Esta sensación.
No sé cómo describirla. Es parecida al alivio.
Las palabras de mis...de los gemelos sonaron sinceras. Tan sinceras que me asusté y les creí totalmente por un instante. Por un pequeño instante.
Sé que me estoy engañando a mi misma. Que de hecho les creo y me encanta poder hacerlo, pero ellos no tienen que saber que internamente lo hago...un poco.
¿Entienden?
Confirmaré que son sinceros con las acciones que tomen desde ahora. Están a prueba, por decirlo de una manera.
Desde ese día en la parte de atrás de la escuela, los veo distintos. Solo han sido unos días pero ellos se ven renovados, como si ese secreto los hubiera tenido prisioneros durante un tiempo.
Yo he permanecido tratándolos igual. Seria, fría y distante, pero a la vez observándolos a todos ellos. Además de los gemelos, sus hermanos no se han acercado a mi. He notado que me miran con el deseo de hablarme pero es como si estuvieran esperando.
Las pocas veces que hemos compartido palabra estos días, mi tono siempre sale más duro del esperado así que no me extraña que mantengan distancia.
Teou y Leou me tratan como a una princesa, por asi decirlo. Si digo que deseo algo de la cafeteria ellos aparecen a los minutos con eso en las manos para mi. Cuando caminamos por los pasillos no los he visto mirar a ninguna de las chicas o chicos que les coquetean, solo me ven a mi y eso simplemente me ablanda.
Falta la última clase de hoy, como es jueves, debe de ser la materia de finanzas.
—Toca tú materia favorita, Anastasia.—bromea Leou. Se me hace tan raro que me llamen por mi nombre entero.
Mi materia más odiada. Tiene números pero no se parece a matemáticas.
—Ugh...—suelto cuando veo a la profesora entrar por la puerta.
La clase termina con mi cerebro saltando de alegría.
Salimos del salón hablando sobre el próximo trabajo en grupo pero la conversación se ve interrumpida cuando di un mal paso...
—Cuidado, Anastasia.—mi brazo es tomado antes de que me salte un escalón de la escalera de la puerta principal del colegio y caiga de boca. Casi paso una gran vergüenza frente a estos ricachones.
—Oh, gracias, Leou.—mi ojos encuentran los suyos por primera vez en todos estos días. Me sonríe como si hubiera visto a una persona que ha extrañado mucho y yo...intento ocultar eso de mis ojos.
Finjo ignorar el sentimiento. Suelto mi brazo de su mano y sigo mi camino hasta la limusina que ya está estacionada en la entrada.
—Buenas tardes, Alfred.—digo alegremente.
—Siempre es un gusto verla, señorita.
Solo está Fred en la limusina y está completamente dormido. Decido no molestarlo así que lo dejo en su asiento.
Pasamos a recoger a los demás que están en los edificios de los universitarios. Todos entran diciendo buenas tardes y sonriéndome penosamente.
Les devuelvo los saludos pero mirándolos duramente sin poder controlarlo. Todos mis sentimientos no van a cambiar de un día para otro por unas cuantas palabras lindas.
Me pongo mis audífonos hasta llegar a la mansión. Prefiero eso al silencio que hay en el vehículo.
Cuando llegamos me dirijo inmediatamente a mi habitación para bañarme. Me visto com mis pantalones de hombre y una camiseta holgada. Gran comodidad. Tengo que esperar a la noche para mi turno. Algunas de las mucamas temporales se quedaron para reemplazar y cubrir turnos de las que se han ido. No sé si será permanente o temporal.
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Interesante cambio
RomanceCon la reciente pérdida del trabajo de su padre quedando al borde de la ruina, aparece un antiguo amigo de alta cuna de dicho padre que llega ofreciendo trabajo en su mansión, sin dudarlo los padres aceptan la propuesta como es completamente normal...