Capítulo 21 🎻

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  Sigo sin poder dormir. Seis de la mañana. Domingo amaneciendo y todo es silencio. La ciudad quieta. Solo se mecen los pájaros. Iba a poner "los árboles" pero es evidente que me está afectando la falta de sueño. Hace diez minutos, mensaje de Rosario: El último detalle, el que te parezca insignificante, los quiero todos. Me hizo reír, está loca y amo a mi amiga loca.

  Le contesté rápido: No sé si estás preparada para tanto y un emoticón de carita y guiño de ojo y lengua afuera. Probame, me contestó, llevo todo el secundario esperando este momento. Me reí, ¿qué esperaba que hubiera pasado? Mañana te llamo, le contesté.

  Y me acordé de que había quedado algo del helado que habíamos comprados. Me odié por hacerlo pero lo hice igual, el odio pasa. Bajé la escalera en puntas de pie, lo que menos quería era que mamá me viera llevándome el helado al cuarto y me hiciera algún comentario sobre mis kilos, el helado o lo que fuera. Fue simple. Freezer. Pote. Una cuchara sopera. Si la hacemos bien, la hacemos bien. El helado y yo al cuarto. Para eso sí que Rosario no debía estar preparada. Me senté apoyándome contra el respaldo de la cama. Y comí despacio para que pasara el tiempo. Sentía que no me iba  a poder dormir nunca. El instante del pasillo como un eco eterno en mi cabeza.

  Y en un momento me acordé de León. En realidad, de algo que me había dicho cuando terminamos de ver la serie. En un rapto de sinceridad, un acto suicida, le pregunté:

  —¿Qué haces acá?
 
  Me miró.

  —¿Acá en tu casa o con vos?

  —Acá conmigo.

  —Simple. Estoy conociendo a la chica con más personalidad del colegio.

  Mis ojos, desorbitados.

  —No—le dije—, te habrás confundido de chica, de colegio.

  —No creo—me dijo mientras se acomodaba contra el respaldo del sillón—, fijate, cuántas chicas se cortaría el pelo así y cuántas vendrían a hablarme como hiciste vos el primer día.

  Malísimo. Había creado un universo con los dos posibles actos más osados de mi vida.

  Me reí.

  —Puede que sean las primeras dos cosas de ese tipo que hago en diecisiete años.

  —Mejor—me dijo—, soy testigo del principio.

  El principio.

  Amé que dijera eso.

  Amé y sigo amando.

Intermitente RafaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora