Gaara había tomado un nuevo rumbo en su vida.
Sin embargo, seguía siendo notado como aquel monstruo del cuál huir siempre al ser visto.
No tuvo opción.
Seguiría en su intento por descubrir el sentimiento marcado incluso en su frente.
Aunque fuese se...
— Tratar de ser ágil, no más miedos, no más miedos —recalcaba nerviosa pero a la vez decidida en mi mente mientras practicaba con lo que Gaara-Sensei me había otorgado como arma.
Quizás debía mantenerme al margen con pedir tanta ayuda como si no supiera por donde empezar. Si era mi camino ninja, estaba dispuesta a dar todo de mí...
A fin de cuentas... Para eso he llegado hasta aquí.
Respiré hondo quitando el sudor de mi frente... El sol radiaba todo Suna y era tan intenso el calor que no podía continuar más...
Giré paulatinamente para divisar la zona de entrenamiento... Todos estaban meramente adentrados en su propia batalla que no cabía la idea de desistir.
Fue entonces en ese instante cuando me encontré con la presencia de Gaara-Sensei a pocos metros de mí...
Maldición...
Era él quien me observaba sereno a lo lejos con sus brazos cruzados y aquella mirada fría como la noche...
Fría...
Tan fría que carcomía mi seguridad y la poca pereza que podía poseer...
Sentí los nervios recorrer mi espalda como electricidad y con esto la desconcentración que vino de golpe hasta que fallé en darle al blanco...
Gruñí enojada y decepcionada de mí misma por no poder demostrar lo mejor de mí...
Simplemente venían los recuerdos... Esos que acechaban como ráfaga de aquel día donde mis padres fueron víctimas de un ataque sorpresa.
Y como si no pudiese sentirme mal de por sí... Esto estaba empeorándolo...
—¿Qué ocurre? — oigo a Gaara-Sensei sacándome de mi pensamiento.
Sus ojeras notables estaban posados sobre los míos mientras extendía su mano para devolverme aquella arma.
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— Y-Yo... — traté de explicarle, de que al menos sepa lo que ocurre.
Pero no venía nada a mi mente.
— Trata de concentrarte... — repite sin quitar su visión — No es fácil mantenerse, pero... —
— Mis padres murieron cuando fuimos atacados sorpresivamente... — dije rápidamente. Como si fuese un trabalenguas de amargo sabor.
Intenté volver a verlo con cierto temor... Era el Sensei, no estaba en su total obligación escucharme.
Sin embargo, él solo atinó a quedarse en completo silencio.
A observarme como si pudiese al menos comprender lo que sentía... Aunque fuese algo improbable.
