Marcas

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Era un nuevo día, y en aquella ocasión el sonido de la lluvia le hizo despertar. Solo entreabrió sus ojos una vez y al instante volvió a cerrarlos.

Aun con los ojos cerrados y adormilado, movió su brazo un poco. Notando con cierto disgusto que se encontraba solo. Abrió los ojos al instante y parpadeo un par de veces. Su habitación aún se encontraba en penumbra, únicamente un par de rayitos de sol se alcanzaban a colar por las persianas. Definitivamente, conseguiría unas nuevas, con las que no entrara ni un solo rayo de sol. Tal vez unas cortinas eran mejor opción. Pero eso estaba en segundo plano en aquel momento. Lo que le importaba en aquel momento era que aunque las sabanas al otro lado de la cama aún estaban cálidas ya no se encontraba ahí su compañía.

Un momento... ¿Rayos de sol? ¿A caso no me había despertado el sonido de la lluvia?

En ese momento se sintió idiota. No era lluvia, el sonido del agua cayendo provenía del baño. Con que ahí estaba el pelinegro.

Sin embargo ese sonido pronto se detuvo, sin dejarle ni siquiera un minuto para actuar, ya que la idea de asaltar al capo durante una ducha era una fantasía que tenia.

Paso una mano por sus cabellos y tomo un espejo de mano que dejo en la mesita de noche, junto a la lámpara. El albino observo su reflejo durante unos momentos. Gracias a que Buccellati le había hecho una coleta antes de dormir su cabello no era un desastre. Pero su rostro era otro tema, en sus labios aun había restos de la pintura que usaba, embarrado de un color violáceo el contorno de su boca producto de los fogosos besos de la noche anterior.

Se apresuro a frotar aquello con sus dedos para hacer salir el color del labial sin mucho éxito. Y de pronto la puerta del baño se abrió. El pelinegro salió de ahí con una de sus batas de baño puesta. Era de color negro y por cierto le quedaba grande.

Sus miradas se encontraron, sonriendo el de ojos azules al instante. Abbacchio dejo a un lado el espejo lo más rápido que pudo.

-Es de larga duración y a prueba de agua... - dijo aquello que Leone siempre olvidaba respecto al labial que usaba. Con una sonrisita, Bruno se dirigió al tocador y volvió con una pequeña almohadilla humeda.

-Ven, Abbacchio... - Se acercó al albino y gentilmente lo tomo del mentón con la mano izquierda, frotando los labios con la almohadilla de algodón. No obstante no basto con ello, la pintura estaba embarrada en el contorno de sus labios y también su mentón. Así que Buccellati se tomó su tiempo para desmaquillar al albino mientras tenía en su rostro una suave sonrisa.

Por su parte Abbacchio permaneció bien quieto y se dejo hacer por el pelinegro. Sus ojos ámbar estaban clavados en el, mirando como se esmeraba en limpiar el pequeño desastre que había en su rostro. Le encantaba sentir la mirada concentrada del capo, aquellos momentos en donde solo le miraba a el le parecían divinos.

-Listo... - murmuro al fin, mostrándole la almohadilla de algodón con los restos de maquillaje - Con agua no sale, solo con el desmaquillador - aclaro acercándose la almohadilla a los labios, apretándola entre sus dedos un momento antes de dejarla en la basura. Luego se inclinó apoyando las palmas de sus manos en la mullida cama, para acercarse a besar los labios de Abbacchio. Fue apenas un leve roce, que despertó todos los sentidos de ambos.

- Siempre olvido eso... - respondió luego de aquel suave roce el mayor. Alzo su mano para acariciarle la mejilla a Buccellati, deslizándola hasta sus húmedos cabellos.

-Sabes...me ha dado algo de trabajo quitándolo de mis labios y de mi cuerpo - comento el capo, permaneciendo apoyado frente a él en la cama mientras mostraba una sonrisa sugestiva.

-La próxima vez, debes despertarme. Te ayudare a limpiarte – Abbacchio esta vez poso los dedos de sus mano libre en el mentón de Buccellati, tocándole el labio inferior con su dedo pulgar.

-Lo hare - aseguro inclinando la cabeza un poco, disfrutando de aquel suave tacto en su labio inferior. Y sin que lo planeara, con aquel movimiento quedo expuesto su cuello al deslizarse sus cabellos, exponiendo así las rojizas marcas de mordidas y chupones sobre su piel.

-Aunque hay marcas que no puedo borrar, duran mas - la mano de Abbacchio acaricio el cuello del capo, frotando su obra de arte de la noche pasada.

-Puedo verlo -Bruno sonrió, bajando su mirada hacia los marcados pectorales al descubierto de Leone, donde estaban sus propias pequeñas muestras de afecto, y también algo de pintura violácea difuminada.

Ambos rieron suavemente, pero al cabo de un momento Bruno callo y lo miro a los ojos. Aún estaba en la misma pose, apoyadas sus palmas e inclinado en la cama frente al de ojos ámbar.

- Por ahora... Ayúdame a reincorporarme - pidió en voz baja. Le avergonzaba admitirlo, pero la intensa actividad nocturna había dejado adoloridas sus caderas y trasero. Antes le costo horrores levantarse por su cuenta, mas no deseaba despertar aun a Abbacchio.

-Lo que ordene, capo -El albino rio suavemente y tomándolo de la cintura le ayudo a erguirse nuevamente.

Dolce AmoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora