Rose

2.3K 125 74
                                    

Buccellati lo ha citado en el bello camino empedrado que sirve de muelle, a las orillas del mar. Con el sol a minutos de ocultarse y después de una misión exitosa que llevo a cabo con Narancia, el albino parte rumbo al lugar donde encontrara al joven capo.

En el camino se detiene en Libeccio, acaba de comprobar que tiene tiempo de sobra para llegar a la hora acordada con Buccellati. Ahí pide únicamente una copa de vino con la excusa de refrescarse e ingresa al baño. Es un caluroso dia de verano con insistentes nubes pululando alrededor, Leone sabe que ha estado sudando y prefiere verificar su maquillaje.

El usa artículos de calidad, pero aun después de comprobar que su maquillaje esta en orden decide darle un retoque que ocupa solo un par de minutos de su tiempo. Comienza a preguntarse si a caso esa noche lloverá, debido al tipo de calor pegajoso que hay en el ambiente.

Pero olvidando al instante esa posibilidad, sale de Libeccio y respira hondo, ansiando encontrarse pronto con Buccellati.

El se encuentra donde le indico aquella tarde antes de que tuviese que partir a trabajar. Cuando entra en el rango de visión de Leone siente como si su corazón fuese a detenerse antes de que comience a bombear con rapidez. El pelinegro esta de pie en la costa, con su costoso traje blanco que se ciñe perfectamente a su escultural cuerpo y los últimos rayos del sol que se cuelan entre las caprichosas nubes acariciando su hermosa piel oliva.

Parece como si esos últimos rayos anaranjados, sublimes, fuesen un regalo única y exclusivamente para el. Su piel esta iluminada y le da un aspecto que le robaría el aliento a cualquier artista, provocándole desear plasmar su belleza en el mas hermoso arte al recibir la inspiración de aquella imagen que hace que el mundo parezca indigna de ella. Buccellati esta mirando hacia el mar, con una expresión tranquila en su perfecto rostro varonil. Sus sedosos cabellos, negros como el carbón, se mueven graciosamente con la brisa marina, con el viento que esta arrastrando mas nubes alrededor.

Y parece sentir la mirada de Abbacchio sobre el, porque tras unos segundos en los que el se ha estado quedando observándolo con adoración, Buccellati cierra sus ojos un momento y se voltea lentamente hacia el.

Al encontrarse sus miradas, ámbar con un toque de lavanda mezclada con el profundo azul oceánico, Bruno esboza una leve sonrisa que estira las comisuras de los estilizados labios de una forma bastante encantadora. Leone siente como si se derritiera en aquel instante y reanuda su caminar dirigiéndose hacia el.

Buccellati extiende su mano diestra, esperando por Abbacchio. Cuando el albino esta a su lado toma aquella cálida y áspera mano entrelazando sus dedos. Ahora toda la atención del pelinegro esta puesta sobre su fiel hombre.

- ¿Un éxito, como siempre? – pregunta la suave voz masculina, sin que esa sonrisa abandone su rostro.

- Mhh... si, solo los mejores resultados para mi capo - sin darse cuenta ha empezado a acariciar con su dedo pulgar el dorso de la mano del mas joven.

El pelinegro responde a ello con una muy leve risa antes de tirar de la mano de Leone para comenzar a caminar. A esa hora del día no hay muchos transeúntes, las embarcaciones ya han arribado al puerto mucho antes del atardecer porque el reporte climático ha indicado que existe cierta probabilidad de lluvia al anochecer. Abbacchio no puede dejar de dirigirle miradas nada disimuladas a su capo mientras caminan por el suelo empedrado, y es que el luce exquisitamente bello bajo los últimos rayos del sol que los van abandonando para que aparezca un manto oscuro en el cielo, con nubarrones grises acercándose cada vez mas.

El capo nota los insistentes ojos de Leone sobre el y agita sus pestañas, inclinando el rostro para mirarlo de vuelta. Sin embargo, el albino no se siente para nada cohibido con ser descubierto, porque desea demasiado seguir adorándolo con la mirada.

Dolce AmoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora