Capítulo 27

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Caos mental.

[Jaylin Davis]

Arthur habla animadamente en el escenario. No puedo evitar reparar en que gesticula con gran frecuencia, no me había dado cuenta.

Escucho atentamente mientras mi mano vuela sobre el papel, escribiendo todo aquello que me parece esencial. Que me parece extraordinario. No olvidemos que sigue siendo él, el gran Arthur Rotenberg. Mi ídolo. Que rápido se olvida...

—...por ese motivo se considera más apta una escala...

Un cálido cosquilleo se enrosca por mi pierna y cuando bajo la mirada hacia ella, el calor no tarda en desfilar por mis mejillas. Un intenso e indescriptible calor.

Su pierna descansa tocando la mía. Su pierna descansa tocando la mía. Su pierna descansa tocando la mía.

Un extraño sentimiento se apodera de mí. Es maravilloso. Como una corriente eléctrica que se esparce por mi cuerpo. Una enorme corriente eléctrica que nace solo de un pequeño punto de contacto. Un minúsculo punto en mi anatomía. Un minúsculo punto que provoca tanto. ¿Cómo puede ser posible?

Me giro levemente para observarlo. «¿Será consciente de este pequeño punto de unión?» Y cuando clavando sus profundos ojos en los míos observándome con atención, comprendo que claramente es consciente. Que él quiere ese contacto. Que lo ha buscado.

Trago saliva. No sé si seré capaz de soportar tantas emociones. No sé si seré capaz de contener los millones de mariposas que revolotean en mi pecho y que se escampan rápidamente por todo mi cuerpo. No sé si a la larga seré capaz, pero aún así, clavo mis ojos en los suyos. Clavo mis ojos en los suyos y me adentro -de nuevo- en su pozo azul.

Cuando Alice lo llama, unos efímeros segundos después, aparta la mirada girándose sutilmente y me permito observar su belleza. Me permito contemplar esos finos rasgos que me tienen cautivada. Esos brillantes ojos que me tienen completa y desquiciadamente obsesionada -para que negarse la verdad-. Sus brillantes -y muy apetecibles- labios. Su melena de un deslumbrante oro.

La exclamación de Arthur des del escenario corta mis pensamientos.

—¡Demos la bienvenida a Jake Ayers!

Los centenares de alumnos que se han embutido en la sala para tener el honor de escuchar una charla del mejor violinista de los últimos tiempos empiezan a aplaudir estrepitosamente.

Jake se levanta -dándome la oportunidad de apreciar su espalda y tra-tra-tra... trasero- y como hizo la primera vez que lo vi, se dirige al escenario sin mirar a su aclamador público. Cómo si fuera superior. Cómo si ya estuviese muy pero que muy acostumbrado.

Me encojo ligeramente en el asiento.

«¿Cómo me puede atraer una persona así? persona que solo ha sido distante. Que ha sido tan... cerrada. Tan cortante. Hasta amenazante Tan... Jake».

Pero lo hace. Me atrae de maneras que nunca nadie ha podido alcanzar.

Aunque lo niegue, aunque me dé una terrible e increíble vergüenza, mi única fijación se ha visto dividida. Ahora una parte no solo es de mi violín, ahora -y aunque luche inútilmente para evitarlo- una parte es suya. Una parte es suya des de que lo que primero hago en entrar en una sala donde pueda estar, es buscarlo con la mirada. Des de que... des de que... No lo sé. No lo sé. No soy consciente del momento en que mis sentimientos cambiaron. No tengo ni la más remota idea. Y eso me aterra.

Con todas mis fuerzas empujo esos pensamientos en la caja de mi cerebro etiquetada como "no pienses en eso ahora" y me permito disfrutar de este Jake. El que me ha abierto las puertas. El que ha unido su pierna con la mía. El que ahora mismo -y teniendo más de quinientos espectadores- solo me mira a mí.

Tiako ianao ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora