Capítulo once ✔

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011: Ese número se ha convertido en una tortura para mí...

Narra Elena.

─Tan solo pasó un mes y nos has traído tanto dinero, muñequita. ─Me habló Escorpión, muy cerca para mi gusto.

─¿Qué es lo que quieres? ─Pregunté asustada.

Aún no era hora de que me llevaran al prostíbulo, apenas era medio día.

─Solo quiero ver que tan buena eres. ─Me sujetó los brazos y besó mi cuello.

─¡Sueltame imbécil! ─Saqué fuerzas de donde no tenía y lo empujé tan fuerte que se calló y pegó su cabeza contra la pared.

Tapé mi boca al ver que sangraba.

─¡Eres una estúpida!, ¡Ésta me la pagas! ─Gritó y se acercó a mí para golpearme.

Estrelló su puño contra mí una y otra vez, pateó mis costillas y no dejó de gritarme que me iba a matar. Mi labio sangraba, mi nariz sangraba, mi cuerpo dolía y mi cabeza quería estallar del dolor.

─¡Basta!, por favor... detente. ─Gritaba en llantos. ─¡Ayuda!

Nunca pensé decir esto, pero la Russa entró y se lo agradecía mucho. Lo separó de mí y sentí un gran alivio.

─¿Estás loco?, ¡Vas a matarla! ─Le gritó.

─Es lo que pretendía. Mira lo que me ha hecho. ─Le mostró. Tenía una pequeña brecha en su cabeza.

─¿Qué haces aquí, Escorpión?, no me digas, ¡¿Pretendías aprovecharte de ella?! 

─Quería probar que tan buena era.

─No seas imbécil, cuando la llevamos a aquel lugar es en contra de su voluntad, siempre está drogada. Es mejor que te largues y no te acerques más por aquí si no quieres que le cuente al jefe lo que intentaste.

La miró con furia y luego se dirigió a mí:
─Te juro que me las pagarás. Lo que le pase a Cassidy de ahora en adelante será tu culpa.

¿Me está hablando en serio?, ¡Claro que lo hace! Ese animal es capaz de todo.

─¡No por favor!, ¡No le hagas daño! ─Supliqué, pero ya se había ido.

─Será mejor que dejes el escándalo, sino tendré que calmarte. ─Habló la Russa. Al ver que no le respondí se retiró.

Me tumbé en la cama y me eché a llorar, con tenerme a mí aquí ya era suficiente, no quiero que le hagan daño a mi hermana, lo peor de todo esto es que no puedo hacer nada para impedirlo, eso me hace sentir tan impotente.

Me tumbé en la cama y me eché a llorar, con tenerme a mí aquí ya era suficiente, no quiero que le hagan daño a mi hermana, lo peor de todo esto es que no puedo hacer nada para impedirlo, eso me hace sentir tan impotente

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Tenía un mal presentimiento, aunque en este lugar todos los días lo tengo. No sé qué hacer, es casi imposible intentar escaparme, además podría morir en el intento.

─Levantate. Ya es hora. ─Dijo la Russa al entrar.

─Otra vez no, por favor... si quieren puedo vender toda la droga que quieran, pero otra vez no... ─Supliqué.

─No tienes opción mugrosa, es mejor que colabores.

Me llevó al cuarto de siempre, me di una ducha y luego me coloqué la ropa minúscula que me entregó. Me maquilló y luego me inyectó ese estúpido líquido que me debilitaba completamente. Ésta vez me sacaron sin vendarme, estábamos en una especie de finca, me pregunto si me habrán sacado del país. Miré todo a mi alrededor mientras llegábamos hasta el prostíbulo y no vi nada conocido.

─Espera aquí. Ya viene el primer cliente. ─Dijo y se fue dejándome encerrada en la habitación número veintiuno.

Ese número se ha convertido en una tortura para mí. Y pensar que el día que lo tatuaron en mi piel creí que eso iba a ser lo peor.

─Hola muñequita. ─Dijo un hombre al entrar. Su físico solo causaba repulsión. ─Vine aquí a dejarte un regalito de parte de Escorpión. Dice que esto es solo el comienzo de tu fin.

Al terminar de hablar se lanzó sobre mí. De todas las veces creo que esta era la peor, no tuvo el más mínimo cuidado, me golpeó y lo peor de todo es que no usó protección.

Cuando era el turno del siguiente cliente empecé a vomitar desesperadamente, sentía asco, ¿Por qué Dios?, ¿Por qué a mí?

─Llevala de vuelta, hoy no servirá para nada. Hay que darle una lección. ─Dijo el imbécil de Escorpión.

Lo odiaba, con todo mi corazón, personas como él no merecen estar libres, él debería estar pudriéndose en la cárcel.

Lo odiaba, con todo mi corazón, personas como él no merecen estar libres, él debería estar pudriéndose en la cárcel

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Llegamos "al cuarto de castigos", así fue como le llamó Escorpión. Aún seguía con pocas fuerzas por lo que la Russa inyectó en mí y por todos los golpes que ya había recibido.

─Pensé que me tocaba castigarla a mí. ─Le dijo la Russa.

─Así es. Pero esta vez quiero ser yo quien le de su merecido a esta mocosa. ─Le contestó Escorpión y lanzó el primer latigazo contra mi piel y ardió como nunca.

Ese primer golpe era el principio y siento que no podré soportar los demás...

Dejó caer el látigo en cada rincón de piel varias veces más, mientras gritaba que le había hecho tener pérdida de dinero hoy. Lloraba pero no gritaba ni suplicaba, treinta días aquí me han hecho entender que por más que les ruegue para que paren no lo harán.

─¡Ya basta Escorpión, vas a matarla! ─Le gritó la Russa y forcejeó hasta que logró que se detuviera.

─¿Desde cuándo le tienes lástima a las chicas que golpeamos? ─Le pregunta.

─No es lástima, recuerda que es la favorita del jefe, además, suficientes golpes ya ha llevado, no la querrán con ese mal semblante.

─Llevásela a Ángelica para que la cure.

Me levantó con cuidado pero aún así el dolor era insoportable.

─Por Dios, mira como la han dejado. ─Reaccionó Angélica al verme y ayudó a la Russa a sentarme en la camilla.

Se deshizo de la poca ropa que llevaba puesta y empezó a limpiarme. El dolor era demasiado intenso. La Russa esta vez no se fue, se quedó allí viendo todo lo que Angélica hacía.

Luego que terminó me colocó una bata blanca, me dio una pastilla y un poco de agua. La tomé y me fui nuevamente con la Russa, pero ésta vez a mi celda.

Me tumbé poco a poco en la cama, me sentía muerta en vida. Lo que estoy viviendo en este lugar no se lo deseo ni a mi peor enemigo, ni al mismísimo Alan Blacke.

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