Capítulo final 🎻

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  Vulnerable mil.

  Hoy, colegio. 

  Simón, lejos. Volvimos al movimiento de cabeza sutil para saludarnos. Hace como dos días que no me manda foto ni mensaje. En algún momento de la mañana me lo cruzo y lo veo mirarme. Pero lo veo porque lo estoy mirando. No sé cómo se hace para dejar de querer así de repente. No supe el año pasado, menos sé ahora. Calculo que se irá deshilvanando como las nubes en el cielo. Y un día ya no está.

  Salí del colegio y decidí ir a lo de los abuelos. Hacía tanto que no los veía y en realidad parecía más por todo lo que había pasado en el medio. 

  Frío y viento. Esta ciudad siempre es viento. Atajándome la pollera del uniforme en cada esquina. El cielo azul. Azul nítido. Y lo nítido me hace acordar a León. Y pensar en León me hace sonreír.

  Crucé la avenida de la florería de los abuelos sonriendo. Los autos incesantes. Y a mitad de cuadra, intima y bella, la florería. La amo. Es uno de mis lugares en el mundo. Es el lugar de los abuelos. Mi abuela con su delantal delicado acomodando ramos en la parte de atrás. El abuelo recibiendo a los clientes, atendiendo, cobrando con esa caja registradora prehistórica. Hacen ramos agrestes. La abuela usa mucho flores silvestres que no sé dónde consigue. Algunas son de su jardín.

  Entré y es como si te remontaras cien años atrás, suena una campanita que colocaron sobre la puerta. Es entrar y ver la cara de alguno sonriente al verme. Pero no había nadie. Me pareció raro. Porque siempre uno de los dos está ahí. Las mesas, los floreros, los ramos, las orquídeas. El mostrador vacío.

  Caminé unos pasos, inquieta. Y vi salir a la abuela del cuarto de atrás con su delantal y un repasador entre las manos. Su cara, sorprendida.

  —Rafaela —dijo.

  Ya rarísimo que me diga Rafaela.

  —¿Qué pasa? —le pregunté de una, acercándome al mostrador. Apoyé mi mochila sobre la madera oscura.

  —Es que... —empezó la abuela, hizo una pausa y siguió—: Justo está acá la hija de tu papá, él tenía que hacer un trámite y nos la dejó un momento.

  —Los abuelos del mundo —le dije ácida mientras abría grandes mis ojos. Pero no estaba molesta. Era raro. Pero la vida es bastante rara.

  La abuela, que no es mamá y por suerte tiene humor, sonrió.

  —Tampoco tanto.

  —Bueh, pasé el otro día, la hija jugando afuera. Paso ahora, la hija adentro. ¿Y tu nieta menor qué? 

  Escena de nieta celosa, jugando y un poco no.

  La abuela se rio.

  —Seguís siendo mi nieta menor, eso no cambia. Tu abuela salió a comprarle algo al kiosco, acá ya no hay más golosinas.

  —Estamos grandes con Aitana, necesitan chicos ustedes —le dije, mientras pasaba al cuarto de atrás y veía a la hija-niña dibujando con unos crayones con las que se envolvían encargos.

  Levantó sus ojos claros y me miró.

  —Hola —dije y la saludé con la mano, como había hecho la primera vez que nos habíamos visto.

  La hija levantó su mano, que sostenía un crayón azul. Estaba pintando un cielo. Sus ojos grandes y el flequillo largo rozándole las pestañas. Creo que es un poco pelirroja como yo.

  La abuela desde atrás dijo.:

   —Ella es Rafaela: Rafaela, ella es Clara.

  Se llama Clara.

  Y rápida, más rápida que yo, más natural preguntó con un rústico acento español:

  —¿Rafaela, es mi hermana?

  —Sí —le contesté.

  Sonrió.

  Y sonreí. Y volví a dibujar con crayones en hojas grandes solo por dibujar, sin ningún otro fin, porque así es ser chico. Y comí caramelos y paragüitas de chocolate. Charlamos un poco cuando nos fuimos aflojando. Lo que pudimos, así, a medias. Porque Clara habla francés, lo que no me sorprendió para nada porque la abuela por parte de papá era francesa, y su español es bueno pero limitado. Mi francés todavía es básico. Pero para dibujar y reírnos nos entendimos, hasta que apareció su papá, el mío, pero que probablemente sea más suyo, a buscarla. 

   Después del primer instante incómodo hubo un momento casi natural, casi cotidiano. Clara en francés pero con algunas palabras en español le contó a papá de sus dibujos y le dijo algo de mí. Los cinco casi como si fuéramos una familia, que un poco lo somos.

  Y cuando nos despedíamos, me agaché para estar a la altura de Clara y mirarla a los ojos, y ella no dudó, me abrazó. Me quedé helada, su carita tibia cerca de mi hombro. Clara no me soltaba. Y la abracé. Como me salió. Y así nos quedamos hasta que casi pierdo el equilibrio y se me llenaron los ojos de lágrimas, que me estaba tratando de tragar. Pero no pude. Me las sequé rápido con la manga de la camisa mientras me incorporaba. 

  Nos despedimos con Manuel hasta el domingo. Con la misma distancia del día de la plaza. Y me despedí de los abuelos.

  Tan raro todo.

  Los abuelos. La florería. Él, Clara y yo.

  Y papá, que antes me decía "Pequeña Flor". Eso quedó tan lejos. Inasible. Y está bien.

  Ahora es esto. Como diría León, "es". Punto. Y nada es como esperaba que fuera. Ni se le parece. Y a la vez hay instantes, mínimos, luminosos como faros que reparan.

  Volviendo a casa, caminando contra el viento imaginé que no falta mucho para que pueda abrazar a Aitana. Ir, abrazarla y no dudarlo.

  A mitad de camino me di cuenta de que la ciudad parecía desierta. Alguien paseando a su perro. Un auto que me crucé en una esquina. Parecía que la habían despejado solo para mí. Siempre voy un poco tensa. Pendiente. Me relajé. No sé, algo en el tapado abierto, flotando como una capa detrás mío, en el sol de frente, en el aire frío atravesándome el cuerpo. Había algo bello en ese momento, que no era el instante en que pasaba lo trascendente. Me había encontrado con papá. Había un papá. Hay un papá. Así y todo, hay un papá.

  Caminando por una calle desierta de la ciudad que apenas estoy empezando a conocer algo se sentía bien. Algo, en medio de todo, se siente bien.

  Aparecí y acá estoy. Aunque a veces todavía quisiera desaparecer. 

  Luciérnaga yo.







bueno gente, AL FIN el último capítulo. Gracias por la paciencia y todos los mensajitos lindos <3 Quiero armar un pdf de la historia así que si alguien lo quiere me escriben por privado así se los mando (ni bien lo tenga, pero mandenme así ya sé a quien pasarselo xdd)

Intermitente RafaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora