Capítulo 31 🎻

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Había una vez un papá. De esa época me acuerdo del violin y un olor. Pero ni siquiera sé si el olor que recuerdo es el de él. O es un olor que construí, que inventé para que llene su ausencia.

Aitana no me preguntó lo que decia la carta y yo no le conté porque ella no quiere saber. No la voy a transcribir porque sería como una reivindicación. La mejor decisión del mundo fue ir a un lugar abierto a leerla porque nada se impregnó de lo que leía, y siempre se ve todo diferente cuando estás al aire libre, ves que hay más mundo que tu habitación y tu historia, sea lo que sea que te esté pasando, siempre hay más. Y me hizo bien leerla con mi hermana porque lo sentí como un mimo, que esta tarde yo era lo más importante para ella. Ser la hermana menor por un rato, sentir amparo, no está nada mal. No es que me dio otro abrazo como el de la cocina pero todo, seres eólicos, la ruta, el sol, aire fresco, todo, se sintió como un abrazo.
Manuel dice que le costó mucho tiempo animarse a acercarse después de haberse ido. Que le gustaría en algún momento poder conversar conmigo mirándome a los ojos. Primero porque no ve la hora de verme y segundo para poder explicarme lo que le pasó, que es bastante inexplicable. Buenísimo que él mismo lo esté notando. Me pide perdón por no haber estado. Pero que eso es algo que le gustaría poder decirme en persona. Que va a esperar el tiempo que yo necesite para encontrarnos, si es que alguna vez quiero verlo. Tampoco que se victimice. Que va estar un mes y medio acá, que habló con mamá. ¿Mamá vendría ser Nadie?, ¿mi mamá?, ¿hablaron? Que le comentó que estaba y que iba a escribirnos. Está parando en lo de un amigo. Deja un celular, un correo electrónico y firma "papá". Medio atrevido firmar "papá".

  Mil veces pensé en googlearlo. Pero sentía que me iba a quebrar si lo veía, si sabía algo por internet iba a ser horrible. Mi papá, ese que aparece en Facebook, en Twitter o lo que sea. Por eso yo no tengo nada, porque tampoco quería que me viera. Ni que supiera de mí. Aitana sí tiene, pero que yo sepa tampoco lo googleó nunca.

  Antes de despedirse dice que Aitana y yo somos lo último en lo que piensa antes de dormir cada noche. Sí, muy conmovedor. Todavía no entiendo cómo puede dormir cada noche después de haberse ido así. Yo no podría.

  La realidad es que tengo un mes y medio para decidir si quiero saber si el olor que recuerdo es el de él.

Intermitente RafaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora