Capítulo 26

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Sentimientos encontrados

[Laia Álvarez]

Nota autora: Hasta ahora nunca había puesto una nota de autora al inicio de un capítulo, pero hoy es el día.

Para escribir la segunda parte de este capítulo me puse a buscar cierto tipo de canción para ponerme en ambiente y la encontré. ¡Vaya sí la encontré!

Aunque no tenga nada que ver con la historia I hate you, I love you de Gnash junto a Olivia O'brien queda perfecta y refuerza el mensaje, así que sí queréis cuando encontréis esta marca () podéis empezar a escucharla. A mi criterio queda perfecta, espero que al vuestro también lo haga.

Gracias por leer, votar y comentar, tiako ianao,

onrobu

Con lentos movimientos, mi dedo recorre perezosamente el pecho desnudo de Cameron. Él, tendido en la cama con las sabanas medio tapándolo, descansa con los ojos cerrados y los brazos flexionados detrás de la cabeza. Una sonrisa curva mis labios -al igual que los de él- y no puedo evitar sentir como la magia rodea este dulce momento.

Aunque un rato antes fue diferente -lleno de pasión-, no puedo evitar sentir una felicidad pura, despreocupada y una calma que me ha invadido por completo. Esperanza, armonía, optimismo, seguridad, cariño, paz, plenitud... ¡Hay tantas palabras para describir cómo me siento! Pero al mismo tiempo no hay ninguno que lo exprese todo, excepto amor.

Este pensamiento me golpea de golpe -lo quiero- pero al mismo tiempo es como si ya lo supiera, como si ya fuera consciente pero no lo aceptase. Hasta ahora. Mi sonrisa se amplifica cuando finalmente acepto todo lo que esto significa y la paz, la plenitud, se multiplican infinitas veces.

—¿Sabes una cosa? —pregunta con voz calmada, dulce pero ronca a la vez.

Niego ligeramente haciendo uno de esos ruidos que los padres siempre odian. «¿¡Esto es un sí?! ¡¿O un no?!»

—No he estado tan bien des de hace años.

Mi sonrisa se amplifica ante su revelación, tan similar a la mía sin confesar, pero mis traviesos ojos vuelan a sus labios, ahora resplandecientes, y sin poder contenerme me acerco sigilosa pero rápidamente para poder besarlo.

Mi mundo se transforma cuando mis labios se unen a los suyos. Es como encontrar la certeza de que todo irá bien, la certeza de que nuestro pequeño mundo perdurará sin doblegarse al caos que nos rodea. Es como transportarse al cielo y sus maravillas, o al infierno y sus pecados más tentadores.

Podría pasarme la vida besándolo.

Intensifico el toque, maravillándome de todo lo que me rodea y como cambia si él está aquí. El repiqueo de la lluvia que no cesa, las paredes grisáceas en la penumbra, las sábanas blancas, el claro parqué, la sencilla cocina abierta al salón, la isla que sustituye a la mesa, la pulcritud. Todo adopta un aire perfecto -romántico- y «me estoy repitiendo como una cotorra, pero mi cerebro enamorado no da para más»

Me coloco encima suyo, consiguiendo que abra sus profundos ojos azules, que me miran sin ver, y empiezo de nuevo lo que acabamos de terminar. Pero aún estamos aumentando el ritmo de nuestros besos, de nuestras caricias, cuando su móvil suena.

—No lo cojas... —pido sin despegar los labios de su cuello.

—Es Anna... —se lamenta mientras se levanta con pesar y se agacha para coger su móvil que descansa en el suelo dentro de sus pantalones.

Tiako ianao ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora