CHAD
Meses atrás, Alburquerque, Nuevo México.
Mis muñecas se habían curado casi por completo, pero estaba claro que iban a quedarme cicatrices. Después que Dante me había amarrado como su puta sumisa con puas sujetas a mis muñecas, lo único que me preocupaba era que mi piel saliera afectada. Me amaba tanto para lastimar mi cuerpo.
Estúpido Dante.
Mientras esperaba impaciente con mis pies sobre la mesa y dos hombres detrás mío y me mecía sobre mi asiento, contemplé el anillo en mi dedo: el cuervo con la palabra Vavi al reverso.
Chupaba una Tutsi Pop mientras esperaba impaciente y me quité aquel anillo, leí una y otra vez la grabación en él. No debía acostumbrarme a él. Pronto me lo quitaría.
Comencé a jugar con ese anillo y me pareció lo más irónico porque realmente así se encontraba mi vida: dentro de un juego muy retorcido.
Era un anillo demasiado caro, los detalles estaban bien trazados que solo las manos más pacientes pudieron haberlo logrado. Los había mandado a fabricar especialmente para Corinne y yo, y como le había dicho a ella: esos anillos nos representaban totalmente.
«Un lobo mata por su manada, un cuervo muere por parvada.»
Dejé de jugar con el anillo cuando la puerta se abrió y cuatro hombres negros entraron a la habitación, mis hombres se mantuvieron firmes en su posición detrás de mí y yo solo arqueé una ceja mientras fruncía los labios.
Los hombres negros dieron paso a su jefe el cuál entró a la habitación cogiendo de un pie y sosteniéndose con un bastón mientras llevaba de la correa un lindo perro Pastor Alemán con él .
Yo sonreí malvado.
Ni siquiera me levanté de mi asiento para mostrarle cortesía, solo me quedé quieto con mi pie arriba de la mesa.
—Dante, ¡eres rápido caminando! —declaré con sarcasmo viendo como apenas podía sostenerse por sí solo, hizo mucho ruido al tratar de sentarse en la silla delante de mí, y hasta fingí mirar un reloj invisible porque claramente el hombre era más lento que una mula.
—Idiota —gruñó Dante con pesar una vez que se acomodó en su asiento, yo sonreí malvado—. ¡Baja tu asqueroso pie de mi mesa, joder! —atacó fríamente.
Ni siquiera lo moví un centímetro.
—Ya sabes porque estoy aquí —susurré con voz dura, contemplándolo con profundidad, señalándolo con mi paleta.
Él ni siquiera parpadeaba, me estudiaba con sus ojos azules.
Sacó una caja de cigarrillos y me ofreció uno.
—No fumo —le dije y señalé la Tutsi Pop que me encontraba lamiendo.
Él puso los ojos en blanco y se encogió de hombros encendiéndose un cigarrillo.
—No entiendo como lograste averiguar mi ubicación y como accediste entrar al edificio, sabes que no quiero verte, no después de lo ultimo que pasó —farfulló con voz agria soltando un poco de humo. Yo arrugué la nariz ante el asqueroso olor.
—Tengo mis trucos —me encogí ligeramente de hombros.
—Ya sabes como funciona esto —apuntó fríamente y los hombres negros que habían llegado con él comenzaron a caminar hacia mí. Sus miradas francas, llenas de odio, me escaneaban de arriba abajo, sabían que yo era un buen rival, pero eran fieles a su jefe y no iban a fallarle.
Mis hombres se pusieron alerta ante las miradas asesinas de los hombres y quisieron sacar sus armas, pero los detuve rápidamente.
—No —los paré sin regresarlos a ver—. Esta es mi lucha —dicté duramente.
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Caricias en Llamas 3 (+18)
Fiksi RemajaLIBRO 3. TRILOGÍA CARICIAS. ¿Qué pasa cuando te enteras que tu mejor amiga fingió su muerte con el propósito de querer asesinarte usando la identidad de alguien que jamás imaginaste? ¿Qué pasa cuando descubres que tu propio hermano terminó uniéndo...