Capítulo 37🎻

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  Mi mundo visto desde la posibilidad de irme cambió completamente. Todavía es una idea y no me dan ganas de que todo el mundo se meta a opinar que sí, que no, que por qué no mejor tal cosa. Hasta no estar segura no voy a decir nada.

  Una fiesta en la casa de uno de los compañeros de Simón, uno de los nuevos amigos de León, antes hubiera sido un no. Rosario me hubiera insistido hasta que yo dijera un arrastrado o un no definitivo. Ahora, vista desde la posibilidad de irme, la fiesta fue un sí. Podía ser una de mis últimas fiestas, me quedan meses de colegio y vacaciones pero fiestas tampoco hay todos los días. Las caras de Tania y Wanda cuando acepté. No están acostumbradas. Rosario creo que se la está viendo venir un poco más.

  El plan fue simple. Ocuparme de la ropa. Porque tenía claro, la quería romper. Dentro de las posibilidades de romperla, con todo lo que se puede complicar no pesar dentro de lo esperado. Inclusive parece que tener kilos de más ya de una, resta, o sea que mi sensación es que siempre tengo que hacer un esfuerzo extra. Es un problema encontrar una camisa que te entre. Un jean para cadera ancha y cintura angosta es dificilísimo de encontrar. Pero me dije "basta de quejarte". Me había tomado un día entero para sentirme mal. Y de repente tuve ganas de sentirme bien. Decidir no ver a papá me había aliviado tanto. Si un día tengo ganas de verlo, lo buscaré, pero ahora me genera un estado de ansiedad e incertidumbre que no sé cómo manejar. Y ya bastante tengo con otras cosas.

  Entonces mi plan: la ropa. Le pedí ayuda a Aitana. Salimos en el auto el sábado después de desayunar. Fuimos hasta el shopping, lo revisamos todo. Intuí que podía ser una mala idea que estás yendo a un lugar donde posiblemente nada te entre. Pero la seguí. Y pensé que nada me iba a entrar y tenía los ojos llenos de lágrimas de la bronca feroz que me da probarme top en probadores donde apenas entro yo. Aitana me miraba y me di cuenta de que estaba entre indignada e impotente. Hasta que en el lugar menos pensado, uno de esos a los que ni loca hubiera entrado, encontré una túnica increíble. Fuimos por Aitana. Me pidió si no la bancaba un toque para ver algo para esa noche. Entramos, me senté en un sillón que había en una especie de living para maridos embolados, bueno, no sé si era para eso, pero al lado mío habían dos. Me quedé mirando el lugar. Las chicas que atienden no sé de dónde salen porque no pueden más, todo les queda bien. Aitana se probó algo, salió negando con la cabeza, como que no era para ella. Siguió buscando entre los percheros y a los pocos minutos la vi venir caminando hacía mí con una sonrisa enorme en la cara. Me pregunté qué había pasado, me incorporé en el sillón y la vi levantar cual bandera una percha con la túnica. Mi sonrisa. Lo supe. Amor. A primera vista. Bien hindú. Con mangas anchas, "murciélago" creo que se llaman. Y los colores, entre violeta, amarillo, turquesa. Amé. Y supe que me iba a entrar. Así como se sabe algunas cosas. Y ahí sí, miré la etiqueta para ver el precio. Imposible. Era un precio imposible. Mi cara se debe haber transformado. Aitana me dijo "Si te queda bien, la llevamos, olvidate del precio". Le dije que no, pero Aitana es imparable.

  Y en un probador amplio como para mí, como para cualquiera, me la probé. Algo tan simple. Mi felicidad. No podía dejar de mirarme.

  De fiesta, yo.

Intermitente RafaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora