Capítulo 20 🎻

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  Y nos reímos. O yo me reí y él se rio. Pero nos reímos. Creo que los dos nos acordamos en el mismo momento de lo que yo le había dicho de estar solos y que no iba a pasar nada.

  Y reaccioné. Le saqué la bolsa de helado de la mano, busque dos cucharas en el cajón de la barra desayunadora.

  —¿Del pote está bien?—le pregunté.

  —Obvio—me dijo—. Me siento—y se desparramó en el sillón.

  Es la segunda vez en mi vida que traigo un chico a mi casa. Soy tan naba que volví a sonreír pensando en que tenía un buen promedio, dos así de dos. Bien por mí.

  Me senté al lado de él pero no tan cerca. Me saqué los zapatitos de bailarina. Y crucé las piernas sobre el sillón. Vimos un par de capítulos de Stranger Things, se la habían recomendado pero él todavía no la había visto.

  El silencio nos sale bastante bien y más que pasarnos el pote o acotarnos algo no pasó. Al principio no podía dejar de pensar estupideces del estilo "estoy sentada en mi sillón con León, está en mi casa, me esperó para decirme de hacer algo". Pero me duró tres minutos porque me enganché con la serie como si no la hubiera visto, y en algún momento estar con León se volvió cómodo, natural.

  No puedo dejar de preguntarme "¿qué hace León con una chica como yo, no se aburre?". Parece que no. A menos que sea masoquista. Parece que no se aburre. Yo no me aburro.

  Me digo "basta de preguntarte tantas cosas que no tienen sentido". León puede ser un amigo. Tener un amigo varón en mi mundo es nuevo. Nuevo como andar en bicicleta. Cortarme el pelo. No pensar tanto en los kilos. Volver a gustar de Simón. Nuevo como que un poco me guste León. O que me gusten dos. Todos.

  Volver a gustarme de Simón. ¿Qué estoy escribiendo? Pero ahí está, ya lo escribí, no voy a tachar lo que puse arriba. No me gusta como antes. Pero me gusta.

  Pero ahí está, ya lo escribí, no voy a tachar lo que puse arriba. No me gusta como antes. Pero me gusta.

  León se fue hace un rato. Él y su skate. Llegó mamá, llegó Aitana. Ya deben estar durmiendo. Y yo no puedo para de escribir y me tildo por momentos mirando el cielo y en mi cabeza otra vez se repite toda la situación del pasillo. Como el tráiler de una película. El pasillo. Él, su camisa de jean. Sus ojos. Esa voz ronca. Girar para mirarnos los dos, él hablando fuerte por encima de la gente, sus hombros levantados, sus brazos levantados, la cicatriz en su ceja, él y yo, otra vez.

Intermitente RafaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora