Capítulo 9 🎻

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  Y ahora parece que León está bueno. Todas revolucionadas en el colegio, las de quinto por lo menos. De nuestro curso y unas del curso de Simón que vinieron a preguntar por él. Justo está bueno el chico que me escribió a mí y yo no le contesto. Obvio que él me escribió porque soy la única que se acercó a hablarle, de la única que tenía el número de teléfono. Por eso. Pero igual.

  A mí me había parecido como cualquier otro chico. Hasta muy flaco. Bueno, no, no como cualquier otro. Es el nuevo y lo distinto. Tiene que ser eso. Porque es común y corriente. Tiene onda. Es eso. Cómo se viste, el pelo, la cara angulosa, que es alto. Y sí, bueno está.

  Cuando salí del colegio estaba en la puerta hablando con una de las compañeras de Simón que vino a preguntar por él. Pasé a unos metros de ellos, él pisaba un skate con unos de los pies y lo sostenía contra su pierna con una mano. Ni lo miré cuando pasé cerca. Y creo que él ni me vio. Y ahí me va a quedar de recuerdo su mensaje: Rafaela, estaría necesitando algo, como recuerdo del día que pude hacer algo distinto y terminé haciendo lo mismo de siempre.

  Las realidad es que no le conteste porque no me creo, no me puedo creer, que ese chico pueda hablar conmigo, que le pueda interesar. Ni pensar que pueda gustar de mí, eso ni es posible en mi cabeza, O que en vez de mirarla a Rosario el primer día me haya mirado a mí. Eso pareció. Pero no es posible. Ese tipo de chico jamás se fijaría en alguien como yo, ese es el tipo de chico que no me registra. Bueno, ese y todos los demás, pero ese es del tipo que jamás me va a registrar. 

  Me quedé tildada mirando el wasap, pensando que podía escribirle algo como para intentar reconectar, retomar el impulso que había tenido, pero no puedo dejar de pensar para qué y después qué. Aparte seguramente él está todavía charlando con la compañera de Simón.

  Solamente le conté a Rosario lo del mensaje de León. Su cara. Entre que me quiere matar, le da bronca y está resignada. Se paró para salir en el recreo y apuntó con su dedo mi cabeza.

  —El problema está acá, ¿sabés? No son los kilos que vos pensás. Dejate de joder, Rafaela.

  Sí, se calentó. No sé ni para qué le conté. Como mucho le iba contestar un mensaje, él me iba escribir una pavada y ya. Ahí iba a quedar.

  O no. Y jamás me voy a enterar.

  Me quedé chequeando el celular cada tanto. Como si fuera a pasar algo. Como si de repente fuera a sonar. 

Intermitente RafaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora