46. Arderemos juntos

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CHAD  

¡Y encima la muy hija de puta lucía un vestido negro, como si estuviera yendo a un funeral, pero no al suyo, claro que no, señores, el ambiente iba arder bien bonito!

El vestido de tela de seda oscura se pegaba a sus curvas como una segunda piel sin dejar nada a la imaginación, terminaba hasta la mitad de sus muslos gruesos, detallando cada curva mortal de su cuerpo, su escote era demasiado revelador luciendo con orgullo la base de sus dos tetas redondas y firmes, así mismo con el pequeño vestido negro de tirantes delgados dejaba a la vista la herida del balazo que le había disparado en el hombro. No sé si para recalcar que no lo había olvidado, o para recalcar que cada herida se las iba a cobrar caro. Hoy. En este momento. Ahora.

Tragué saliva con fuerza, tratando de asimilar la situación caótica que se vendría a continuación.

Corinne dio un paso calculador hacia Azul quien la miraba explotando en rabia, ira por haber asesinado a uno de sus hombres, pero tan rápido como Corinne dio un paso hacia adelante, Michelamierda entró al lugar como una clase de héroe, su pecho subiendo y bajando debido a su respiración agitada y entonces sus ojos se clavaron en Azul, con aturdimiento.

La mujer frente a él dio un paso hacia atrás al verlo, como si hubiera recibido el golpe de un martillo en la cara.

Corinne miraba a todos con profundidad, maldad y dominio. Mantenía una sonrisita sombría sobre su rostro malévolo. Analizaba el cómo nos mataría, probablemente. Ignoraba el hecho de que Wegziehen, el hombre que ella tanto amaba, estaba en el suelo sufriendo una gran conmoción por verla allí, vivita, después de pensarla muerta, pero ella no fue a su encuentro, su mirada fría estaba posada justamente en . Me hacía sentir nervioso, he de admitirlo.

Ian miraba con horror a Corinne, la contemplaba con odio y horror, Joaquín seguía impresionado, pero mantenía un aire calmado. Susan ardía en coraje sin comprender que carajos ocurría.

Azul fue la primera en hablar:

—¡Angelo! —le gritó Azul a su ex hombre. Yo sabía que eran pareja por el hecho de que cuando había secuestrado a Angelo, había investigado que tenía una mujer, y relativamente debía deshacerme de ella, pero estaba tan ocupado en otros asuntos, que no creí importante matarla, hasta ahora.

Maldita perra loca.

—Azul —murmuró él con voz seca, colocándose a lado de Corinne, como si fuera su perro guardián. Por la forma en que actuaba y miraba el lugar, me di cuenta que tenía miedo, él había llevado a Corinne allí, había traicionado a su mujer llevándole a la mujer que creía era la culpable de todas sus penas.

Reí, claramente divertido por la situación, y rápidamente cubrí mi boca, dándome cuenta que no era el momento.

Pero mierda, en serio que daba risa.

Corinne sonrió irónica al ver la situación en que se encontraba Deyna, quien se retorcía de dolor sobre la mesa sin dejar de derramar sangre, yo sostenía dos de sus brazos sobre mis hombros y su cuerpo entero seguía pegado a la mesa, retorciéndose con agonía; quería cargarla a mi pecho, pero eso iba a lastimarla y a alertar a Azul y a sus hombres que pretendía llevármela. Y alertarles, iba a ponerla en peligro.

Deyna Ferdinand no debía correr peligro.

Me quedé quieto, no por miedo, sino por la forma en que Corinne, el pequeño demonio vestido de negro, me miraba con aquellos oscuros ojos dignos de un puto cuento de hechicería negra; ella me analizaba y sonreía, no sé si burlándose de la situación o divirtiéndole ver como se encontraba Deyna con el coño destrozado. De igual manera sonreía, y sonreía con una malignidad que me hizo creer que me estaba viendo a mí mismo reflejado en ella.

Caricias en Llamas 3 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora