Capítulo 4.

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Narra Joaquín.

—No sé que quieres que te diga —Kathia estaba sentada delante de mi con los brazos cruzados en una postura defensiva—, no me pasa nada Joaquín. No hay nada que deba contarte.

—O tu te mandaste una metedura de pata importante —Me aventuré a descubrir que ocurría. Esa suposición me valió una mirada fulminante de mi amiga—, o William te puso entre la espada y la pared.

—No voy a hablar de eso contigo, no tienes nada que ver —Kathia estaba tiesa como una roca—. Lo que haya pasado entre William y yo no es asunto tuyo.

—Debe ser grave porque nunca usas su nombre —Posé mi mano debajo de mi barbilla a la espera de lucir pensativo— y la última vez que los vi estaban pegados como garrapatas.

Kathia seguía sin emitir palabra y eso era un problema. Si había aprendido algo de ella en estos años era que no podía guardarse un pensamiento para ella sola ni una vez. William debió de ponerla en un mal lugar porque estaba molesta, muy molesta. Lo mataría, si él se atrevió a lastimarla estaba a punto de conocerme realmente.

Los ojos café de mi amiga me pedían ayuda pero no encontraba la forma de hacerlo. Si ella no hablaba conmigo no podía descubrir que estaba ocurriendo. Diablos, no era un maldito adivino. Tendría que recurrir a otra cosa. Sabía que Will había insistido para que Kathia viviera con él, cosa que prácticamente ya hacía porque pasaba más tiempo en el departamento de su novio que en el suyo propio.

—Cuando Paula y yo comenzamos a "salir" nuevamente, las cosas no resultaron tan fácil como parecía para el resto —Había captado la atención de mi amiga, por lo que opté por sentarme a su lado—. Había días en los que ella no aguantaba que usurpara su espacio y me echaba, pero yo no decía nada. Sabía que era difícil tener a alguien alrededor todo el tiempo cuando te has acostumbrado a no depender de nadie.

—¿Cómo lo solucionaron? —La baja voz de Kathia me confirmo que ese era el problema— Digo, ahora no parecen pelear o estar disgustados con el otro. Son dos malditas garrapatas, no pueden sacar las manos de encima del otro.

Kathia puso los ojos en blanco por su comentario lo que me hizo reír. Ella era divertida cuando quería y por eso había sido fácil adaptarnos luego de nuestras rispideces iniciales.

—La verdad, solemos pelear de ve en cuando. Más cuando dejo algo fuera de lugar y Pau tiene un mal día.

—Eso es muy tuyo —Kathia volvió a poner los ojos en blanco—, no entiendo como tu madre te aguantó todos estos años querido.

—Déjame terminar sabelotodo —Me quejé ganándome una sonrisa maliciosa de Kath—. La cosa es que un día me senté y hable con ella, le pregunté porque me alejaba cada vez que me veía mucho tiempo cerca de ella.

—Eres pesado querido, por eso te echaba.

—Ignoraré eso —Puse los ojos en blanco—. Ella me dijo que no era algo que yo estaba haciendo mal, solo que tenía miedo.

—Miedo a perder su libertad. —Susurró.

—Exacto —Aseveré mientras pasaba mi mano por su hombro—. Pero yo no lo sabía y nunca hubiese querido que ella pensara que le cortaría su libertad, la amo más que a nada en este mundo y nunca haría nada para lastimarla.

—Lo sé, eres muy sentimental a veces —Kathia suspiro—. ¿Cómo lo haces?

—¿Hacer qué?

—Darte cuenta de lo que me está molestando —Frunció el ceño— y hacerme hablar como si no fuera algo mío.

—Te conozco —Me encogí de hombros—, no puedes ocultarme lo que te pasa por mucho tiempo.

—Dices que debo decirle a Will lo que pienso pero no se como enfrentarlo —Kathia cerró los ojos y un suspiro con él—. Son mucho años valiéndome por mi misma, Joaquín. No es fácil entrar a convivir con alguien cuando estás tan acostumbrado a estar solo.

Una vida contigo. [EDMMA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora