Capítulo 6

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Castellano, alemán, francés ¡Y ahora coreano!
[Laia Álvarez]

El puñetero examen de francés es el miércoles. Hoy es domingo, es la... Miro el reloj que he decidido que a partir de ahora me voy a poner «a ver cuánto dura...» Una. Es la una, eso quiere decir que me quedan... «Dos, cuatro, seis... Doce y siete... Diecinueve...» Unas diecinueve horas de estudio si no me distraigo demasiado, como me suele ocurrir. Acelero el paso y empiezo a repetirme nuevamente las frases que tengo que aprenderme.

—Bonjour. J'ai m'appelle Laia et j'ai 19 ans. J'habité à Molins de Rei, un village à côté de Barcelona, avec mon père, ma mère et mon petit frère Daniel. J'ai un chat que s'appelle Président Miau comme le chat de Chasseurs d'Ombres. Il est petit et mignon, de couleur noir. *

«¡Bien!» Me grito mentalmente «¡Primer párrafo conseguido! Algo es algo ¿no?» Estoy tan feliz que voy dando pequeños saltitos, pero mi subconsciente me recuerda que tengo que volver a repetirlo, que, aunque lo recuerde, no suena demasiado bien. Le gruño a mi voz interior, pero sigo su consejo. Lo repito.

¡Y sale bien! ¡De nuevo!

Mis saltitos se convierten en un bailecito y mi subconsciente me vuelve a cortar el rollo. ¡Pero que pesado! Aun así, vuelvo a repetirlo, otra vez.

—Presidente Miau... —dice una voz que cada vez me resulta más familiar—. Buen nombre, pero es un chat "qui" s'appelle, ya que no hay sujeto entre el qui y el s'appelle.

Remarca el qui y yo levanto las cejas, no parece notarlo.

—Fanfarrón —murmuro entre dientes y él lo escucha, ya que suelta una carcajada que me deja más desecha que los caramelos que mi madre guarda en el coche.

—Y diccionario con patas —añade. Recordándome así nuestra conversación anterior. Se muerde el labio para no echarse a reír.

Noto como la sangre se empieza a acumular en mis mejillas, así que contraataco.

—Si no estuvieses detrás de un cristal te tiraría el libro de francés —como siempre yo violenta. El chico de la lotería levanta una ceja por encima de las gafas de sol «¿las llevará siempre?» y entonces como si el destino no quisiese que continuáramos nuestras cortas, pero ¿increíbles? conversaciones, su móvil suena. Menuda coincidencia.

Él murmura un rápido: Au revoir! manteniéndose como no, en el papel y mi mente es tan imbécil que suelta un: An-nyeong!

Aun teniendo el móvil en la oreja, suelta una risita por mi comentario y levanta de nuevo una ceja. Sus labios se mueven sin emitir ningún sonido.

—Coreano —dice mudamente y tras dedicarme una sonrisa que me derrite de nuevo, se concentra en su llamada hablando -como no- en un fluido inglés.

Sin sorprenderme por su nivel levanto la mano a modo de despedida final pero no me ve.

Me paso todo el trayecto hasta casa pensando en por qué narices me he despedido en coreano, pero luego me doy cuenta de lo que ha pensado mi subconsciente sin llegar yo a ser consciente. Creo, no estoy del todo segura (mi subconsciente recorre caminos inimaginablemente raros) que lo que mi subconsciente ha pensado es lo siguiente: él me ha hablado en castellano, lo que creo que es alemán, francés y en algo más que no tengo ni idea de lo que puede ser, así que ¿por qué no puedo yo también?

En el momento en que me doy cuenta de que tengo una explicación razonable para haberme despedido como lo he hecho, me alegro de tener el subconsciente que tengo. Parezco menos imbécil sí sé un poco de coreano luego de decirle que estoy intentando "no suspender".

Doy gracias a Daniel por haberse apuntado a Taekwondo, donde le enseñaron algunas palabras y él a mí. Doy gracias a esto, aun sabiendo que fue un intento fallido. Acabó desapuntándose tras un par de semanas, cuando le rompieron la nariz de una patada. Que lo físico no sea lo suyo sumado al hecho de que es muy gafe, no lo convierte en una persona adecuada para los deportes de riesgo.

Durante el corto trayecto decido que el próximo día que pase por delante lo saludaré en otro idioma, así que, cuando llego a casa, lo primero que hago es encerrarme en mi habitación y abrir mi amigo el traductor.


*Buenos días. Me llamo Laia y tengo 19 años. Vivo en Molins de Rei, un pueblo al lado de Barcelona, con mi padre, mi madre y mi hermano pequeño Daniel. Tengo un gato que se llama Presidente Miau como el de Cazadores de Sombras. Él es pequeño y lindo, de color negro.

 Él es pequeño y lindo, de color negro

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