Piercing III

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Con los cuidados adecuados y al trascurrir las semanas, desaparecio toda molestia en los piercings de Buccellati. Ya no sentia absolutamente nada de dolor con los leves roces de ropa ni al limpiarlos correctamente, la mayoría de las veces con ayuda de Abbacchio.

Incluso el mismo debia de admitir que al ponerse su bralette de encaje cuidadosamente y mirarse al espejo lucia tremandamente provocador, si es que eso era malditamente posible. Simplemente... esas piezas de joyería reluciendo en su torso eran un toque lindo. Solo un adorno, que ciertamente no necesitaba por que ya era bastante precioso, no obstante, lucia bien. Y le gustaba.

A Bruno le llamaban la atención los piercings. Habia observado a Leone mirar algunas revistas con modelos que tenian piercings, e inclusive habia mirado revistas asi junto a él, incluso pasarelas en la televisión con modelos con piercings. Y notaba que los piercings llamaban la atención del albino lo suficiente como para verlo echar un vistazo curioso. ¿Eso significaba que le agradaban los piercings, al igual que el, cierto?

Buccellati se preguntaba si algo asi luciría bien en el. Como un simple capricho, nada mas. Pensaba especialmente en un piercing en su lindo ombligo, quizás un par en sus caderas o en sus claviculas, aunque dudaba de esos últimos. Reflexionando aquello, la idea de piercings microdermales no le agradaba del todo, preferia "postes".

Y todo quedo claro en su mente cuando, una noche, al regresar de trabajar, decidio adelantarse en el camino hacia su hogar, usando el poder de Sticky Fingers. Queria sorprender a Abbacchio, saltando sobre el. Para lograrlo, debia ser sumamente cauteloso. Leone captaba al instante el sonido de su stand, por mas lento y lejano que tratase de usarlo Bruno.

Fue una suerte que, al ubicar a Leone en la sala, la fuerte voz de Mista predominase en el lugar. Bruno aprovecho eso al instante para deslizar un zipper, creando en el entrepiso del hogar que compartian una abertura de un par de centímetros, lo suficiente para poder mirar claramente lo que estaba haciendo Abbacchio.

- Si, como sea – resoplo el albino.

Buccelati vio a Abbacchio golpeando una revista contra la mesa y al instante, al albino entretenido con botellas de cerveza. No pudo detener la sonrisita que florecio en su rostro.

Mista se acerco a tomar la revista con recelo. Buccellati no le tomo importancia a aquel hecho, estaba de lo mas entretenido mirando a Abbacchio con sus botellas de cerveza, ansioso por el momento en el que saltaría sobre su guapo hombre.

Al menos su desinteres fue asi, hasta que la fuerte voz burlona de Mista sono. Era como si el moreno tuviese intenciones de que su voz fuera audible en toda la casa.

- ¿Oh? ¿Quieres echarle un vistazo, a caso? – pregunto Mista, con un tono divertido, burlon, de juego. – Aquí hay bastantes dulces nenas. – Y cuando Mista dijo aquello, Buccellati abrio sus ojos sorprendido. Su mirada se dirigio al instante a la dichosa revista que Abbacchio habia estado mirando antes de la llegara de Mista. ¿Eso era... una revista playboy?

La molestia y los celos empezaron a punzar en su pecho. A pesar de que Buccellati estaba consciente de que Abbacchio solo tenia ojos para el.

Todo aquel tema fue borrado de su mente, cuando decidio entrar por la puerta como cualquier persona normal y Abbacchio lo recibió en la intimidad con efusivos besos, jadeando palabras de amor, tocándole y mirandole.

No obstante, Bruno no olvido el detalle de la revista, pero por lo que observaba en Leone, el albino si olvido completamente aquella dichosa revista.

Pasaron un par de semanas para que un dia al regresar a casa, retomando su "travesura" de sorpender a Leone, abriese un zipper, pequeño, lo suficiente para observar al albino sentado en el sofa, mirando esa maldita revista.

Dolce AmoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora