Capítulo 48 🎻

2.2K 106 7
                                    

  Mil. Besos.
  Estar sentada en el curso sintiendo que me aleteaba la piel ahí donde León me tocó. Como si me hubiera despertado. ¿Cuántos besos te podes dar con alguien sin cansarte? ¿Cuánto te podes mirar? Amar cada momento. Un nudo de mariposas en la panza. Que el nudo me escale la garganta y me estalle. Sentir todo el vértigo, el deseo, el miedo, todo en la garganta.

  Caminar unos metros hasta el auto deteniéndonos a darnos más besos. Que me atraiga hasta su cuerpo tibio. Que me agarre la cara, como la primera vez en la fiesta, para besarme lento.

  Feliz. Feliz. Feliz. Feliz.

  Nos quedamos en el auto estacionados delante de casa hasta las cuatro de la mañana. Me costó dormirme. Me costó despertarme. Hubiera faltado otra vez, pero no daba. Alguna vez al colegio hay que ir.

  Bajé a desayunar con la sonrisa tatuada en la cara. ¿Cómo se hace para dejar de sonreír? Pero ni quiero. Mamá desconcertada. Como si ya no me conociera. Me corto el pelo. Me sancionan. Salgo más que Aitana. Sonrío todo el día. Y pensarlo me hace sonreír más todavía.

   Rosario me escribió en el borde de su hoja:

   ¿Pasó algo? Me imaginé a qué se refería.

   Nop, le contesté en el borde de la mía y le agregué besos 1.000.

   Lo único, León faltó.

   Con lo tarde que nos habíamos acostado, me imaginé que se había quedado dormido.

   Estuve charlando con las chicas en los recreos. En el último, cuando volvíamos al curso y pasábamos por el de Simón, sentí una mano que agarraba la mía. Giré y lo vi entre sus compañeros que entraban para la última hora.

   —¿Hablamos a la salida? —me preguntó y sonrió—, dale.

   —Dale —le dije y sonreí. Pero no por él. Venía sonriendo todo el día. Era la sonrisa quinientos cuarentena y ocho.

   Algún día iba a llegar hablar con Simón.

   Tanto tiempo lo había esperado. Tan poco lo necesitaba ahora.

   Ni siquiera estaba nerviosa.

 

Intermitente RafaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora