El pasado

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El pasado

Entró en clase como un anfitrión entra en su fiesta, con la cabeza alta y un gesto de superioridad, de prepotencia, dejó a todos boquiabiertos. Estaban en mitad de clase de lengua y lo primero que vio fue a Sergi mirándole . 

Todos en clase le observaban pero André no se intimidó, al contrario, parecía que le gustaba llamar la atención. Se quedó quieto al lado de la puerta, mirando a los que ahora eran sus compañeros, no destacaba nadie, pronto, cansados de mirarle, empezaron ha hablar en voz baja entre ellos y André supo que era el tema de conversación. 

Sergi se quedó eclipsado, era un chico alto, delgado pero fuerte. Tenía el pelo rizado, muy rizado. Vestía una camiseta hawaiana, unos pitillo y unas botas. Notó como le entraba calor, por todo el cuerpo, y no lo podía controlar, entonces se puso nervioso. Sus mejillas estarían rojas, apartó la mirada rápidamente, pero seguía recordando cada uno de sus centímetros. Se dijo a sí mismo que parara, no sabía lo que estaba ocurriendo, no sabía cómo controlarlo. Su cerebro solo se centraba en recordar lo máximo posible de ese chico.

-Supongo que tu serás el chico nuevo, ven, preséntate a tus compañeros, yo soy Esmeralda, tu profesora de Lengua.

André caminó con seguridad hacia la parte frontal de la clase, dejando por el camino su mochila en la mesa que estaba libre, la mesa justo detrás de Sergi.

-Hola a todos, soy André Vidas.- Saludó de forma amistosa, nada que ver con su gesto prepotente, el que todos vieron cuando entraba en la clase.

Sergi, que se sentaba en primera fila, volvió a mirarle, por educación, porque quería, porque su cuerpo quería. Se fijó esta vez en su rostro, tenía perfil griego, romano, un tono de piel mediterráneo.

No se equivocaba. La madre de André era española, su padre italiano. Toda su infancia la vivió en Roma, sin embargo, a sus 18 años, solo recordaba pinceladas, las callejuelas estrechas, los taxis por la carretera a gran velocidad, alguna que otra iglesia, aunque todas ellas colosales. Su recuerdo más claro era el Coliseo Romano, su casa estaba muy cerca. Su abuela le llevaba allí todas las mañanas para que jugara con el resto de niños. Se sentía abrumado por ese lugar, cada vez que bajaba se acercaba a él y tocaba alguna de sus piedras, sintiendo el poder de algún emperador romano o de un gladiador exitoso que había tocado esa piedra muchos años atrás, más de los que él pudiera imaginar.

Se marchó de Roma con ocho años, y se instaló en París. La Torre Eiffel no le consiguió conmover tanto como Roma, ni siquiera París le conmovía tanto como el Coliseo Romano. Recordaba haberse pasado un mes llorando todas las mañanas, echando de menos a su abuela, a las palomas italianas en Plaza España, a la gente hablando Italiano. Se mudó porque sus padres tenían una galería de arte, su sueño siempre había sido emplazarla en París, a la orilla del Sena, y así lo hicieron en cuanto ahorraron suficiente dinero.

Al principio el negocio iba muy bien, podían vivir con mucha comodidad, más de la que André habría imaginado. Nueve años después sus padres se cansaron de ese lugar. Habían acumulado bastante dinero y decidieron expandir el negocio, abrir una sucursal en España, y reabrir la galería en Roma. Tendrían empleados en dos de ellas y ellos se quedarían en una. André les pidió una y otra vez volver a Roma, ellos decidieron mudarse a España, a Gijón, lugar de nacimiento de su madre. 

Otra clase, otros amigos, otro novio (si había suerte). No tendría que ocuparse del idioma como le ocurrió en Francia, desde pequeño su madre siempre le había hablado en español, su padre y el resto de la gente en Italiano.

André se fijó entonces en Sergi, le notó tenso y nervioso. Parecía alto, no tanto como él, tenía el pelo negro, bastante desaliñado. No se fijó mucho más, continuó analizando uno a uno al resto de compañeros.

Esa misma mañana Sergi no se había podido peinar, salió de casa corriendo como todas las mañanas. Cuando él estaba en casa su padre no se atrevía a tocar a su madre, le tenía miedo, desde los 14 años se volvió más fuerte que él y si la pegaba, Sergi se la devolvía más fuerte, mucho más fuerte. Por eso se quedaba en casa hasta que su padre se iba a trabajar y una vez lo hacía marchaba corriendo al instituto intentando no llegar tarde. Tras el trabajo su padre solía frecuentar el bar de la esquina hasta altas horas de la noche, no se emborrachaba, simplemente le daba asco su familia, y a su familia (Sergi, su hermano pequeño Luis y su madre) les daba asco él. Por eso Sergi podía quedar por las tardes, o ir a boxeo, sin miedo a que pasara una desgracia en casa.

Su madre nunca había denunciado, no le daba importancia. Era un matrimonio bastante mayor para tener unos hijos tan pequeños como ellos. Se habían casado a los 36, a él le habían tenido con 40, a su hermano dos años después, con 42. Sus madre había recibido la triste educación de obediencia a su marido, su padre la de opresión a su mujer. Sergi no lo entendía, lo odiaba, desde pequeño había visto a su padre gritarla, pegarla en alguna ocasión y lo peor, había visto a su madre llorando. La intentaba convencer de que denunciara pero hacía mucho tiempo que su padre no la agredía, las cosas estaban bastante calmadas y su madre le quitaba importancia. 

Por eso él tenía el pelo desaliñado, y por eso André tenían un perfil romano.

El color del amor (LGBT) *Completa*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora