La pareja que bailaba al lado del canal
[Jaylin Davis]
Hacia las siete y media de la tarde llegamos al que será nuestro alojamiento, una bonita casa de estilo tradicional holandés con sus tres plantas y guardilla y una anchura sorprendentemente corta, propiedad de Arthur quien al parecer posee más de una casa en más de una ciudad.
Como ya hemos hablado en el avión, Jake y yo dejamos las maletas en el recibidos nada más entrar (o, mejor dicho: sin entrar) y nos escapamos para poder disfrutar de la ciudad durante el corto tiempo del que disponemos hoy. Estoy ansiosa por visitarla y Jake parece estarlo también.
En principio Alice iba a acompañarnos, pero el Jet Lag sumado a la resaca que llevaba le ha pasado factura y al final ha decidido irse a dormir sin siquiera cenar.
Paseamos sin rumbo aparente, disfrutando del brillante crepúsculo que tiñe la ciudad de naranjas y rojos, colores que se reflejan en canales y ventanas dándole a la ciudad un aire más mágico del que tiene durante el resto del día.
—Hay muchísima gente fuera —comento tras ver más de cuatro casas con holandeses cenando fuera.
—Aquí se disfruta del buen tiempo y también ayuda el no tener vergüenza. —explica él mientras me señala diversas ventanas—. ¿Ves? La mayoría no tienen ni cortinas a pesar de tener unos ventanales enormes. Es una manera diferente de vivir. Una manera diferente de pensar.
Mis mejillas se tornan rojas cuando me coge de la mano, guiándome por preciosos y tranquilos callejones que poco a poco van cogiendo vida a medida que llegamos a una zona más turística pero igual de encantadora.
Música sale de los botes que surcan los canales, risas de los restaurantes, luces de las ventanas, una intensa electricidad de nuestras manos unidas. «¿La sentirá él?»
Estamos ya de vuelta, cuando de repente él para, soltando una maldición.
—¿Qué pasa?
—¿Puedes esperarte un momento aquí? —pregunta repentinamente ansioso. Asiento sin entender demasiado—. Ahora vuelvo —añade momentos antes de internarse en lo que parece ser un bar atestado de rubios borrachos.
Centenares de botellines de cerveza pasan de mano en mano mientras sus portadores charlen animadamente entre ellos en su grutal idioma. Algunos menean caderas al rimo de la música, pero la mayoría charla y bebe. Bebe mucho. Lo sorprendente es que todos son rubios. No hay ni una persona que no lo sea.
Me entretengo observándolos, pero cuando el olor a alcohol ya se ha internado tanto en mi nariz que mi visión se empieza a difuminar decido alejarme un poco.
Avanzo hacía el canal, sorprendiéndome cuando al llegar al borde descubro que antes de llegar al agua, hay otra especie de calle -más estrecha y pode debajo de la principal- que queda oculta a simple vista sino te acercas al margen.
Me siento en el borde, disfrutando de la brisa otoñal, cuando reparo en una chica que baila en ese pasadizo al rimo de la música que sale del bar.
La chica, que sin vergüenza alguna, baila con euforia intenta que un chico de pelo negro, gafas de sol y bastón de invidente baile con ella. No tarda en conseguirlo y los dos empiezan a danzar en una harmonía improvisada pero cautivadora. Una harmonía que te atrapa por su simplicidad, pero conexión. Una danza digna de ser admirada.
Me gustaría ser así con Jake. Me gustaría saber dejarme llevar por el momento y disfrutar de los pequeños placeres de la vida sin preguntarme como reaccionará o si cambiará de humor repentinamente.
Me encantaría ser como esa pareja que a pesar de las dificultades que han enfrentado -porque alguna habrán tenido- sigue bailando sin preocupación.
Pasan los minutos y Jake no sale del establecimiento en el que se ha metido. Intento no preocuparme demasiado, pero no tardo en ponerme nerviosa. «¿Y si ha pasado algo? ¿Debería entrar?» Me saco es última idea de la cabeza con rapidez.
Gracias a dios, poco tiempo después noto como unas manos se posan en mis hombros.
—¿Estás bien?
Asiento, sin girarme.
—Siento haber desaparecido así. ¿Qué te parece si mañana para compensarlo salimos a comer? Tu y yo solos. Así podem... —deja la frase sin acabar y cuando me doy la vuelta para ver que ha pasado me encuentro con un rostro pálido. Muy pálido.
Lo he visto enfadado. Como odio en el rostro. Con indiferencia. Con superioridad, pero nunca así. Cómo su hubiera visto un fantasma muy pero que muy aterrador.
Sigo su mirada hasta encontrarme con el chico que estaba observando yo. «¿Lo conocerá?».
No tengo tiempo de preguntárselo.
—Cameron... —murmura aún estupefacto y sin darme tiempo a reaccionar se marcha a paso rápido. Dejándome sola y completamente desconcertada.
Por debajo de mí, el chico se gira hacia donde estaba Jake -supongo que habiendo escuchado su nombre- y se pone lívido. Muy lívido.
Oh dios mío. Oh dios mío. Oh dios mío. Estoy euforica. ¿Se concoen? ¿Por qué Jake se ha ido? ¿Por qué los dos se han quedado estupefactos -en el mal sentido-? Ahora mismo me siento Dios (sin tratar de ofender a nadie) porque yo lo sé 😏😎😂😈
En fin... Septimpo día con capítulo diario. Decimo dia encerrada en mi casa.
Tiajo ianao,
onrobu
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Tiako ianao ✔
RomanceLa vida de Cameron nunca volverá a ser la misma. Nunca. Jaylin lucha por perseguir sus sueños, aunque estos impliquen cambiar de instituto, de ciudad, de vida. Jake está cegado de odio, de rabia, pero sobre todo, de culpabilidad. Está estudiando per...