Capítulo 61 🎻

1.8K 84 13
                                    

  Era Simón. Ahora soy Veneno. 

  Media hora más tarde me sentía pésimo. La forma de mamá no es mi forma. Hace lo que puede, es cierto. Pero se había ido al carajo con lo de que como porque no hablo. Aunque sea cierto en cada letra y espacio. Son las cosas que no le decís a tu hija. Por lo menos no así. Y son las cosas que ella insiste decirme a mí. 

  Pasaron diez minutos de nuestra discusión feroz, que se prolongó entre Aitana y ella una vez que encerré en mi cuarto. Escuché que mi mamá se iba. Arrancó el auto casi arando la puerta de casa. Ella también tiene su carácter. 

  Me cambié porque no me soportaba un minuto más el uniforme. Jean, camisa de jean, y me volví a tirar en la cama. Y así me quedé hasta que Aitana me mandó un mensaje:

  Dale, ya está, bajá.

  Asomé mi cabeza virulenta por la escalera y bajé con Minerva, que había permanecido refugiada en mi cuarto durante la discusión. 

  Aitana no me preguntó nada de papá.

  —¿Almorzaste? Yo estoy famélica —me dijo—, podría preparar una ensalada con esas milanesas que quedaron de ayer y nos sentamos ahí afuera a comer al sol.

  No me gustan mucho las ensaladas pero Aitana le estaba poniendo onda. Miré el patio. Ese era uno de nuestros lugares y hacía mil años que no nos sentábamos al sol.

  —Dale —le dije.

  Aitana abrió su notebook sobre la barra desayunadora y puso música.

  La ira-ola tsunami se replegó dentro mío. Y me aquieté. Pero ahí está. Ya lo sé.

  Nos sentamos contra la pared de la puerta-ventana mirando los papiros contra la pared de enfrente. Teníamos un gajo de sol para nosotras. Comimos en silencio. Cuando terminamos me dijo que cuando necesite hablar le avise. Le pregunté si había sido muy dura con mamá y levantó los hombros.

  —Todos hacemos lo que podemos —fue su conclusión.

  Lavando los platos, mientras Aitana subía a estudiar, me quedé pensando si ella se pregunta algo. Hermética. No parece tener una sola emoción. Nada de curiosidad, como si realmente no le importara absolutamente nada de Manuel. Y conociéndola sé que es imposible. Le importa. Le importa tanto, le duele tanto, que solo puede reaccionar así. No hay otra posibilidad. Ella lo conoce más que yo, se acuerda más, ella se acuerda de todo. Ni siquiera tuvo el violín para que la sostenga. Se preocupa por mí, se pelea con mamá, me defiende, me dice que cuando quiera hablar le diga, y a mí me preocupa ella. Que no habla, ni come por no hablar, hace como si nada. Y es imposible que papá con su mujer y su niña-hija a unas cuadras sea como si nada.

  Hubiera querido poder ir a abrazarla pero no sabía cómo empezar. Y sé que su reacción más probable va a ser la ironía. Su escudo. Y no quiero que me lastime pero quiero estar cerca. No quiero que me duela pero no quiero que se sienta sola. No quiero que me diga de todo de papá porque en mí hay una posibilidad.

  Necesito que me abracen ahora y no sé cómo abrazar. Chicas difíciles las Rivera. No sé si aprendés a abrazar siendo abrazado o abrazando. EL huevo o la gallina. Como sea. Aitana en un cuarto. Yo en el de al lado.

  Las rectas paralelas.

  I m p o t e n c i a.

Intermitente RafaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora