Gatto

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No importan las inclemencias del clima, si su capo Buccellati ordena que debe hacerse algo así se hará. Abbacchio, su mano derecha, cumple todas sus demandas al pie de la letra. Es vital cumplir el objetivo del pelinegro a como de lugar. Se hace lo que Buccellati quiere, cuando quiere.

Sin embargo eso no quiere decir que Abbacchio este totalmente de acuerdo con que el joven capo este afuera con ese clima. Fácilmente podría relegar la tarea de ir a ver los establecimientos locales a Leone o a cualquiera de los muchachos. Lo hace en lo que respecta a las visitas semanales, pero no cuando es fin de mes, el momento de rendir cuentas de cada lugar. Asi que el viernes mas cercano de cada dia 30, enfundado en su elegante traje blanco de diseñador y con sus costosos mocasines, el joven capo se pasea por Nápoles como solía hacer en antaño, cuando era uno de los hombres mas destacables de Polpo. Cuando Leone reniega, Bruno siempre le responde que es para poner un ojo sobre los jefes de los negocios, un crudo recordatorio de que el esta ahí, ha tomado el lugar de Polpo y ahora debe de hacerse su voluntad a pesar de que ya han pasado meses desde que el ha tomado el lugar de capo.

De todas formas, la inconformidad de Abbacchio se debe a que precisamente esa noche esta cayendo un diluvio. El espeso cielo negro en ocasiones se ve iluminado por rayos, los truenos son constantes y estruendosos. Tienen el precioso Lamborghini blanco de Buccellati para transportarse, con Abbacchio al volante, no obstante hay tramos en los que necesitan caminar.

Asi que el albino después de estacionarse en cada lugar, siempre se apresura a salir del auto con un paraguas. Da pasos rápidos hacia el otro extremo, abre la puerta del lado del capo y lo cubre con el paraguas desplegado para mantenerlo a salvo de la lluvia.

Por supuesto que ama estar con Bruno y caminar a su lado mientras sostiene un paraguas negro para el. Ama ver la estilizada silueta moverse con gracia y esa expresión de seriedad mezclada con la dureza en su rostro cuando entra a cada lugar, adora la forma en la que sus cabellos se mueven suavemente con el viento o cuando este inclina el rostro en un gesto de superioridad. Es tan caliente, tan atractivo. Sin embargo, si se lo preguntasen el preferiría tener a esa belleza de hombre solo para el. En ese momento podría estar en la cama con Bruno, un poco mas ligeros de ropa y haciendo cosas aun mas interesantes. Podría tener entre sus brazos a Bruno, sin ropa, en la comodidad de la bañera o tal vez a esas horas ya tendría al precioso pelinegro gimiendo su nombre y sudando mientras le araña la espalda.

Pero el trabajo es trabajo, asi que deben posponer para mas tarde aquellos juegos. Hablan un poco respecto a lo que Bruno quiere cenar en el camino a la puerta de cada lugar, o sobre algún par de temas cotidianos. Sobre lo que harán al dia siguiente, o que mañana Buccellati desea hacer la lista e ir de compras para reabastecer la despensa. Nada luce fuera de lo habitual, realmente.

Sin embargo, cuando abandonan un casino tras caminar un par de momentos en silencio Buccellati se detiene abruptamente. Abbacchio también se detiene, mira al pelinegro, expectante.

- ¿Escuchaste eso? – dice el joven capo, volteando a ambos lados. A su derecha esta la calle, vacía, a su izquierda un callejón oscuro.

- ¿Escuchar que? Con esta lluvia – Leone resopla y mantiene en su lugar el paraguas. No entiende de que va el repentino arrebato de Bruno.

El joven capo sigue atento, entrecierra los ojos. Un trueno resuena con fuerza, no obstante no sorprende a ninguno de los dos hombres, quienes permanecen en silencio.

- Buccellati... - lo llama Abbacchio, rodando los ojos.

- Shhh... Volví a escucharlo – se voltea hacia el albino y coloca su dedo índice sobre los labios violetas, sellándolos.

Dolce AmoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora