Dos chicos
[Laia Álvarez]
Ando estresada por la vida. Siempre ha sido así, y hoy no es precisamente la excepción.
A paso rápido voy andando junto a Miranda. Llevo unos cuantos libros en los brazos, mezclados con decenas de papeles que se niegan a quedarse en su sitio y me caen cada dos por tres. Alguien que me viese me diría que los metiese en la mochila, ¡pero es que no me caben! ¡La mochila que compré precisamente por ser una de esas ofertas de ¡por tan solo 3,99€! está a punto de reventar!
Y lo hace.
Todos los libros y toda la mierda que llevo dentro salen disparados hacia abajo, «¡gracias gravedad!, eres de mucha ayuda» cuando la base de la mochila finalmente revienta. Mi amiga maldice entre dientes antes de agacharse para ayudarme a recogerlos.
Entre las dos apilamos todo lo que ha caído, y lo medio "entachonamos" (Expresión vulgar para colocar de malas maneras) en su mochila y mis brazos. Estamos intentando apartarnos lo más rápido posible para no molestar, pero eso no evita que la gente que pasa por la calle -que es más estrecha de lo habitual por culpa de unas obras- nos dedique gélidas miradas al tener que hacer la gran e inhumana tarea de alterar sus andares para rodearnos.
En un momento dado, y cuando solo quedan un par de papeles en el suelo, me harto y acabo sacándole la lengua a una niña mucho más chica que yo que me mira con cara de superioridad, como si la aquí presente fuera mierda. «No entiendo los niños de hoy en día» pienso y en ese preciso momento me doy cuenta de que estoy teniendo pensamientos de vieja. «¡Agh!»
Tengo que contener un grito cuando por fin me levanto -sacudiéndome el polvo de las rodillas- y me encuentro con ni más ni menos que el rostro de un chico a pocos centímetros del mío. A través de unas oscuras gafas de sol, me mira fijamente sin la más mínima expresión en el rostro.
Lo observo atentamente durante unos segundos «si él lo hace sin pudor ¿por qué no debería hacerlo yo?» pero como está sentado en una de esas cabinas de venta social de lotería, solo le veo medio torso. Camiseta negra. Pelo negro -un poco revuelto-. Gafas negras. Labios rojos. No está nada mal el chico. Nada mal...
—¡Laia! —me recrimina Miranda con prisa en la voz sacándome de mi ensoñación. Me obligo a apartar la mirada para ir tras ella. Pero, aun así, no puedo evitar volver la vista atrás cuando caigo en el hecho que este chico ha suplantado a Robert, el hombre que hacía años que ocupaba el puesto que ahora está ocupando el chico. «¿Qué le habrá pasado?» Me pregunto. Pero enseguida mi mente se olvida del tema cuando Miranda me fulmina con la mirada para que acelere el paso. No llegamos. «Bueno... Sí que llegamos, pero tarde -como siempre-. ¿Culpa? Mía».
Estoy estudiando en mi habitación.
Hace poco más de tres semanas que he empezado la universidad, y ya estoy planteándome si es lo mío. ¡Hay tantísimo trabajo! Aun así, gran parte de lo que hago, me gusta, y esto me hace ver que -aunque difícil- es la decisión acertada.
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Tiako ianao ✔
RomanceLa vida de Cameron nunca volverá a ser la misma. Nunca. Jaylin lucha por perseguir sus sueños, aunque estos impliquen cambiar de instituto, de ciudad, de vida. Jake está cegado de odio, de rabia, pero sobre todo, de culpabilidad. Está estudiando per...