Acconciature

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Era una calurosa noche en Nápoles. Dentro de cierta vivienda un joven capo pelinegro terminaba de tomar una ducha, cerrando la llave ante él. Aquella noche llevaría a su equipo al ristorante. Se habían ganado un pequeño festejo gracias a los constantes éxitos en sus misiones.

Después de secar su cuerpo, se colocó su bata de baño blanca y salió del baño con una toalla al cuello sobre la que caían frías gotas de agua provenientes de su negra cabellera. Al adentrarse en su habitación sonrió de lado al pasar junto a la cama. Entre las sabanas yacía dormido y desnudo el albino. Se acercó para despertarle, tenía que arreglarse también o se les haría tarde.

Ya podía oír las voces de Fugo y Narancia al transitar por el pasillo hablando de lo que deseaban cenar. No obstante, se dio unos cuantos segundos para pasear sus ojos azulados por el cuerpo de Abbacchio. Observo la blanca piel, los marcados músculos y las traviesas muestras de afecto en aquel lienzo tan divino. Desde los hombros anchos, los pectorales marcados, aquel abdomen delineado que adoraba morder y esos gruesos brazos que lo solían rodear con fuerza y posesividad, con ese duro rostro tan varonil. Y durante más tiempo le miraba, encontraba algo nuevo que le encantaba.

Su mano diestra se deslizo por la mejilla del mayor y sus labios fueron a parar sobre la punta de aquella fina nariz.

- Leone, Amore mio. Despierta - susurro cerca de su oído. Al verle abrir aquel par de ojos color ámbar con un toque de lavanda sonrió antes de alejarse hacia el tocador.

Buccellati tomo asiento cuidadosamente frente al espejo tocándose la barbilla y las mejillas. No solía crecerle mucho vello facial, pero de todos modos prefería mantener su rostro pulcro y bien afeitado. Abbacchio se sentó lentamente en la cama bostezando. Sin apartar su mirada de Bruno desde que despertó. Luego busco su ropa interior dando una rápida mirada al suelo en la habitación. Al localizar su boxer negro se vistió y acerco a Buccellati por atrás. Siendo observados todos aquellos movimientos por Bruno a través del reflejo del espejo.

Sin decirle nada, Leone tomo la toalla que reposaba en los hombros de Bruno y comenzó a secarle los cabellos. Movía sus manos lo más gentilmente que podía, retirando el exceso de agua. Cuando dejo solo humedecida aquella fragante cabellera tomo el peine del tocador y comenzó a cepillar los cabellos. Después de todo, Bruno le había cepillado el cabello cientos de veces y a él le apetecía hacer lo mismo.

El capo entrecerró los ojos y echo la cabeza hacia atrás, gozando de aquellas atenciones. Las grandes manos de Abbacchio se sentían muy bien. Y sabía que estaba esforzándose para hacerlo bien. Se miraron a través del espejo mientras seguía cepillándole el cabello a Bruno. Este al notar todo en orden y recibir un suave beso en la coronilla de parte de Abbacchio, estiro su mano para tomar los broches que iba a usar. Pero aquella acción fue detenida por la mano de Abbacchio, quien tomo los broches en su lugar.

- Déjame hacerlo, Buccellati - pidió agachándose hasta la altura de su oído.

-¿Puedes? - cuestiono el azabache alzando una ceja expectante. Sabía que Abbacchio tendía a ser un poco desesperado. Y hacer una trenza como la que el siempre usaba requería habilidad con las manos y paciencia. Lo primero si lo tenía... Lo segundo no.

-No veo el porque no seria capaz. Te ve visto cientos de veces hacerlo - puntualizo tranquilamente acomodándose de vuelta detrás de Bruno. Tomo un peine de cola y comenzó.

Para sorpresa de Buccellati, aquello no resulto como se lo imagino. Abbacchio tomo sus cabellos con calma y demostró nuevamente ser bueno con esas manos. En un par de minutos ya había trenzado perfectamente su cabello. Y era perfecto, pues no le había estirado los cabellos ni un poco en el proceso, y aun así se trataba de una trenza firme y bien hecha. El albino coloco los broches en sus cabellos para sostener el peinado y al terminar se agacho de nuevo, apoyando su barbilla en el hombro derecho del capo.

Dolce AmoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora