12. ¿Disculpa?

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Capítulo 12


Alaska.

La puntualidad nunca será mi fuerte, incluso si me lo propongo siempre pasa algo que evita mi llegada con éxito. Así que sí, estoy corriendo en dirección al edificio donde trabajo, con tropiezo incluido.

Los tacones ahora son una tortura y quiero tirarlos a la basura, pero eran los últimos en la tienda, no puedo desperdiciar algo así.

Aprieto mis carpetas a mi pecho llegando al elevador, espero, espero.

—Maldito cacharro—grito guardando mis ganas de golpearlo porque me haría más daño yo que la caja de metal.

La puerta es abierta, por fin y entro.

—Puedes ir más despacio — refunfuño al elevador. La ironía se pigmenta en mi tono.

Vuelvo mi vista al reloj.

—Vale solo son dos horas, con veinte minutos y diez segundos— susurro.

Vuelvo a resoplar.

—No creo que Dylan vaya a matarte — comenta el chico de al lado. Me giro y por fin noto su presencia. Edson.

—Eso espero— respondo nerviosa.

El elevador abre sus puertas y tropiezo por esa diferencia de piso entre el elevador y el piso, sin embargo, Edson me sostiene y la vergüenza solo crece, sonrió agradeciéndole con voz torpe que él acepta sin decir muchas palabras para evitar más incomodidad y termino por correr a mi oficina buscando los planos de la reunión de hoy. Ella casi cae, pero Edson la estabiliza, ella sonríe temblorosa y corre hasta su oficina.

—¿Dónde están? — gruño, frustrada. Solo falta una hora para que la reunión comience, se supone que debería estar con Dylan para terminar cualquier detalle y estar listos. No aquí, no desesperada.

Maldita. Sea. Mi. Suerte.

La puerta es abierta y me encuentro con Isela que parece tranquila al verme.

Cariño, esa tranquilidad sé ira al carajo.

—Como que se te hizo tarde— bromea.

—Estoy segura de que deje los planos ayer aquí— murmuro, sin responder a su broma.

—Si hablas de los planos que me acaba de pedir Dylan te los llevaste ayer.

No. Puede. Ser.

—¿Acaso puedo llegar a ser más tonta? — pregunto con el entrecejo—. No respondas, me harás sentir miserable—ruego—. Distrae a Dylan yo voy por ellos.

Sin esperar su respuesta voy de nuevo al elevador y por suerte no tarda tanto como la otra vez, ahora sí me aparto los tacones quedando solo con media y sin importar las miradas curiosas de los demás me apresuro para llegar al estacionamiento.

Nunca había corrido tanto.

Enciendo el auto y conduzco hasta la casa de mis padres.

Ayer después del trabajo fui a cenar y al parecer ahí se quedaron los planos.

Así que cuando llego abro la puerta sin estacionar de manera decente.

Veinte minutos.

Caigo al suelo y quiero maldecir mi suerte una vez más, también mi memoria porque es un asco. Mi rodilla palpita y tiene un ligero raspón que escondo tras el vestido, sigo corriendo hasta entrar a casa de mis padres directo a la sala donde efectivamente están los mugrosos planos que me costaron varias noches sin dormir.

Bajo La LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora