Capítulo 23.

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Narra Paula.

Una semana había pasado desde que dejé el apartamento con aquella carta de despedida y mi corazón destrozado por la forma en que todo acabó. Desde ese momento sólo sobrevivía. Me alimentaba como un robot, iba al local para ayudar a Quino y a Macky, incluso fui a la Academia todos los días. Pero nunca pensé en volver a casa.

Alquilar una cabaña había sido la mejor opción y era un gran refugio. Podía pasar todas mis tardes libre mirando el borde del agua a la espera de que eso solucionara mis problemas. Isa y Julián vivían comprobando como estaba, visitándome, queriendo hablar de lo que había sucedido. En ese momento, cuando comenzaban a insistir, estoy segura que veían el mar de lágrimas que amenazaba con salir porque paraban y cambiaban de tema.

No había tenido noticias de Joaquín. Él no me había buscado, no intentó rastrearme, ni siquiera sabía si aún seguía en el apartamento. Tenía miedo de regresar. Tenía miedo de encontrármelo y que le rogara que volviéramos a lo de antes. Mi corazón se negaba a dejarlo ir, había algo que me gritaba que estaba equivocada.

—Me estoy volviendo loca. —Murmuré esta mañana cuando me levanté, después de pasar la mayor parte llorando como lo venía haciendo todas las noches.

Desayuné tan rápido como pude, debía regresar a la ciudad con el auto de mamá y ponerme a trabajar con más bocetos para los vestidos. Macky había comenzado a armar los que había traído del viaje. Además, teníamos un par de entrevistas para tomarle las medidas y ver que querían con un par de clientas. Eso me estaba manteniendo conectada con la realidad. 

—Buen día, queridos. —Dije con una sonrisa falsa en mis labios en cuanto entré al local donde Macky y Quino ya se encontraban trabajando.

—Parece que a alguien le mejoró el humor —Dijo Macky con una sonrisa—. ¿Lista para recibir a un par de novias locas?

—Siempre lista. —Crucé mi brazo sobre el corazón, como un juramento.

Macky comenzó a reír mientras Quino aparecía de la parte de atrás con un par de manchas de pintura en el rostro y una brocha en la mano. Una amplia sonrisa apareció en su rostro cuando me vio, no tenía idea a que se debía eso.

—Quino está de muy buen humor hoy —Me aclaró Macky—, parece que Jane e tiene preparada una sorpresa y sabes como le gustan.

—Espero que me contagies un poco de buen humor. —Sonreí de lado mientras tiraba mi bolso a un rincón.

—Toma un rodillo y un poco de pintura, tenemos que terminar con esa pared de una vez por todas. —Quino se acercó al sector donde el piso estaba cubierto y el bote de pintura nos esperaba.

—Manos a la obra entonces. —Sonreí por primera vez en varios días sin que sea forzada.

Todos mis amigos habían intentado mantenerme ocupada, distraída e, incluso, buscando cosas que pudiera hacer para no pensar en Joaquín y lo que había ocurriendo. Después de todo, él no intentó recuperarme por lo que mi carta lo liberó más rápido de lo que yo habría querido y seguramente se encontraba en los brazos de esa rubia en estos momentos.

La bilis subió a mi garganta de sólo pensarlo. No podía imaginarlo en los brazos de alguien más, él había sido mío por demasiado tiempo. Y dolía como el infierno darse cuenta de que ya no lo hacía. Cerré los ojos con fuerza para contener las imperiosas ganas de llorar que me habían dado de repente, tenía que ser fuerte.

La puerta del local se abrió, haciendo sonar la campanita que Macky había insistido tanto en poner. Cuando levanté la vista, Julián con una Mara y su tutú se encontraban observándome. En el momento en que Mara se dio cuenta que la estaba mirando, se soltó de la mano de su padre y corrió a mi. La pequeña casi me tira contra la pared llena de pintura fresca mientras repetía una y otra vez mi nombre.

Una vida contigo. [EDMMA #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora