El francotirador

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El francotirador

-¿Perdón?

André respiró hondo, pensó en Sergi, pensó en lo mucho que se querían. Pensó en lo vulnerable que sería Sergi sin él, en lo mal que lo pasaría, y sobre todo se centró en no hacer sus sospechas realidad. Por eso no se dejó llevar por la adrenalina de ese fatídico momento. Cuando se giró vio a Luis paralizado ante una respuesta que no se esperaba.

A día de hoy André no está del todo seguro de qué fue realmente lo que dijo, fue un susurro tan leve que no se dejó escuchar con claridad, por eso interpretó lo primero que se le pasó por la cabeza, ese "Llevas esos pantalones para provocarme".

Luis no sabía qué le pasaba. La de André era una bonita forma de arruinar su carrera, una que no podía dejar escapar, pero no comprendía porqué no era capaz de reprimirse ni un solo segundo. Todo en él le atraía y si lo pensaba fríamente apenas tenía cinco años menos y André pronto sería mayor de edad. Se sintió mal, con él mismo, se sorprendía de lo que estaba haciendo, de lo que intentaba. André era un simple niño.

-Nada olvídalo.

-No, dime, que decías.

-No he dicho nada.- El ambiente se ponía tenso.

-Me has susurrado al oído, ¿Qué me has dicho?- André lo dijo borde, cabreado y por un momento Luis se asustó.

-No me vuelvas a hablar así, soy tu profesor, te quedas a séptima. Vete a avisar a tu novio, aunque ya veo que ya ni te espera.- Efectivamente, Sergi ya ni se molestaba en esperarle.

-Si realmente eres mi profesor actúa como tal en todo.- Pero quisiera o no a André, el que Luis se comportara así con él, le gustaba y por eso necesitaba que parara.

-Siéntate y ponte a dibujar.- André se sentó en la mesa, haciendo el máximo ruido posible, siendo lo menos cuidadoso que se podía y con odio en los ojos, un odio al que temía. Luis se sentó en la mesa del profesor y se puso a hacer papeleo con su Mac, sin quitarle el ojo de encima a André, no podía. Pasaron diez minutos y el aburrimiento se apoderó del adolescente.

-¿Qué escribes?

-No es de tu incumbencia.

-Vale.- El tono seguía siendo cortante en ambos.

-Es una tesis.

-¿Sobre qué?

-Sobre porqué tengo un alumno tan impertinente.- Pensó y finalmente acabó contestando.

-Es sobre los daltónicos en el mundo del arte.

-Yo soy daltónico, puedes hablar sobre mí.- Podría dedicarte toda la tesis a tí, pensó el profesor.

Luis también era daltónico, pero no lo dijo, nunca se lo dijo, nunca nadie se dio cuenta.

-Sergi.- Lia le llamó cuando ya esperaba en la parada del bus tras salir del instituto.

-Dime Lia.- Se sorprendió, no había tensión entre ellos desde hacía tiempo pero Lia no se solía dirigir a él con tanta normalidad.

-Me dijo André que a la salida de séptima, sobre las tres, pasarás a buscarle.

Lia no hizo caso a Matías, no esperó y quizás por ello todo lo que aconteció tras ese día fue tan serio. O quizás no, quizás nada podría haber evitado lo que pasó poco después, eso por lo que todos lloraron. Quizás no fue el hecho clave, pero desde luego, fue el primero de importancia, el primero en el que todos empezaron a correr peligro.

-Muchas gracias.

-Nada.- Y con una sonrisa, falsa pero muy muy creíble, se despidió.

-¿Hoy no fumas?- André y Luis ya se habían relajado.

-Precisamente me iba a poner ahora mismo.

-Que pena, pensé que ya estabas madurando.- André no podía evitar seguirle el juego, y cada vez que lo hacía se sentía peor por no poder evitarlo. Luis se levantó de su sitio y sacó la cajetilla del bolsillo derecho frontal de su pantalón, al inclinar la mano hacia abajo todas las venas de su mano se marcaron llenándose de sangre, y André no pudo evitar fijarse en cada gramo de ella.

-No juegues.

-No lo hago, me das uno.

-No, me vas a arruinar.

-Habló el que viene vestido de marca todos los días.- Luis dió una calada, André intentó respirar con normalidad.

-¿Te fijas en como visto?- André obvio el comentario.

-¿Sabes qué? no, no voy a fumar, seré más maduro que tú.

-Ese comentario te ha quitado toda credibilidad.

-Cállate.

-¿Qué has dicho?

-Nada, ¿Puedo leer lo que trae en el ordenador?

-Eh, no.-En realidad eran tecnicismos que André nunca entendería, le daba igual que los leyera. André se levantó y se dirigió hacia el portátil.

-Porfa.- "No me lo pidas así por dios"

-Ni se te ocurra.- André hizo un amago de coger el portátil.-Andre...

Entonces André comenzó a correr para llegar antes que Luis al portátil pero fué este, mucho más rápido, el que lo cogió. Entonces actuaron como dos niños jugando al pilla pilla, como un adolescente inmaduro y un adulto infantil. Se convirtió en una especie de partido de baloncesto en el que Luis tenía la pelota y el cigarrillo entre los labios. A André eso le gustaba y odiaba que le gustara, porque cuando estaba con Luis, acordarse de lo mucho que quería a Sergi, sobre todo tal y como estaba últimamente, era muy difícil.

-Déjamelo.

Andres abrazó por detrás a Luis intentando coger el ordenador. Habría sido incómodo para cualquier alumno o profesor y ambos se sorprendieron al ver que para ellos no lo era. Andrés, apretando aún más los costados de Luis consiguió coger con la mano derecha el portátil y Luis finalmente, dejó de ejercer fuerza para que este fuera capaz de cogerlo.

-Pero si no pone nada, ni siquiera entiendo que dice.

-Nadie te dijo que iba a ser interesante.- André le dio a Luis el portátil y le pegó un pequeño empujón. Luis le agarro la mano antes de que se alejara y le empujó hacia él, para reñirle desde cerca y se quedaron a pocos, muy pocos centímetros.

Entonces alguien, que llevaba oyendo risas desde el pasillo varios minutos entró, para confirmar si sus sospechas eran reales y en el momento y ángulo preciso se confirmaron, aunque a Luis y a André aún les quedan unos pocos centímetros para juntarse. Centímetros que André jamás sería capaz de cruzar.

Y así tres daltónicos se juntaron en una misma habitación por destino, dos de ellos con el mismo objetivo y André como protagonista que es, obligado a elegir entre las dos pistolas que le apuntaban directamente a su corazón.

El color del amor (LGBT) *Completa*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora