Capítulo 68 🎻

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Vulnerable. Así, cuando le escribí a Manuel. Le puse:

  Manuel, podríamos vernos antes de que te vayas. 

  Y firmé: Rafaela. Como si hubiera que firmar en un mensaje. 

  Hielo. Pero hielo es lo que hay. Que se la banque. Intenté escribir "papá", pero no, no puedo, no hay forma. Me es violento decirle "papá", forzarme. Aunque lo es. A veces se me escapa. Decir "papá", nombrar "papá", es mucho más que serlo biológicamente. Y menos pude ponerle " un beso" o algo así. "Saludos" tampoco daba.

  Me contestó bastante rápido.

  Rafaela, claro. ¿Podría presentarte a alguien cuando nos veamos? 

  , le respondí. Me imaginé, tampoco es que soy la deducción caminante, que era a su mujer y su hija-niña.

  Y me invitó a un asado en la casa de su amigo el domingo.

  Pensé en decirle "bueno flaco, dale, que no sean cuarenta personas". Un asado un domingo me sonó a los tuyos, los míos, los de aquel y los del de más allá. Ni ganas. No me divierte la gente en montón. Y la realidad es que yo quiero conocer a la hija. La mujer ni me va ni me viene. Qué sé yo. Ponele, en el mejor de los casos es lo más y no la madrastra de Cenicienta. Pero la hija, sí.

  Tardé tanto en contestarle que creo que se dio cuenta. Al final soy su hija y se nota, porque me aclaró:

  Vamos a ser los cuatros para almorzar y vamos a tener tiempo para charlar nosotros dos. 

  Al final un día iba a llegar esa presentación, al menos decir "ah, mirá, te conozco, sos la mujer de mi progenitor, y sobre todo, vos sos mi hermana, por si nos cruzamos en la calle un día y sabemos quién es la otra".

  Recordé que uno teme lo que más desea. O algo así.

  Y escribí:

  Ok.

  La alegría de vivir mi respuesta.

  Tampoco que me pidiera alegría. Lo estoy dejando acercarse. Me estoy acercando.

  Por ahora, con eso basta y sobra. 

Intermitente RafaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora