Rosario se quedó muda del otro lado del teléfono. Ya nadie hablaba por teléfono pero hay cosas que no se pueden wasapear; todo, mensaje de Simón incluido valía un llamado.
Hizo un silencio y después se rio.
—Me preocupa qué es lo próximo—me dijo—empezaste con un corte de pelo hace una semana, ¿y ahora esto? ¿Qué se viene?
Le conté lo que había pasado a la tarde. Todo el recorrido.
Y cuando terminé. no me preguntó, lo afirmó:
—Te gusta León.
Silencio.
Y de Simón me dijo que los hombres, tal vez un poco mucho lo de "hombre" para él, pero sí, ponele, perciben cuando aparece otra persona. Que claro, mientras yo estuve pendiente (¿hace cuanto igual no estoy pendiente de él?), él distante. Ahora aparece alguien que me interesa y él vuelve. Me dijo:
—Como diría mi mamá, "ni come ni deja comer".
Igual a ella, por más que no lo dice, le cae bien Simón, a pesar de su desaparición abrupta del año pasado.
A él no le contesté. Miré su mensaje harías veces pero qué se contesta a algo así, ¿gracias?
Dice Rosario, que siempre disfruta analizando lo que se dice entre líneas, que para ella el mensaje de Simón me gusta tu pelo corto es Me gustás. El pelo es anecdótico. No creo gustarle. Después de la rubia quinientos veinticuatro no creo que le guste yo. Sería rarísimo. Igual le conté por contarle porque a mí qué me importa todo lo que le pase a Simón. Nada. Ni un poco.
Me preguntó cómo me despedí de León. Qué sé yo. Común. Un beso y chau, nos vemos. No sé que esperaba. Ni le conté la ridiculez que pensé, que era posible, en el imaginario casi infinito de lo posible, que él me besara. León no hizo absolutamente nada que me pudiera hacer pensar eso. Mi imaginación fue. La cantidad de películas que debo haber visto en las cosas les pasan a los invisibles. En la vida real esas cosas no suceden. Solo eso me puede haber llevado a imaginar algo así. Aparte me hubiera derretido si pasaba. Ahí. Literalmente.Me preguntó Rosario si León me había escrito. Hace dos minutos que se fue de casa, bueno, un par de horas, ¿para qué me va a escribir? Dice que para decirme lo que pasó. Ahí me reí, sí, la pasamos bien, tampoco es que pasó nada tan descomunal.
Antes de cortar me animé y le dije que ni por un minuto había pensado en los kilos de más. Ni en cómo me veía en la bici, ni en qué pensaba él de eso.
—Salí más con él—fue su conclusión—, es relajado. —Hizo una pausa y antes de que cortáramos porque la llamaban para cenar, me dijo—: El viernes salimos. Después de lo de hoy, ni se te ocurra decir no.No dije nada.
Me quedé pensando en eso. Lo ideal sería que no sentir mis kilos constantemente como un límite, como el principio y el fin de todas las cosas, no tuviera que ver con León sino conmigo. Digo, qué sé yo. Ahora me llaman a mí a comer. Después sigo.
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Intermitente Rafaela
Teen FictionRafaela no quiere que termine quinto año, no sabe qué va a estudiar y teme que se desvanezcan los vínculos con sus amigas. Y a pesar de las ausencias de su papá y de Simón, y de que todavía se siente invisible para los demás, se empieza a dibujar a...