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CORINNE

Peter caminó a mí y me dio una taza de café mientras tomaba asiento a mi lado. Él estaba tomando moka y llevaba una sudadera para protegerse del frío que estaba haciendo dentro del hospital. Él se había quedado conmigo, mientras los demás se habían marchado por petición mía. Mónica todavía seguía aquí, había ido a comer algo con Ian pues no habían comido desde que había pasado lo de Franciscus. Yo tampoco había comido nada, no me apetecía nada. No tenía ganas de nada.  

Miré mi reloj, eran las tres de la mañana. Mónica e Ian ya se habían tardado una hora desde que se fueron por comida.

Mónica e Ian llevaban una relación bonita, me ponía feliz por Ian quién después que Támara lo abandonó se sentía desolado y triste, pero Mónica había llegado para llenarlo del amor que alguna vez necesitó. Eran una pareja disfuncional porque Mónica era coqueta, toda una fiera e Ian era alguien más reservado, serio y frío. Eran buenos para pelear y llevarse siempre la contraría, pero eso hacía más pasional su conexión porque el amor que se sentían era irrompible. Mónica definitivamente había caído ante el moreno, y el moreno por ella. Estaban locos el uno por el otro. Nadie lo hubiera imaginado nunca que algún día serían pareja.

-Corinne deberías ir a casa y descansar -susurró Peter recargando su cabeza en mi hombro mientras dejaba salir un suspiro-. Más tarde vendrá Wegziehen y cuidará de Franciscus.

-No voy a dejarlo solo, necesito estar con él porque cuando despierte y no me vea se asustará -suspiré cansada puesto que me dolía el trasero al estar aplastándolo contra el sofá en espera de respuestas.

Los doctores habían terminado la operación con éxito y le habían sacado la bala a tiempo a Franciscus, sin embargo, lo tenían bajo revisión y le habían inyectado un calmante porque era tan pequeño que no iba a soportar el dolor que la bala le había dejado. A pesar de las horas, no recibía noticias buenas más que le habían sacado la bala, pero nadie me aseguraba si estaba bien de salud o tendría secuelas. Temía porque mi pequeño bebé no volviera a ser el mismo de antes, incluso no me importaba eso, solo con tenerlo vivo me era suficiente. 

-Estará bien, además Venusita te necesita -gruñó el pelinegro apretando mi mano con la suya.

-Wegziehen está cuidando de ella -resoplé.

Peter frunció la nariz, disgustado por mi terquedad.  

-Puede venir en tu lugar y cuidar de Fran mientras tú cuidas de tu clon -sonrió sobando mi mano, pero no lo escuché. Necesitaba fuerzas porque esto no iba quedarse atrás y sabía que el disparar a Abel traería consecuencias.

Apreté los ojos recordando sus palabras y el como me había admitido que él había contactado a Natalia diciéndole la ubicación de la casa en Alemania. Fue un golpe duro para mí porque lo amaba y lo peor era que seguía amándolo, era como un amor tóxico que sabes que te ha hecho daño, pero sigues queriéndolo porque piensas en los momentos buenos que pasaron juntos y es algo que no puedes dejar ir, pero era algo que jamás lo iba a perdonar. Seguía amándolo porque una persona que está dentro de tu corazón es imposible quitarlo de la noche a la mañana, pero una traición jamás sería perdonaba. Y él había destruido todo lo que sentía por él.

-¿Sabes donde está... -pausé un poco- Abel? -susurré sin mirarlo porque sentía que me gritaba "¿le ha disparado a tu hijo y te importa donde está?", pero no me preocupaba Abel, me preocupaba su pequeño hijo.

-Sinceramente no -dijo Peter un poco confundido por mi pregunta. 

Me paré de golpe de mi asiento y Peter me contempló extrañado.

-Necesito ir donde Abel -susurré sin mirarlo.

-¿Estás loca? ¡No! -gritó alto-. Es demasiado arriesgado -atajó levantándose del sofá y contemplándome con sus grandes ojos grisáceos-. Además, estará en un lugar demasiado privado, la única que debe saberlo es Támara.

Caricias en Llamas 3 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora