Buon Compleanno, mi Leone

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Una botella de cerveza. Dos, tal vez... ocho. Si, tal vez ocho, solo para refrescarse.

Al llegar a casa luego de trabajar y notar solo la luz de la cocina encendida, Abbacchio adivino al instante que era el primero en llegar. Inusual debido a la hora, pero no imposible. Los mocosos en ocasiones iban a perder el tiempo por ahí. Sabían que Leone solo podría ser incluido en sus planes si Bruno era parte de ellos, y el joven capo aquel día había estado ocupado. Seguramente aun tenía la cara hundida en papeleo, trato de adivinar. El albino se dirigió directamente a la cocina y fue a abrir el refrigerador, extrayendo una fria botella de cerveza que abrió al instante.

Subir a la oficina de Buccellati, llevarle una cerveza y preguntarle si ya había cenado apareció en los planes mentales de Abbacchio al instante, al obtener silencio como respuesta, el de ojos ámbar al instante lo interpretaría como una respuesta negativa y prepararía algo delicioso para que cenaran juntos. También presionaría a Bruno para que dejara el maldito papeleo en el que debía de estar sumergido. Suficiente por hoy, hora de descansar.

Y con todo eso en mente, llevo la botella de cerveza helada hacia sus labios para darle un buen trago. El amargo liquido jodidamente delicioso le otorgo alivio a su sed. El clima caliente, incluso de noche, empezaba a predominar en esa época del año. Aun podía sentir pequeñas gotas de sudor deslizándose por su torso semi expuesto.

Cuando de pronto... el sonido de un cierre a sus espaldas se hizo presente y, antes de que pudiese darse la vuelta para encarar al capo, todo se volvió oscuro.

- Abbacchio, ahora eres mío – ronroneo una voz sensualmente cerca de su oído, el cálido aliento de Bruno le acaricio la mejilla al albino.

- ¿Hm? ¿De que se trata esto, Buccellati? – Abbacchio llevo su mano libre hacia sus ojos. Una venda estaba impidiéndole la visión, Buccellati acababa de amarrarla. El albino sonrió de lado, intrigado. ¿Qué estaba planeando su capo? Las cosas se habían tornado interesantes al instante.

- Shhhh... - Bruno coloco su dedo índice sobre los labios de Leone. El albino escucho como el zipper creado por el stand del ojiazul se abría mas, luego sintió las manos de Bruno colocarse en sus hombros. – A partir de este momento... eres mi prisionero, caro mio – agrego con picardía en su voz, deslizando las manos por los anchos y fuertes brazos del mayor, delineando los músculos por encima de la tela de la gabardina.

- ¿Oh? – Leone alzo una ceja, encendido por la incertidumbre y curiosidad. ¿Qué planeaba Bruno, de que se trataba esto? Sea lo que fuese, sin duda alguna era demasiado... interesante. Su corazón ya estaba dando saltos rápidos de anticipación.

De pronto, Bruno sostuvo las muñecas de Leone y las llevo hacia atrás de su cuerpo. Sticky Fingers intervino, pues Leone sintió el roce de los dedos del stand de Bruno. Todo sucedió tan rápido, en cuestión de segundos las muñecas de Leone quedaron amarradas, juntas. Podía sentir algo frio en su piel. El albino movió las muñecas para comprobar. ¿Bruno había usado un par de esposas para inmovilizarlo? Perverso, demasiado perverso. Se había descuidado apenas un par de segundos, distraído por las caricias de Bruno y ahora se encontraba inmovilizado de manos.

Eso solo aumentaba la incertidumbre del de ojos ámbar. No obstante, no cabían dudas de que estaban a punto de iniciar un juego que le causaba mucha curiosidad. Por ahora, decidió, se dejaría llevar por Bruno. Todo ese asunto era demasiado excitante, su cuerpo empezaba a cosquillear agradablemente.

- Leone... amore mio – ronroneo el ojiazul, y por ese tono de voz tan precioso, el albino supo que Bruno estaba sonriendo, mientras sentía las manos del pelinegro deslizarse hacia su pecho.

Dolce AmoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora