Arte

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El anochecer en Nápoles era precioso, al igual que todo el dia lo era en aquella ciudad. El sol descendía acariciando las bellas obras arquitectónicas, otorgando sus últimos rayos de distintas tonalidades a los coloridos edificios y al agua arremolinándose en la costa. Los colores claros se difuminaban dando paso a una gama oscura en el filamento estrellado mientras se encendían las luces artificiales de la ciudad.

Pero todo aquella belleza palidecía ante el hombre que se encontraba frente a el en esos momentos, de pie, en la costa. Arte.

Cintura reducida, cuerpo definido enfundado en un traje blanco de diseñador con el fuerte pecho cubierto en fino encaje. Suave piel oliva, cabellos lisos relucientes color negro enmarcando el fino rostro. Mandíbula afilada, labios carnosos y una nariz recta y respingada acompañada de un par de ojos de un azul tan intenso como el mar, rodeados de espesas pestañas negras que ondulaban con gracia. Con una expresión naturalmente endurecida, que solía relajarse solo en ciertas situaciones. De porte gallardo que llamaba la atención en cualquier lugar, que arrancaba suspiros a su paso.

El es arte. El lo miraba y extiende su brazo, ofreciéndole la mano. La tomo al instante, sintiendo rozar las propias callosidades de su pálida mano contra las de el. La aspereza de la mano de él proviene de años de trabajo duro ayudando a su padre en un bote, de años de trabajo duro sirviendo a Passione, de la nobleza en su corazón. Sus asperezas vienen de un duro entrenamiento policial, enterrado en su pasado, tras callosidades causadas por violentas peleas en bares de mala muerte.

Y comenzaron a caminar a la par, sin soltarse, por encima del camino costero de concreto, junto a los botes estacionados en la cosa.

Bruno Buccellati es arte. Lo piensa mientras caminan juntos en silencio, con el ruido de las olas azotando la costa, con la brisa marina revolviendo los cabellos de ambos, acariciando sus pieles junto a la luz artificial de los faroles.

Y se queda sin aliento cuando el lo arrastra a un rincón entre las construcciones desprovisto de luz. Para ponerse de puntillas y abrazarlo por el cuello tratando de compensar esos diez centímetros de altura que los separan y depositando un beso hambriento en sus labios sin importarle mancharse de lápiz labial. Asi que Leone aprovecha la generosidad del ángel de blanco y lo abraza con firmeza de la cintura, juntando sus cuerpos, sintiendo el calor expandiéndose desde sus labios hasta todo su cuerpo.

El nunca había sido religioso. En cierto punto de su vida estaba totalmente desprovisto de cualquier tipo de fe. Pero ahora tiene un ángel entre sus brazos y podría llorar porque no sabe a quien agradecerle. El no hizo nada bueno en su vida, pero aun así un ángel apareció para extender su mano hacia el, para hablarle, para reivindicarlo y sorprendentemente, otorgarle el amor que nunca sintió en su vida.

Cuando se separan por la falta de aire, el ángel de cabellos oscuros ríe sutilmente, acariciándole las mejillas, mirándolo con sus preciosos ojos azules con una adoración que lo hace estremecer. El sonríe, murmura su nombre como si se tratase de algo hermoso y se da la vuelta.

En medio de las engañosas luces nocturnas, no le importa tirar nuevamente de su mano y seguir caminando a pesar de tener los labios manchados de un tono violeta claro, difuminado. Mas bien parece orgulloso de ello, a tal punto que rodea con ambos brazos el brazo izquierdo de Leone y continua caminando así.

Se detiene nuevamente frente a la costa, mira hacia el horizonte y lleva la mano que antes había tomado a sus carnosos labios, para besar los nudillos. Leone solo tiene ojos para el en ese momento.

- Cuore mio... - resuena la varonil y suave voz, que tan solo con dos palabras lo hace temblar – Baciame, Baciame per favore – gime sutilmente, volteándose hacia el y ondulando sus espesas pestañas negras.

Bruno Buccellati es arte, con sus ojos brillando mas preciosamente que las estrellas que empiezan a aparecer y su sedoso cabello deslizándose con cada movimiento, pidiendo una muestra de afecto que sabe que no le será negada.

Sediento, Leone usa la mano que ha sido besada previamente para tomar la barbilla del pelinegro y alzar ese hermoso rostro. Se inclina y devora a Buccellati, ambos cierran los ojos y se dejan llevar por la calidez, por el hambre que siente el uno por el otro. Se aventuran a probar sus lenguas, frotándose, rozando sus pechos.

Se separan a buscar aire con un fino hilo de saliva uniendo sus labios. Bruno tiene las mejillas coloradas y Leone también, pero su maquillaje lo disfraza. Vuelven a besarse una, dos, tres... demasiadas veces, tantas que los labios del pelinegro ya lucen hinchados.

Buccellati vuelve a sonreír, lo toma de las mejillas y tira de él hasta que esta nuevamente a su altura para depositar un beso mas corto que los anteriores en los labios de Leone.

Ríe y sigue caminando, tirándole la mano otra vez. Por primera vez en mucho tiempo se comportan como el par de jóvenes alborotados que son. Cálidos, deseosos el uno por el otro. Ambos saben cuál es su destino. Les espera una cálida cama donde acariciaran sus pieles y unirán sus cuerpos hasta enloquecer. Llegan a la escalinata que conduce a su hogar y suben a toda prisa, Buccellati ríe suavemente, dejándolo encantado. Un zipper, obra de su stand, se abre en una de las paredes y el pelinegro lo toma de las manos y tira de el, para meterse ahí. Atraviesan el oscuro lugar dando un par de pasos rodeados de una especie de galaxia antes de aparecer en la habitación que comparten.

Bruno Buccellati es arte y ha nacido para ser amado. Es lo que piensa Leone cuando juntos se deslizan entre sabanas de seda, con la luz de la luna como testigo mientras aparta la tela del traje blanco de su ángel con desesperación, ansioso de unirse a el. Esta loco, excitado, sediento de el. Buccellati es perfecto, es hermoso, es pura sensualidad pero a la vez es pura ternura. Pura generosidad, fortaleza, comprensión, calidez y amor. Es arte, es una auténtica belleza tanto por fuera como por dentro. No existe corazón mas grande que el de Bruno Buccellati. No existe belleza que se compare a la de Bruno Buccellati.

Bruno Buccellati es arte y ha nacido para ser amado. Y Leone Abbachio ha nacido para amarlo con toda su alma. 



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¡Hola!
Estoy en el hermoso estado de la ebriedad jsjsjs

Aqui traigo algo... ¿poético? No se.
Posiblemente este fin de semana solo traiga un capitulo de Dolce Amore.

Nuevamente, los invito cordialmente a leer "Petali di fiori", mi otra historia BruAbba.
Y también, a los amantes de La Squadra di Ezecuzione los invito al fic que empece para La Squadra Week. Se titula "Assassino, La Squadra"

¿Que opinan de todo esto? 

¡Besos!


Dolce AmoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora