21. Lazos nuevos.

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Alaska

Despertar después de llorar gran parte de la noche es como si no hubiera descansado realmente, mis ojos se sienten pesados y tengo un gran dolor de cabeza. Me remuevo incómoda en el lugar frotando mi rostro en la cómoda almohada, pero un leve quejido me hace quedarme estática en mi lugar.

Y todo tiene sentido.

Oh. Por. Dios.

Deán no se fue, no que yo recuerde y el lugar es tan pequeño...

Alzo la mirada encontrándome con el rostro sereno de Deán, está dormido y yo lo estoy abrazando fuertemente al parecer, casi me caigo al suelo de la impresión, pero su gruñido me hace detenerme.

¿Desde cuándo tengo estas confianzas con Deán?

Oh, ¿Qué paso anoche?

Me levanto despacio tratando de no despertarlo y camino al baño para enjuagar mi rostro y lavarme los dientes.

Lo recuerdo.

Que vergüenza.

Salgo del baño con cuidado, pero él ya esta despierto atendiendo una llamada con pereza.

No me presta atención, escucho su bufido.

—Lo entiendo, Nick—lo escucho y estoy segura de que está rodando los ojos—, si lo que digas... ahora voy, ¿desayuno para hacer las paces?

Alza la mirada y me mira sobre su hombro.

—No quiero nada, tonto solo soy amable—una sonrisa radiante se expresa en su rostro y es una de las pocas veces que sonríe—, bueno un intento de amable, imbécil...

Dejo de escucharlo porque camino hasta la cocina por una pastilla y un vaso de agua.

Escucho sus pasos.

—Gracias por quedarte y escucharme—comento dejando el vaso sobre la encimera—, sé que no soy de tu agrado y...

—Pensé que eso era obvio—dice con una sonrisa ladeada.

—¿Por qué estás ayudándome? —pregunto de nuevo esta vez firme, para que no pueda huir de nuevo.

Deán se peina su cabello hacia atrás y sus ojos azules hoy se ven bonitos, con más motas moradas que de costumbre.

—Te veías muy mal ayer—responde—, no podía dejarte sola, incluso cuando eres como un pastel empalagoso.

Ruedo los ojos.

—¿Podemos ser amigos? —inquiero un tanto entusiasmada con la idea, eso hace que Deán haga una mueca.

—Sí eso quieres—dice no muy convencido, esta a punto de irse cuando se detiene y tiene ese rostro que no te deja para réplicas—. Deberías ir a cambiarte, iremos a desayunar.

Quiero reprochar, pero no me da tiempo.

—Primero se pregunta—grito, pero solo escucho su risa.

Y eso me hace sentir bien hasta que recuerdo a cierta persona...

No, Alaska.

Y tal vez, acabo de tomar una decisión.

...

Llegamos a una cafetería bastante hogareña si soy sincera. Deán parece relajado y nunca lo vi así, incluso cuando tenía novia parecía de peor humor. Observo el lugar que huele a madera y galletitas recién hechas.

Delicioso.

Antes de venir al lugar unos fotógrafos estuvieron esperándome en la puerta del edificio, Deán los ignoro por completo dejándome entrar a su auto con todas mis cosas del trabajo, porque prometió llevarme.

Bajo La LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora