24. En pedazos

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CHAD

Las manos sobre el volante me temblaban. Todo en mí temblaba. Temblaba de la ira, de la rabia contenida, del puto dolor consumido en mi alma por la traición de Corinne. 

En ese momento representaba un peligro para el mundo, ni siquiera me atrevía a detener el puto coche cuando el semáforo se ponía en rojo, en cualquier momento podría venir un policía de transito a joder, pero más bien le convenía no hacerlo si quería seguir viviendo. 

Estaba más que rabioso, no me importaba el mundo, me importaba romper a pedazos a Abel y a Ian. 

Mi celular comenzó a sonar con desesperación. Era Corinne. Sonaba una y otra vez. Se hicieron 2, después 5 hasta llegar a 40 llamadas perdidas de ella que no respondí. A ella no quería verla en pintura, le tenía un coraje enorme.

Me había comportado como todo un hijo de puta con ella y lo aceptaba, no me arrepentía. Mi principal problema era Ian y Abel, uno era mi amigo, el otro mi peor enemigo. Después que perdí a Elliot creí que Ian podría ser buen compañero, pero definitivamente me equivoqué. Me traicionó y aunque no toda la culpa la tenía, siempre tuvo claro lo importante que era Corinne para mí, incluso él fue el primero en descubrir que sentía algo por Corinne en el instante cuando me vio abrazándola sobre la cama después que ella se había emborrachado cuando apenas tenia diecisiete años. 

Corinne no era mía, y nunca lo sería porque no era un objeto, era mi otra alma, y por eso mismo me dolía todo lo que hacía porque siempre esperé la traición venir de todos, menos de la otra mitad de mi alma. 

Cogí el teléfono y le marqué a Wegziehen. No respondió. Sonaba ocupado. Corinne seguramente estaba detrás de esa llamada por lo cual supuse que le estaba ordenando llevarle los niños a ella antes que yo llegara y se los quitase. Definitivamente no iba a dejarle ganar. No se estaba metiendo con el diablo, se estaba metiendo con alguien peor: con Chad Parker.

Bajé del coche hecho un caos, empujé a los de seguridad y subí con pasos toscos y pesados a la oficina de Wegziehen y como si fuera suerte del todopoderoso quién venía saliendo era nada más y nada menos que el hijo de puta de Abel. Wegziehen estaba detrás de él y en su mirada noté que Corinne ya le había contado todo por llamada y por la mirada de Abel, supe que él ya sabía a que había ido hasta allí.

Sus ojos grises me contemplaron fijamente y comprendió lo que estaba pasando, y levantó las comisuras de sus labios, no como una sonrisa, sino como un saludo de viejo amigo.

-Ya veo -pronunció con voz baja, sin apartar su mirada de mí. No me temía, realmente no lo hacía y eso me hacía encabronar más-. En serio que...

No terminó de hablar cuando me vio decidido hacia él preparado para darle una buena paliza y se quitó rápidamente la chaqueta que traía encima porque estaba claro de mí no se iba a dejar.

-¡Chad no! ¡Detente, maldita sea! -gritó Wegziehen y llamó a sus hombres para que me detuviesen.

-¡Ni te atrevas a meterlos porque soy capaz de matarlos a ellos y a todos los que se interpongan en mi puto camino! -amenacé violento.

-¡Vamos, hombre! -gritó Abel desafiándome con su mirada-. ¡Acaba esto de una vez y tócame porque créeme que no te lo permitiré!

Y dicho y hecho le dejé caer un buen puño en su mandíbula tanto que tronó. Abel dio un paso hacia al recibir el impacto de mi golpe, pero claro que eso no lo iba a debilitar, lo iba a encender. Llevó su mano donde lo ataqué para procesar que todo estaba en su lugar y después me con un odio absoluto. Y sin esperarlo más se lanzó contra mí, lo recibí con otro puñetazo y mi rabia era tanta que lo tomé del cuello y lo empujé contra el suelo.

Caricias en Llamas 3 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora