Capítulo 26.

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Narra Paula.

—Que no soy una invalida y quiero ayudar —Me quejé en cuanto mi hermano había vuelto a quitarme una caja, no tan pesada, de las manos—. Es mi casa, Julián, déjame ayudar con algo.

—Ponte a acomodar tus cosas, sólo eso necesitas hacer. —Y con eso desapareció por las escaleras de mi nueva casa con la caja que yo traía para subir.

Idiota. Pensé, aunque tenía una tonta sonrisa en mis labios.

Mi hermano y mi cuñado nos estaban ayudando a mudarnos. Hacía varias horas habíamos cargado todo lo que teníamos en el departamento en un gran camión que habíamos alquilado y Martín lo manejó como un experto, argumentando que su padre le había enseñado a manejar en uno de esos cuando se puso como meta aprender a manejar.

En este momento nos encontrábamos descargando todo del camión, pero los hombres me impedían transportar las cajas más allá de la puerta. Me quejé, les grité, los empujé y solté unas cuantas groserías que harían sonrojarse a cualquier marinero, pero ninguno me hizo caso. En este momento me había resignado y me instalé en la cocina para comenzar a desembalar todo lo que iba allí.

Los electrodomésticos ya estaban instalados y no precisamente los que habían estado en el departamento. Mamá y Marisa se habían puesto tan felices de que con Joaquín y yo nos compráramos una casa que prometieron hacernos un regalo. Y, ¿Qué había sido el regalo? Todos los electrodomésticos de la casa, TODOS. Teníamos televisores de plasma, cocina de acero inoxidable, heladera de doble puerta, una computadora nueva, lavar-ropas, un estéreo. Hasta un lavavajillas nos habían comprado.

Y yo, como siempre, me había molestado. Se habían gastado un dineral y no dude en llamar a mamá para quejarme. "Hija, deja de exagerar y disfruta todo lo que te regalamos." Dijo simplemente mi madre luego de que soltara todas mis quejas de un golpe "Marisa, tu papá y yo creímos que se lo merecían. Además, allí va el dinero que hemos ahorrado para el día que quisieran comprar una casa y necesitaran ayuda. Como no necesitaron ayuda, teníamos que gastar el dinero en algo."

Tuve que disculparme y agradecerle por todo, sin dejar de mencionarle que no era necesario. Mamá siguió con su discurso de Soy-tu-madre-y-se-lo-que-necesitas, por lo que no había manera de que yo ganara esa discusión.

Con todas las cosas sobre la gran isla que tenía la cocina, comencé aguardar los platos, vasos, cubiertos, servilletas. En menos de lo que pensé, cada cosa había encontrado su sitio y yo tenía una sonrisa de orgullo en mi rostro. En ese momento, Joaquín entró con una última caja y la apoyó en medio de la sala antes de acercarse a mi con una sonrisa que competía con la mía.

—¿Por qué tan sonriente? —Preguntó mientras me rodeaba con sus brazos— Creí que aún estarías molesta con nuestros padres por gastar tanto dinero en nosotros.

—Es complicado seguir enojada con mi madre cuando ella argumentó muy bien su decisión —Dije en tono serio, pero cuando Joaquín arqueó una ceja comencé a reír—. Y luego me regañó como si fuese una nena chiquita todavía, terminando con un "No voy a discutir contigo, María Paula Jones, disfruta de tus regalos."; lo que dio por terminado nuestra conversación intensa.

—Me lo imagine —Joaquín rió—. Mamá no me dejó ni hablar cuando la llame. "Si llamaste para quejarte por el regalo, te voy a cortar. Ya estás avisado." dijo por lo que no pude mencionar nada sobre lo que recibimos como regalo.

—Cuando nuestras madres quieren, se juntan para ponerse en contra nuestro —Sonreí—. Aunque debo reconocer que ambas tienes muy buen gusto.

—Lo sé, son geniales. Locas pero geniales —Joaquín acercó su cuerpo aún más cerca del mío, dejándome arrinconada contra el mármol de la isla—. Venía a decirte que pronto tendremos nuestros sofás y la cama, Julián y Martín fueron a buscarlos.

Una vida contigo. [EDMMA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora