada lo estabas y no sabes cuanto aprecio eso.

—Todo está bien Leseth—le restó importancia y él me voltea provocando que mi espalda toque la reja del balcón, tiene el ceño fruncido.

Milagrosamente, mi taza sigue intacta.

—No, todo no, está bien—dice y frunzo el cejo—. Mereces que alguien te trate bien, siempre y no a ratos, mereces todo lo bueno de la vida Alaska y sí alguien piensa lo contrario es un tonto porque eres un sol.

Bajo La LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora