31. El regreso de Natalia

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Corinne.

Observé impactada a Wegziehen, sin saber que decir o hacer. En realidad
nunca me imaginé este momento, lo creía imposible, o tal vez muy lejano,
pero no esperaba que fuera pronto. Natalia había despertado y no estaba
segura si quería saber toda la verdad porque al hacerlo mi corazón volvería a
quebrarse y no estaba preparada para destruir lo poco que había logrado
construir en este tiempo.
Mis labios comenzaron a temblar y los mordí para soportar el miedo en mi
interior.
-Si no estás lista podemos esperar, Rinne -musitó el alemán leyendo el temor
en mi mirada.
Negué rápidamente apretando los ojos y traté de parecer tranquila.
-Quiero acabar con todo ya, Wegziehen -mascullé, él no creyó mi estabilidad
pero asintió. Me di la vuelta caminando a la habitación de Natalia, toqué la
puerta y no hubo respuesta así que entré lentamente.
Cada paso que daba era como una eternidad, sentía derrumbarme porque sea
lo que consiguiera de Natalia no iba a ser algo bueno.
Cerré la puerta detrás de mí y contemplé a Natalia, estaba hecha un horror,
todo su cuerpo estaba quemado y cubierto de vendas para cubrir sus heridas,
pero incluso la sangre atravesaba las vendas que le rodeaban como si fuera
una momia. Oh Chad ¿por qué hacerle algo así a tu hermana? Si la protegías
tanto ¿por qué hacerle eso?
Di un paso hacia ella, tenía miedo, no a ella, sino de lo que podría averiguar.
Una parte de mí quería saber todo, saber el porqué de tantas cosas, pero otro
lado de mí no quería porque sabía que las respuestas que obtendría serían
malas. Y quizás, no estaba preparada para escucharlas.
Me le quedé viendo profundamente, sin saber como empezar o que decir.
Estaba rabiosa si, la ira me recorría porque verla me recordaba sus traiciones,
el como le sufrí junto a mi hermano y a base de ello terminamos por
distanciarnos y no solo de él sino también de Chad. Su "muerte" trajo
consecuencias a nuestras vidas, y su forma de liquidarnos nos despedazó por
completo.
-Ya... es-estarán felices -susurró arrastrando las palabras sin siquiera mirarme.
Su voz estaba ronca. Supuse que de tanto gritar después que habían
intentado quemarla viva.
Yo tragué saliva al escucharla y caminé más a ella sin dejar de contemplarla
con temperamento, cada segundo que transcurría se me hacía eterno. Me
sentía en una pesadilla de la que desconocía su final. Y eso me provocaba
mucha ansiedad.
-Todo esto te lo has conseguido tú, Natalia -susurré fríamente en lo bajo sin
dejar de mirarla con callosidad. Era imposible que sintiera lástima por ella en
estos momentos, sentía de todo, menos dolor por ella. Se merecía eso y más.
Ella me ignoró entrecerrando los ojos, y tuve oportunidad de acercarme más a
ella.
-Dime un porqué, Tayde -musité lentamente ladeando una sonrisa cínica al
mencionar la puta identidad que había tomado para engañar a todos. Dentro
de mí sentía mucho dolor porque en el pasado fue una persona que quise
mucho, fue mi primer mejor amiga, y confié tanto en ella sin saber que en un
futuro terminaría por ser mi peor pesadilla, pero ahora no era más que una
perra que moría por hacerla sufrir así como ella me había hecho sufrir.
Natalia no apartó la mirada de la ventana. Sus ojos estaban clavados en la
nada, hacía el esfuerzo de ignorarme.
-Chad -masculló después de un tiempo con voz áspera y ronca.
Respiré hondo y asentí.
-Sé porqué hiciste lo que hiciste, ahora quiero saber quién te ayudó -presioné
fría y severa.
Ella permaneció quieta, callada ante mí y dejé salir un bufido. No iba hablar
tan fácil, no era tan idiota, pero no estaba en posición de negociar ni yo para
darle una oportunidad.
Ambas nos quedamos sin decir nada, ella respiraba agitada sin apartar sus
ojos de la ventana y yo no dejaba de contemplarla con precisión.
-Eras mi mejor amiga... -susurré lentamente, interrumpiendo el incomodo
silencio que se había formado en la habitación-. ¿Por qué tuviste que llegar a
tanto? -Era una de mis tantas cuestiones, ¿por qué tanto daño hacia mí? ¿por
qué ser tan cruel?
-Y t-tú eras la mía, Corinne -musitó con voz seca, áspera, lejana. Hablaba sin
fuerzas. Estaba débil, parecía estar por morir, pero no era así, acababa de
despertar y el hecho de estar cautiva sin comida ni agua y quemada eran las
razones por las que estaba así, sin embargo, eso no la hacía débil. Ella era una
perra sin piedad.
No dejé de mirarla con firmeza a pesar que me sentía desmoronar al recordar
el pasado cuando habíamos sido amigas.
-Pude ayudarte, Natalia -musité mirándola con firmeza-. Pudimos luchar
juntas, no tenías porque hacerme sufrir en el proceso de tu venganza, no
tenías porque jugar con el amor de tu vida... destruiste nuestras vidas -musité.
Natalia permaneció inerte a mis palabras y lentamente volvió su mirada a mí,
explotando en rabia y dolor. Sus ojos estaban rojos de tanto sentimiento y
rencor que guardaba dentro de ella.
-¡¿Tú crees que disfruté haciéndolo?! -levantó la voz-. Nunca pudiste haberme
ayudado Corinne porque elegirías sin dudar a Chad. Una vez lo discutimos y
me di cuenta que estarías con él pese a todo -tragó hondo-. Te lo dije
Corinne, él nunca querrá a alguien si no sabe quererse a sí mismo -citó una
frase que me había dicho cuando Chad y yo habíamos peleado después de
una fiesta y ella ahí estaba apoyándome como si en un futuro no fuera a
joderme la vida-. Y tarde lo has descubierto ¿no es así? -rió como psicótica-
.
Nunca le importaste, Corinne, siempre me protegió a mí cuando se supone
que eras alguien importante para él, pero al parecer terminé siendo más
importante yo que tú.
Sentí una punzada en mi pecho y apreté los ojos sin dejar de contemplarla ni
permitir que me lastimara con sus estúpidas palabras. Trataba de
manipularme, de lastimarme más de lo que ya lo había hecho, pero no se lo
iba a permitir. Ella podía ser muy hija de puta, pero yo era peor.
-Él no sabía que ibas a terminar siendo mala -defendí duramente con la
cabeza bien alta y apretando los dientes con fuerza porque el rencor me
recorría y verla solo me daban ganas de matarla con mis propias manos, pero
no iba actuar sin antes ganar.
Natalia suspiró.
-Yo nunca fui mala Corinne, me hicieron mala -musitó fríamente.
Me acerqué más a ella sin dejar de contemplarla con profundidad.
-Y en el proceso de vengarte me arrastraste contigo, Natalia -ataqué dura-
.
Tantos secretos, tanto dolor... terminé convirtiéndome en una asesina.
-Chad te convirtió en eso, no te equivoques. Terminó por contaminarte que
terminaste siendo igual que él.
Negué lentamente.
-Te equivocas -precisé-. Nos equivocamos tanto, pero también luchamos
mucho y cuando llegamos al punto en que creímos que estábamos bien,
llegaste tú. Por un instante fuimos felices -la voz me tembló y proseguí
sintiéndome más audaz que nunca-. Habíamos cambiado, nos forzamos a ser
fuertes por nuestros hijos, pero destruiste todo lo que nos costó construir al...
-El nudo en mi garganta se hizo frente y tragué hondo para eliminarlo-
.
Destruiste toda nuestra felicidad, nos hiciste pedazos, nos convertiste en tus
marionetas. Ninguno de los dos supo que hacer con tanto dolor, menos yo.
Nos equivocamos tanto, pero no nos merecíamos tanto sufrimiento, Natalia,
no nos merecíamos que nos hicieras aquello tan terrible -ataqué, mi voz
estaba más fría y severa, mi pecho subía y bajaba a causa del latir feroz de mi
corazón
Ella permaneció quieta ante mis palabras y me contempló profundamente.
-Fui demasiado lejos -susurró entrecerrando los ojos.
-Elliot te amaba... -dije asqueada- Jugaste con él de una manera...
-Y yo a él, pero me dejé guiar, quería hacer pagar a Chad...
-¿No crees que él también tuvo suficiente? -manifesté asqueada-. Se equivocó,
pero trató de remediarlo al protegerte.
-Mató a mi madre, ¿que harías tú en mi lugar? -gruñó con voz cansada-. Todo
lo que ha sufrido se lo merece, él no es un santo. Nadie lo es, Corinne
Patterson.
La miré fijamente y me acerqué más, cuando estuve cerca de ella, sin salida, la
miré profundamente y me agaché a su altura quedando cerca de su rostro. Mi
aliento chocando con el de ella.
-Quieres respuestas ¿no es así? -murmuró antes que yo pudiese decir algo.
Sonrió lentamente y volteó a verme con rivalidad y profundidad, leía que se
divertía en esa situación donde yo era su marioneta la cual podía controlar
con solo una palabra, lo que saliera de su boca sería mi perdición si así lo
quisiese ella.
Yo dejé salir un bufido.
-¿Quién te ayudó ese día a matar a mis bebés? -susurré inexpresiva, mis labios
temblaron al mencionar lo último y los mordí con fuerza mientras
contemplaba a Natalia con desprecio.
Ella abrió en grande sus ojos, sin atreverse a mirarme. Volteó su cara para no
mirar mis ojos y suspiré cansada, ella no iba hablar, no sabía que demonios
quería, pero opciones no le iba a dar.
-Por el amor de Dios, dímelo... -susurré desesperada, sin aliento, sin fuerzas.
Quería que hablara, que detuviera el suspenso en mi vida, pero también temía
su respuesta.
Ella apretó los ojos negándose y supe que me tenía, en ese momento
amenazarla con una arma no ayudaría en nada, conseguir que hablara era
ponerle mi corazón en su mano. Solo así. Pero no era una estúpida, no iba a
darle el gusto de saber que por su culpa estaba sufriendo, no iba a salirse con
la suya al saber que desde que me había matado a mis trillizos yo había
muerto con ellos y ahora solo era una alma en pena buscando venganza por
ellos.
-Estás tan desesperada ¿no es así? -sonrió lentamente.
Yo negué sombríamente. Y sonreí, después dejé salir una carcajada y ella
frunció el ceño ante mi acción.
-¿Qué demonios te causa gracia? -masculló enojada.
-El hecho de que has perdido, Natalia -precisé con voz firme, pero baja-
.
Perdiste esta batalla ¿y adivina qué? Fui yo quién te ganó -sonreí como toda
una hija de puta-. La guerra terminó, te he vencido -profundicé-. Mírate y
mírame, ¿quién está sin fuerzas? ¿Yo que sufrí la perdida de tres hijos... o tú
que te has quedado sin absolutamente nada, incluyendo el amor de tu vida? -
La miraba profundamente, con fuerza y autosuficiencia. No le tenía miedo, a
ella ni a nadie. En ese momento... yo era la puta ama-. Pudiste arrebatarme a
mis bebés, pero lo que jamás podrás arrancarme es mi fuerza, Natalia, y en
eso tú ya has perdido.
La contemplaba fríamente, con rabia. Con frivolidad.
-Ahora, vas a decirme quién te ayudó ese día cuando asesinaste a mis trillizos
junto a Elliot -precisé severa, colocando mi mano sobre su cuello. Jadeó al
sentir mis dedos y se removió un poco asustada.
Me contempló profundamente y susurró lentamente, pero causando un
temblor en todo mi interior, como si cada palabra fuera una piedra y el
objetivo fuera mi corazón porque así se sintió. Sentí horrible, un golpe que
liquidó todo mi interior. Como una bomba.
-Abel... Abel Leviathán -reveló con voz lenta y baja.
Retrocedí un paso al escucharla soltando su cuello. Mi corazón no dejaba de
golpear con violencia las paredes de mi pecho. En ese momento creía morir
porque lo que me había confesado me había dejado aturdida, llena de
emociones que revolvían mi cabeza en un sinfín de emociones.
-¿Qué? -susurré impactada. Mi cuerpo comenzó a temblar y creía desmayarme
ante sus palabras. Todo en mí estaba paralizado.
Natalia no hizo reacción alguna al impacto en mi cuerpo que había
ocasionado con su confesión.
-Él me cedió la dirección -continuó lentamente-, no sabía lo que iba hacer,
pero me la cedió por odio a Chad porque quería vengarse de él, pero Abel
Leviathán no sabía que iba atacarte a ti esa noche. No sabía que tus hijos iban
a sufrir las consecuencias de sus actos.
La respiración comenzó a faltarme y me alejé sintiéndome incapaz de poder
soportar más. Sentía mi cuerpo balancearse. Apoyé mi mano en la pared en un
intento de poder controlar mi cuerpo del disturbio y contemplé a Natalia sin
saber que decir.
Abrí la boca pero no salió nada. Estaba en shock.
Los ojos se me llenaron de lágrimas, pero parpadeé para borrarlas y no soltar
una puta lágrima por nada ni nadie; mi corazón no dejaba de latir con
brutalidad y en mi cabeza comenzó a desarrollarse las escenas de Abel
llevándome a casa en Alemanía después que Chad le pidió protegerme y como
éste quedó inconsciente después que lo atacaron por haberles disparado a la
gente de Cuervo Rojo. En mi cabeza transcurrió la escena cuando bailamos
lentamente Kiss Me y juré en ese momento que lo amaba. Recordé como me
salvó de Gayle, de tantas personas, como luchó junto a mí por encontrar a
Chad y como me protegió de todos. Recordé cuando me abrazó lamentando lo
que me había pasado, pero también recordé cuando se ponía nervioso cuando
tocaba el tema de mis trillizos y me pedía que no siguiera escarbando porque
"iba a lastimarme más" sin tener la más mínima idea de que él era uno de los
responsables de su muerte.
Había sido Abel todo este tiempo.
-No estás hablando en serio... -susurré sin poder ser capaz de tranquilizarme.
Seguía en shock y los recuerdos seguían atacándome, había caído a él como
una tonta y lo protegí incluso de Chad quién finalmente terminó teniendo
razón.
-Él estaba contigo la noche que pasó todo ¿no? -masculló sin mirarme-. Me
contactó porque él solo no iba acabar con Chad, los traicionó si, pero no sabía
que iba ir por ti. Fue el peor error que cometió porque gracias a él dimos
contigo. Se dio cuenta del error que había cometido, pero ya era demasiado
tarde para remediarlo y cuando quiso hacerlo ya habíamos llegado.
-No... -susurré angustiada. No podía ser posible que me haya hecho lo que
hizo-. Él me ama... somos como hermanos, no pudo haberme hecho eso -
musité en estado de shock.
Natalia rió como una loca.
-A ti no, pero a Chad si. Todo este tiempo tu única pesadilla ha sido Chad
Parker porque por culpa suya has tenido sufrimiento tras sufrimiento.
Quizás era cierto, pero tanto yo como Chad hemos luchado por terminar con
su pasado y todo lo que su padre le atormentó, nunca se mereció lo que le
tocó vivir, había cometido errores, pero trató de remediarlos. Y lo que Abel nos
hizo no tenía perdón porque Chad jamás le hizo daño a su madre, a cambio
cuidó de su hijo después que ella fue asesinada. En ojos de otras personas
Chad era el villano, pero porque no leían la otra parte del libro y se daban
cuenta que transitó por lo que creyó correcto para proteger a los que le
importaban y en su camino los malditos traidores no pudieron con sus
objetivos y trataron de joderlo a como dé lugar. No defendía a Chad, defendía
la memoria de mis trillizos y a mis hijos porque al igual como yo, habían
terminado dañados por los enemigos de Chad.
-No puedo creerlo... -mascullé apretando los ojos.
-Entonces pregúntaselo a él, Corinne y verás quién dice la verdad y quién no -
afirmó sin mirarme.
Yo me le quedé mirando, me sentía impotente e incapaz de ir hacia Abel
porque lo quería, porque no me imaginaba que él haya hecho algo semejante
como eso. Y también porque si lo hacía corría el riesgo de que me confirmara
con sus propias palabras la realidad y eso solo significaba una cosa que nos
llevaría a una tragedia.
Me di la vuelta y salí corriendo de allí, en el pasillo estaba Wegziehen junto a
los demás, pero choqué con él ignorándolo completamente.
-¡RINNE! ¡¿Qué ha pasado?! -gritó, pero el dolor dentro de mí me obligaba a no
tener uso de razón.
Monté el coche y me dirigí rápidamente a donde estaba Chad, en este
momento tenía la necesidad de contarle lo que me había confesado Natalia
porque se trataba de una traición a los dos, sabía que él no tenía idea de ello
porque si así fuera quizás no hubiera permitido siquiera que Abel siquiera
viviendo, no cuando lo odiaba tanto.
Entré corriendo a la bodega donde lo había secuestrado, pero me llevé la
sorpresa de que ya no estaba. Joaquín se lo había llevado.
Sentí mucho coraje y desesperación porque temía lo que pasaría, necesitaba
que todo parase ya sin complicaciones de por medio.
Wegziehen comenzó a llamarme, pero lo ignoré yendo hacia la oficina donde
trabajaba Peter para buscar a Chad, era poca la probabilidad de encontrarlo
allí pues desde que estaba con la idiota de Deyna había dejado de trabajar ahí,
pero intentaría hasta por debajo de las piedras con tal de encontrarlo; en este
momento me sentía incapaz de atacar a Abel sola, no por falta de fuerza, sino
porque la muerte de los trillizos debía ser vengada por ambos. Aunque odiaba
a Chad con todas mis fuerzas, él merecía el honor de hacer pagar a Abel.
Apagué mi celular para que Wegziehen no me distrajera y me concentré en mi
camino, las manos me temblaban, estaba jodidamente fuera de control. Tardé
una hora en llegar y subí corriendo el edificio.
Entré a la oficina de Peter creyendo que quizás allí estaría Chad, pero a quien
me encontré fue nada mas y nada menos que a Abel.
Sentí un golpe en mi interior y lo miré con turbación. Con asco. Con repulsión.
Abel alzó sus cejas oscuras al verme y se levantó de su silla para venir a mí.
-Corinne ¿qué haces aquí? -saludó sonriendo, pero retrocedí un paso
alejándome de él como si en ese momento tocar su piel fuese fuego.
Tragué saliva e hice lo posible por hablar, disimulando el descontrol dentro de
mí.
-¿Qué haces tú aquí? -susurré, mi voz había sonado ronca.
Abel frunció sus cejas oscuras
-Estoy esperando a Peter, pero ya tardó en llegar. Iba preguntarle si sabe algo
de Angelo pues no se ha presentado a trabajar y ahora más que Abraham ha
nacido lo necesito.
Tragué saliva fuertemente, sus ojos brillaban de felicidad a causa de su nuevo
bebé y eso hacía imposible que pudiera enfrentarme a él. Oh Abraham que
culpa tenía de tener un padre tan desgraciado.
-Natalia ha despertado -susurré lentamente y la expresión en su rostro
cambió. Tragó saliva fuertemente y palideció un poco.
-¿Te ha dicho algo? -musitó y tuve aprehensión de escucharlo, tenía la
esperanza que todo fuera broma, pero sus expresiones me hicieron entrar en
razón.
-Me ha dicho lo suficiente, Abel -murmuré con voz áspera y firme.
Abel me contempló profundamente mientras se acercaba a mí, pero yo
retrocedí pasos lejos de él.
-Lobita... -susurró soltando un suspiro sabiendo lo que ocurría.
Apreté los ojos y negué no queriendo escuchar más.
-¿Es verdad? -susurré sin mirarlo. Él me miraba atónito y pidiendo piedad con
su mirada, con aquella mirada que en un pasado me había enamorado.
-Déjame explicart...
-¡No quiero escuchar nada! -atajé asqueada y sobresaltada.
-¡Me dejé llevar por el coraje, por la venganza, quería hacerlo pagar!, yo... no
me atrevía a joderlo por ti, pero entonces pensé en alguien más que pudiera
hacerlo por mí, fue difícil, pero llegué con un tal Dante y le hice saber el
paradero de Chad. Yo no sabía que iban a herirte, Lobita. ¡Créeme! -levantó la
voz.
Abrí la boca queriendo decir algo, pero me había quedado impactada. En
shok. Retrocedí un paso sin fuerza y apreté los ojos.
-Mis hijos... -mascullé temblando sin dejar de mirarlo con asco-. Pudieron vivir,
pero fuiste tú el responsable de que no lo lograran. Si tú no le hubieras dicho a
Dante donde me encontraba nunca nos hubieran encontrado.
Me sentía desarmada, llena de emociones, no sabía que hacer porque en ese
momento todo en mí temblaba y el pecho me dolía. Sentía que iba a darme un
infarto.
-Abel... confié en ti -la voz se me rompió, pero no demostré debilidad. El hecho
de enterarme quien había sido el culpable me hacía querer despedazar todo a
mi alrededor-. Te quería tanto... ¿Cómo pudiste?
Abel negó desesperado.
-No sabía que iban herirte, Lobita.
-Todo este tiempo fuiste tú -apreté los ojos-. Me viste llorar, sufrir por mis
hijos, me viste día a día desesperada porque tenía miedo que hasta mi propia
sombra pudiera traicionarme... ¡me viste paranoica sin saber de quién vendría
el próximo golpe para venir enterándome que el enemigo si estaba cerca de
mí y eras tú! -ataqué con ferocidad.
Los ojos oscuros de Abel me veían con arrepentimiento, con dolor. Negaba
desesperado, al igual como yo, su mundo acababa de derrumbarse.
-¡Corinne yo no quería hacerte daño a ti! -alzó la voz queriendo abrazarme,
pero lo alejé con brutalidad haciéndole daño. La desesperación le recorría y
no sabía que hacer o como actuar.
-¡¿No te das cuenta que la forma de hacerle daño a Chad es a través de mí?! -
exploté no pudiendo más. La rabia estaba apoderada de mí, no había dolor en
mí, había odio-. Estaba embarazada Abel, ¡¿por qué no te detuviste a pensarlo
por un momento?!
Negó paranoico, jalando su cabello negro con las manos en un intento de
controlar el disturbio de su alma.
Sus ojos se le inundaron en lágrimas y me contempló destrozado.
-No creí que Natalia llegaría a tal extremo de...
-Te odio -mascullé agria contemplándolo fijamente-. Aborrezco alguna vez
haber confiado en ti, aborrezco haberte conocido, aborrezco de haberte
amado y considerarte como alguien importante para mí. Ahora no eres más
que un desconocido para mí, una bestia, alguien asqueroso. ¡Un puto traidor!
-Lobita... yo no...
-¡¿Qué creíste?! ¿Pensabas que no iba enterarme y que ibas hacer como si
nada hubiera pasado? ¿Cómo eras capaz de mirarme a la cara sabiendo lo que
hiciste? ¿Te es fácil pensar que perder tres hijos no es nada?
-¡Me equivoqué! ¡Perdóname por favor, Lobita! -lloriqueó como un estúpido y
como si no fuera suficiente, se arrodilló ante mí y eso solo me causó asco.
-¡Quítate! -lo empujé, pero él se aferró y apretó su rostro contra mis piernas
desnudas ya que en ese momento llevaba una falda corta.
-Lobita, yo no sabía de lo que era capaz, no sabía que iba ir contra tus trillizos -
lloriqueó contra mis piernas, implorando un perdón que no merecía,
hincándose como un cobarde porque era la única opción que tenía porque
sabía que yo no era piadosa con nadie, y no lo iba a ser con él.
Mis labios temblaban, todo en mí estaba quebrado. Había perdido a la única
persona que creía que me amaba.
-Vengarte de Chad significa también vengarte de mí, Leviathán -susurré
mirando a la nada, con mi corazón latiendo de ferocidad.
Saqué mi arma no pudiendo ser capaz de controlarme, los dedos me
temblaban porque amaba a Abel, pero amaba más a los hijos que me habían
asesinado; Chad siempre me dejó claro no confiar en Abel y yo estúpidamente
lo hice. Me odiaba por eso porque le había ignorado y me dejé llevar por el
"amor" que creí que Abel sentía por mí, idiota caí en su hechizo y lo quise
como el hermano que una vez tuve, y lo dejé entrar a mi vida porque él
también me dejó entrar a la suya; la mayor debilidad para un ser humano es el
amor a otro ser humano.
Abel se quedó quieto al sentir mi arma en su sien y alzó las manos alejándose
lentamente de mí.
-Corinne no lo hagas, tengo un hijo. Necesita mucho de mí -susurró con miedo
y aprehensión al ver mi arma con la que lo amenazaba.
Apreté los ojos con fuerza aguantando las ganas de llorar porque quería
matarlo, pero pensaba en su hijo y no merecía lo que había sufrido yo cuando
me quedé sin padres. No merecía crecer sin conocer a su padre, él no tenía la
culpa de nada, pero mis trillizos tampoco tenían la culpa de nada.
-¡Cállate! -rugí más furiosa.
-¡Me equivoqué y te ruego que me perdones, pero ponte en mi lugar! -Se alejó
del suelo, mirándome con sufrimiento. Sus ojos se encontraban rojos por
haber llorado ante su "arrepentimiento"-. ¡Chad mató a mi madre, sabía lo de
Tayde, no podía vivir un día sin sufrir por ello!
Exploté en más ira.
-¡Chad no mató a tu madre, maldita sea! -grité desesperada-. ¡Él no es tan hijo
de perra como tú!
Como era la ironía de la vida, quien finge ser bueno ante los demás termina
siendo un monstruo en la oscuridad y quien es malo ante los demás, a vista de
nadie terminaba siendo alguien bueno. Abel y Chad eran un claro ejemplo de
mis palabras.
-Es el padre de tus hijos, pero no trates de encubrirlo -susurró destrozado-. Es
tan cruel como yo. Es responsable de lo que hice -jadeó.
-¡Él no tiene la culpa de todas tus idioteces! -grité asqueada- ¡Él lo único que
ha hecho todo este tiempo es proteger del bebé que tu madre le hizo
prometer cuidar! -declaré desesperada sin bajar mi arma, en un impulso idiota
de limpiar a Chad de cualquier culpabilidad sobre Úrsula y mi pequeño
Franciscus.
El semblante en la mirada de Abel cambió y me miró sorprendido.
-¿Q-qué? -titubeó- ¿Como que bebé? ¿Mi madre tuvo un hijo? -inquirió Abel
con los ojos muy abiertos y después el arrepentimiento le recorrió. Dio un
paso hacia atrás-. Franciscus... ¿Franciscus es ese bebé? -declaró impactado.
Su cuerpo temblaba.
Yo negué asqueada.
-¡Cierra la boca ya! -le grité.
-¡Él me ocultó todo este tiempo que tenía un jodido hermano! -gritó alarmado.
-¡Él no es tu hermano! ¡No lleva la porquería de sangre que tienes tú! -apreté
los ojos.
Abel negó, incapaz de creerme y creando un mapa rápido en su memoria de
los hechos, y terminó por armar su propio rompecabezas. Solito había
descubierto quién era su hermano.
-¡Deja de encubrirlo!
-¡Cállate!
Jalé del gatillo para dispararle de una vez por todas. Me quedé impresionada
porque realmente me había atrevido y ni siquiera me importó acabar con su
vida, pero el problema abarcó en que el arma no respondió, Abel se quedó
quieto ante el sonido seco de mi arma y me miró no pudiendo creer mi acción
ante él, pero ¿qué esperaba? ¿un abrazo por haberme traicionado y gracias a
ello mis bebés habían sido asesinados? ¿esperaba que le dijera que no pasaba
nada al respecto?
Lo miré salvajemente y volví a jalar del gatillo, pero no hubo bala de por
medio. Entonces me di cuenta de algo: No tenía balas. Abel se aprovechó de
ello y me empujó para huir de mí.
Casi estampé contra la escritorio de la oficina, por mi agilidad logré no perder
el equilibrio, pero Abel ya había huido como un maldito cobarde.
Corrí tras él como si de un niño se tratase y cargué mi arma con balas
maldiciendo el hecho de no haber verificado que mi arma estuviera cargada.
Llegué al estacionamiento, pero Abel definitivamente había huido.
Monté mi coche y solicité la ubicación del coche de Abel para ver a donde se
dirigía, si él creía que iba a ganar estaba muy equivocado.
Las manos me temblaban y sentía morir en vida por lo que había descubierto
y por el hecho de no haber podido matar a uno de los culpables de la muerte
de mis bebés.
Marqué el número de Abel, pero estaba apagado y marqué desesperada el
número de Wegziehen, pero sonaba ocupado. No tenía tiempo así que tenía
que pensar rápido.
Abel iba decidido a buscar a Chad. Estaba segura.
CHAD
-¡Mierda Susan, aquel imbécil cara de mierda fue el que profanó las tumbas de
los trillizos, y el que puso las fotos de Abel e Ian en la casa! -le grité por el
teléfono. Nunca lo hubiera imaginado venir de él, el día que había entrado a
casa yo ni siquiera lo sospeché siquiera un poco puesto que me encontraba
demasiado preocupado por otras cosas.
Susan se encontraba en estos momentos cuidando de Deyna; después que
Corinne la había descubierto la había alejado de todos ellos para protegerla
porque estaba seguro que Corinne en cualquier momento iría por ella para
terminar con ella por haberla engañado, si ya lo había intentado conmigo,
quién iba a detenerla de hacerlo con Susan.
- ¿De quién mierda me hablas? ¿Del tal Michelangelo? -susurró angustiada,
golpeé el escritorio y suspiré.
-Si, ese puto -carraspeé. Estaba en la oficina de Wegziehen, necesitaba aclarar
cosas con él ahora que Corinne se encontraba en el límite de su cordura, sabía
que no me quería más en su vida, pero en este momento necesitaba contar
con alguien que pudiera controlarla o al menos cuidarla para evitar que no
tocara fondo con sus acciones, la necesitaba lejos de mí y de Deyna, y
Wegziehen era el más indicado.
- ¿Por qué...? Pero es que luce tan inofensivo, no parece matar una mosca,
quizás si luce un poco misterioso, pero no alguien malvado -masculló Susan-
. De igual modo eso no hace a Corinne menos culpable pues estuvo con Ian y
Abel.
Negué poniendo los ojos en blanco. Susan tenía resentimiento por Corinne al
haberse metido con Ian y Abel, y lastimarme en el proceso con ello, y era algo
que no iba a discutirle.
-Necesito tenerlo y Corinne detrás no podré. Necesito que vayas por él y le
saques todo lo que puedas. Y cuando te diga todo, lo matas. Haz que sufra -
presioné.
-No me pidas que haga a lgo así por Dios -atacó sorprendida-
. No soy una
asesina, Chad Benjamín Parker.
-Algo debiste aprender al estar con Didier -ataqué fríamente.
-Chad -carraspeó un poco preocupada-
. ¿Y si ese tal Michelangelo es el...?
La interrumpí.
-Todo puede pasar, Susan. Absolutamente todo, necesitamos reunir pistas y
por eso debes ir por él -mascullé duro y colgué.
La puerta fue abierta inesperadamente y quien entró era Wegziehen, pero no
llegó solo. Venía con Franciscus quién al verme sus ojitos grises se le
iluminaron de sorpresa y felicidad al verme después de mucho tiempo. Lo
notaba más grande pues la última vez que lo había visto tenía 6 años y ahora
tenía 7.
-¡Papaíto! -gritó emocionado y trató de bajarse de los brazos de Wegziehen
pues éste lo tenía cargando. No pude evitar sonreír al ver a la garrapatita.
-¿Chad? ¿Qué demonios haces aquí? -preguntó Wegziehen sorprendido ante
mi aparición después de mucho tiempo sin estar en contacto con él.
Y entonces cuando Franciscus estuvo a punto de bajarse de los brazos de su
abuelito, alguien apareció detrás de ellos y por su mirada intuí que algo malo
había ocurrido.
-¿Qué mierda haces tú aquí? -ataqué fríamente y Wegziehen volteó a ver a la
persona a la que le había hablado fríamente y por intuición apretó a
Franciscus contra él impidiendo que saliese a buscarme.
-Vengo a que me aclares una cosa -reprendió el muy hijo de perra y caminó a
mí. Yo lo miré con un odio que jamás le dediqué a nadie, quizás se comparaba
con el odio que le tuve a Didier.
-Si a aclarar te refieres a que termine de reventarte la cabeza por haberte
atrevido a tocar a Corinne, bien, estoy de acuerdo, pero no frente a mi hijo -
señalé fríamente y Abel ladeó una sonrisa.
-¿Tu hijo? -dijo soltando una risita idiota y se acercó lentamente a mí sin temor
alguna-. ¿O debo decir nuestro hermanito?
Yo abrí mis ojos en grande e indiqué con mi mirada a Wegziehen que sacara a
Franciscus del lugar, el cual también había escuchado a Abel puesto que tenía
claro que Franciscus era mi hijo, no mi hermano y mucho menos hermano de
Abel, sin embargo, obedeció e hizo el esfuerzo de sacar a la garrapatita del
lugar.
-Franciscus no es nada tuyo, así que vete olvidando de pensamientos idiotas -
le aclaré firme.
-No hace falta que lo niegues. Lo veo en tu mirada y lo veo por la forma en que
tiemblas en que he descubierto tu sucio secreto -planteó con odio-. Haber
ocultado que tenías a mi propio hermano contigo es algo egoísta de tu parte -
susurró, estaba tan cerca de mí y sus ojos me miraban con repulsión.
-Él no es nada tuyo -indiqué más severo y rabioso.
Abel me empujó contra la pared, pero no consiguió moverme tan fácil. Esto no
ya no era un enfrentamiento por celos o venganza, era un enfrentamiento por
haberle ocultado que tenía un hermano que su madre había tenido y jamás
dijo a nadie.
-¡Wegziehen llévate a Franciscus ahora! -grité más severo, Franciscus no debía
verme actuar como una bestia, no debía ser testigo de como era papá con tal
de protegerlo; Abel se aprovechó de mi distracción y me tiró al suelo y alzó su
puño para golpearme, no me defendí, no por falta de fuerza, sino porque
Franciscus seguía aquí y no quería que me viera actuar violento. No se merecía
esa imagen de mí.
-¡Papaíto! -gritó desesperado al verme en el suelo-. ¡Déjalo, no le pegues a mi
papito! -le gritó a Abel-. ¡Papaíto defiéndete! -lloriqueó abrumado.
La garrapatita comenzó a llorar al ver que papá era golpeado y se revolcó en
los brazos de Wegziehen quien hacía lo posible por sacarlo fuera, pero el niño
era terco y se movía desesperado de los brazos de su abuelo.
Empujé a Abel contra el suelo y me alejé parándome, él explotaba en ira, pero
lo ignoré y fui hacia Franciscus para sacarlo de allí.
-Si quieres actuar como un animal, lo haremos, pero no frente a mi hijo -
indiqué con voz áspera y cuando estuve a punto de tomar a la garrapatita en
mis brazos, él gritó alarmado:
-¡Papaíto cuidado!
Al oírlo me giré rápidamente y vi que Abel había sacado una arma y entonces
disparó directamente a mi pierna para hacerme detener, pero todo fue tan
rápido y violento que no me di cuenta que alguien, sin verlo venir y sin poder
detenerlo, se puso frente a mí y recibió la bala por mí. La bala nunca impactó
en mí, sino en esa persona.
Ardí en ira absoluta y en sentimientos profundos porque quién había recibido
la bala había sido mi pequeño bebé.
-Franciscus -susurré impactado antes de perder el conocimiento de mi cabeza.
Todo a mi alrededor se había nublado. Ni siquiera era consciente de mi
alrededor puesto que no podía creer lo que había pasado y solo escuchado un
"pii" desesperante en mi cabeza. Apreté los ojos desesperado por ver más allá
de borroso y cuando por fin conseguí aclarar mi cabeza, Corinne llegó y sin
siquiera temblar y con pasos precisos y su rostro ardiendo en ira, se acercó
firmemente a Abel y alzó su arma contra él, disparándole.
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cinco.
Seis balazos.
Más tarde descubriría porqué fueron seis. Uno por cada traición que le dio.
Cedrik. Catherine. Chadley. Franciscus. Contactar a Natalia. Y el último por
haberle roto el corazón.
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😢 😢 😓 esto se prendió feo, si quieren capitulo lo más pronto posible hagan
llegar a Al final de las llamas a 1 millón de lecturas , ustedes pueden, yo sé que
sí. En mi perfil de Wattpad dejé el enlace directo para que puedan entrar al
grupo de fa cebook de la trilogia y puedan depositar todas sus dudas o teorías.
nos vemos luego. les adoro
Instagram: http.pxnguin

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