Capítulo 45

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Cuando la alegría nos invade

[Jaylin Davis]

A diferencia del solo (del que no me enteré de nada), el trío fue perfecto. Salió increíble, ganándonos más de tres minutos seguidos de aplausos que tuvieron que cesar cuando salió a escena un nuevo grupo de artistas.

Fue asombroso porque percibí cada nota, cada aplauso, cada mirada de asombro y de complicidad entre nosotros. Alice. Jake. Yo. A diferencia de en el solo, cuando empecé a tocar los nervios desaparecieron y fue una sensación tan maravillosa que resulta indescriptible.

Ahora espero, espero detrás de la cortina a que nos toque salir a saludar y cuando nuestros nombres resuenan por los altavoces no tardamos en emerger de entre aquello que no se ve. De entre aquello que nunca se aprecia y nadie parece conocer.

Alice sale con ganas -la primera-, seguida de Jake, quién estira de mi mano para que salga con ganas y seguridad al mismo tiempo que ellos.

Durante los breves segundos en que lo puedo contemplar -antes de que tenga que saludar al público, centrando mi mirada en él- observo una sonrisa radiante, que nunca antes había visto en su rostro. Una sonrisa genuina, auténtica y feroz. Una sonrisa increíble que enseña sus perfectos dientes y achina sus ojos descubriendo unos pequeños y adorables hoyuelos.

Es hermoso.

Es hermoso y eso hace que me pregunte por qué nunca es así. Por qué nunca está completamente feliz. Hace que me pregunte y me cuestione todo lo que sé sobre él. Todos sus comportamientos y en consecuencia los de Raven.

Pero también me pega su felicidad. Me pega tanta, pero tanta alegría que dejo las preguntas para más tarde y me centro en saludar. Reír. Disfrutar.

Cuando salimos del escenario -dejándolo para otros- Alice me empujar hacia los vestuarios y me obliga a sacarme el vestido conjunto que hemos usado para el trío -diferente del del solo- cediéndome un sencillo vestido negro que sorprendentemente no me resulta... Horroroso.

Vamos a ir a una fiesta, lo sé, pero esta vez tengo tanta alegría en el cuerpo que no me importa. Tengo tanta energía que quiero bailar hasta más no poder. Sin importar quien me vea.

Imaginad que tan radiante me siento.

Los tres cogemos el metro hasta llegar... Bueno, no se dónde llegamos, pero no tardamos en entrar en una especie de fiesta que parece ¿Privada? En ningún momento nos piden el carné, solo nuestros nombres que tachan de una lista, así que supongo que sí.

Dentro la música resuena a todo volumen. A tal volumen que, hasta yo, que siempre he vivido envuelta en música y ruido, tengo que taparme las orejas para acostumbrarme.

La gente baila. Salta. Grita. Ríe y por primera vez una discoteca me resulta un lugar maravilloso. También se debería que tener en cuenta que nunca había ido a una, pero eso es otra cuestión.

Alice me arrastra hasta un lado de la pista, sin forzarme y sorprendiéndose al mismo tiempo de que no oponga resistencia y no tardamos en empezar a bailar. Puede que al principio me cueste un poco -aunque me parezca maravilloso no es precisamente ni de lejos mi entorno- pero tras un ¿chupito? Acabo soltándome.

Salto, canto a pleno pulmón, muevo brazos y caderas. Quien me vio y quien me ve. Menuda ironía de la vida.

El tiempo pasa, descubro que todos somos estudiantes de Julliard -por eso no nos deben haber preguntado la edad-, bebo un par más de los vasitos azules que Jake nos trae, y la fiesta continua. Finalmente acabo retirándome, dejando a Alice y Jake en la pista.

Tiako ianao ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora