Capítulo 37

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Metropolitan Opera

[Jake Ayers]

La música hace que me olvide de todo. Todo desaparece. Absolutamente todo. Mi mano izquierda se mueve inconscientemente como si tuviese mi violín, como si formase parte de unas de las filarmónicas más importantes del mundo. Como si estuviese actuando de nuevo delante de tres mil personas. La sensación es maravillosa. Solo está la música. Los violines. El piano. Las flautas. Los violonchelos. La sensación de ver una orquesta en directo es indescriptible. La música invadiéndote. Los pelos se ponen de punta. Se te corta la respiración. Tu corazón bombea música. Tu eres música.

Y después está Jaylin. Sus ojos brillantes. Su cuerpo inclinado hacia delante atraído por la música. Su mano moviéndose como la mía. Sus labios entreabiertos. La respiración contenida. La misma fascinación en la mirada que tiene todo el mundo la primera vez que escucha una orquesta en la mirada a pesar de que sé a ciencia cierta que no es la primera vez que escucha algo así. Es tan diferente e igual a la vez...

No puedo evitar contemplarla más segundos de los que debería, pero es que es tan hermosa... «¿La cagué al invitarla?» Definitivamente me arrepentí en el momento en que lo hice. En el momento en que no pude sacarme la idea de la cabeza y acabé dejándome llevar. Pero ahora... Verla así lo merece todo.

Aplaudimos con fuerzas cuando los músicos se levantan y se inclinan. La sonrisa en sus labios lo vale todo y más cuando se gira a mirarme durante unos efímeros segundos antes de volver la mirada al escenario. Solo deja de aplaudir cuando los músicos se retiran del escenario.

Se voltea hacia mí a la espera de mis instrucciones, la sonrisa aún en su rostro.

—¿Lo ves? —le pregunto mientras señalo al director—. Vas a conocerlo.

Sus ojos se abren con sorpresa, ilusión y pánico a la vez.

—¿A Hideki Hayashi? —pregunta con los ojos brillantes.

Asiento un par de veces antes y sin poder contenerme le cojo la mano. Su cara se transforma en una máscara de impresión haciéndome reaccionar. Sin soltarle la mano mostrando que ha sido un error la guio por filas de butacas hasta llegar al pasillo con las escaleras que bajan a la platea.

El asombro con lo que observa la inmensidad y majestuosidad del Met me demuestran que ha olvidado nuestras manos unidas, pero para mí es imposible. Ese contacto es tanto y tan poco a la vez. Lo es todo y no es nada. Es todo eso que...

—¡Está allí! —exclama cuando lo divisa hablando con un par de personas a los pies del escenario.

Asiento dejando que esta vez sea ella quien me guie, pero cuando deben faltar unos veinte metros afloja considerablemente el paso, los nervios, la vergüenza, el pánico, invadiéndola.

Le regalo una sonrisa algo tensa para darle fuerzas mientras la arrastro detrás de mí.

—¡Señor Hayashi! —exclamo cuando estamos ya prácticamente a su lado.

—¡Jake! —exclama cuando me divisa. Jaylin me dedica una mirada asustada y algo enfadada a la vez—. ¿Olvidé mencionar que lo conocía? —le susurro, pero no le da tiempo a contestar.

Hideki me tiende la mano que tomo con confianza. Posteriormente se la tiende a ella.

—Jaylin Davis ¿verdad? —asiente muy levemente incrementando notablemente la presión que ejerce en mi mano, pero esa fuerza debe recordarle que aún estamos cogidos de la mano porque la suelta con brusquedad y la une a la otra, moviéndolas con nerviosismo—. Soy Hideki Hayashi, un placer conocerte. Arthur me habló de ti unos días antes de la prueba. Se preguntaba si había escogido bien, definitivamente lo hizo. Vi el video de tu actuación. Lo clavaste —Jaylin le regala una pequeña sonrisa mientras abaja la mirada—. Estoy deseando que llegue el concierto ese que hacen todos los años... Nunca recuerdo el nombre...

—Nosotros lo llamamos el intercambio, aunque técnicamente este año se llama La pluriculturalidad a través de la música, un concierto de Julliard School of Music en colaboración con el instituto Washington de Nueva York —explico rodando ligeramente los ojos.

Hideki está a punto de contestar cuando su móvil empieza a sonar. Sacándoselo de uno de los bolsillos internos de su americana se lo lleva a la oreja.

—Un placer volver a verte Jake, encantada de conocerte señorita Davis. Disculpadme, últimamente no tengo ni un segundo de paz —nos pide mientras se aleja hablando a toda prisa en lo que supongo que será japonés.

Jaylin se gira para mirarme. Tiene el asombro escrito en la cara.

—Acabo de conocer a Hideki Hayashi —afirma maravillada.

No puedo evitar contener la sonrisa que se me pega en la cara ante su felicidad.

—Lo acabas de hacer —le confirmo. Su sonrisa se amplifica, aunque no tarda en desaparecer a la vez que su ceño se frunce ligeramente. Queda muy mona—. ¿Qué pasa?

—No, nada. Es solo que ha dicho que hablaron antes de las pruebas donde participé junto a otros doscientos candidatos y que Arthur se preguntaba si había escogido bien. Es raro... ¿no? —se pregunta mientras ambos empezamos a andar para salir a la calle. Mi sonrisa se ensancha. No lo sabe. Alice no se lo chivó.

—¿Te cuento algo? —le pregunto haciéndome el interesante. Ella asiente levemente, la tensión entre nosotros apareciendo levemente tras la desaparición de la emoción que la había invadido ante el concierto y el conocer a uno de los directores de orquestra actual más famosos del mundo—. A ti te llegó una carta diciéndote que, por medio de diversos observadores, tu estudio, etcétera, habían considerado que si querías podías aspirar a una prueba para acceder a la sección de prescolar de Julliard ¿verdad?

—Sí —murmura con la voz tan floja que apenas la escucho.

—Pues era cierto y falso a la vez —su rostro se tiñe de incertidumbre—. Ese día hicieron dos pruebas, para acceder a la prescolar y para ser uno de los pupilos de Arthur. Solo que nadie sabía lo de Arthur, y, además solo había un participante que competía para ser su pupila. Tú.

Su rostro se tiñe de confusión.

—Los doscientos participantes hicieron la prueba para acceder a la prescolar, tú eras diferente de todos ellos. Arthur ya se había fijado personalmente en ti. Podríamos decir que ya te había escogido, pero quiso asegurarse de haberlo hecho bien. Quiso ver como actuabas con el resto de los participantes, quiso ver cómo te desenvolvías en un escenario...

—Mal —murmura para sí misma.

—No tan mal si finalmente te escogió. Quiso ver como eras en un entorno diferente. Como actuabas. Si merecías su puesto, supongo.

» Siempre habías sido tu. 

 

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