16. Egoísta.

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Elena.

Han pasado dos días desde que Leseth se ha mantenido alejado de la realidad de este mundo, despierta solo unos momentos para volver a dormir profundamente. Verlo en ese estado hace que mi corazón se parta en pedacitos, pero sé que es necesario.

Oliver le ha ayudado mucho y estoy tan agradecida con él, se convirtió en mi héroe desde el momento en que la duda sobre estudiar se me presento, esa noche donde desesperada llegue a su hospital por ayuda, ya que mi mamá estaba muy enferma.

Aparto el cabello de su frente con cuidado, lo peino con mis dedos, su rostro ha tenido mejorías leves.

— ¿Cuándo despertará? —escudriño con la voz tensa.

— No lo sé, Elena sus defensas están muy bajas para que tenga una mejoría rápida—asegura y quiero llorar.

—¿Quién dañaría a personas como Leseth? —pregunto en un débil susurro—, es una de las personas más inocentes que conozco.

—La inocencia siempre es atractiva para el depredador, Elena.

No respondo, dejo que lo revise en silencio.

Sus ojos siguen cerrados y admito que extraño el color diferente de sus iris.

—¿Hace cuando de esto? —pregunta.

—¿Eh?

— Las cortadas, Elena—se cruza de brazos con seriedad.

—Cuando lo lleve al hospital—respondo sintiéndome incómoda por revelar algo tan personal que no me corresponde.

—¿Has hablado con el psicólogo? —coloca su mano en mi hombro, alzo la mirada y parece tan agotado.

—No tengo tiempo...

—Tendrás que darte un tiempo—dice y parece más una orden—, tu salud mental es importante.

—Pero...

—Ver a la persona que quieres en una situación de vulnerabilidad extrema no debe ser fácil, lo mejor es que hables con el psicólogo acerca de esto, ¿entendido?

—Entendido—me rindo, porque no descansara hasta que lo haga.

Aparto mi vista del doctor para volver a mi mejor amigo. Beso, su frente tardándome más de lo necesario.

—Voy a estar aquí cuando despiertes— susurro—. Te quiero Leseth...

...

Alaska.

Una semana después...

No puedo controlarlo.

Muerdo mi labio inferior y camino del punto "a" al punto "b" de mi habitación, estoy segura de que Carolina ya se mareó de verme haciendo la misma acción por minutos.

—Vas a hacer un pozo como sigas así— expresa Carolina mirándome con una ceja alzada.

La lluvia de Londres me distrae y noto los cristales de mi departamento empañados por la fuerte tormenta.

Toco con mis dedos la ventana y puedo sentir la frialdad de esta.

—Una semana— gruño, desesperada—. Tres días he visitado la cafetería y no se nada de él, acaso...

—... Acaso me odia— termina Carolina, aburrida. Abro mi boca indignada y me cruzo de brazos—. Estar caminando no te hará que la respuesta venga por arte de magia Alaska, pero puedes esperar, debe haber un motivo por el cual no ha ido a trabajar.

Bajo La LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora