Rossetto

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No era como si tuviese que dar explicaciones respecto al por que usaba maquillaje. Había sido así durante mucho tiempo, tanto, que ya era una costumbre hacerlo a diario. Algo de lápiz labial y en ocasiones delineador, ni más ni menos, sobre su rostro de duras facciones. Incluso en algunas ocasiones se había animado a usar sombras en sus parpados.

El por qué? Porque podía, porque quería. Porque se le hinchaban los huevos. Porque si.

Además, no era inusual ver en las nuevas revistas de moda a modelos masculinos con maquillaje. En esas revistas que Buccellati ojeaba de vez en cuando... Y claro, el usaba lápiz labial incluso antes de conocerle. Su masculinidad no era nada frágil como pensar que el hermoso color violáceo que llevaba en los labios únicamente se vería bien en una mujer.

Y aunque él no lo notara, solía atraer miradas del sexo opuesto en las calles de Nápoles. Incluso en las extravagantes calles donde se ponían de pie las prostitutas escasamente vestidas frente a las puertas de los moteles, recibía sonrisas coquetas y saludos de las sexoservidoras, quienes intentaban captar su atención con más ahínco que con cualquier otro hombre que caminara por ahí.

Sentado en la sala aquella noche en la que estaban reunidos, observaba sin mucho interés la televisión. En realidad, quienes estaban entusiasmados mirando un absurdo programa eran Narancia y Mista, gritando incoherencias. Y Fugo no se quedaba atrás, los tres desde la comodidad de la alfombra estaban diciendo una sarta de tonterías. Al parecer veían una película ridícula de terror, de esas que terminan haciéndote reír por lo malas y absurdas que eran.

Simplemente estaban matando el tiempo en lo que llegaba Buccellati, quien después de recibir una orden a través de la laptop, había salido de casa.

De pronto, mientras el trio de niños reía escandalosamente, se abrió la puerta del recibidor. Se trataba del pelinegro, quien sostenía un bolso oscuro el cual dejo sobre la mesa del recibidor. Todos callaron para darle la bienvenida a Buccellati. El capo miro el reloj un momento. Aún era temprano.

- Ya cenaron? - pregunto posando su mirada en Abbacchio. Quien negó en respuesta. En realidad ninguno había tenido las intenciones de hacerlo, no hasta que llegase el capo.

- Tomare un baño. Alistense para ir al ristorante - sonrió sutilmente antes de dirigirse a su habitación. Sus subordinados celebraron y cada quien se dirigió a su recamara. Abbacchio no fue la excepción. Decidió tomar también un baño rápido.

Después de secarse los cabellos, lavarse los dientes y vestirse, bajo a la sala con la cosmetiquera negra donde guardaba su maquillaje, aquella bolsa de charol negro había sido un regalo de Buccellati, al notar que el peliplata llevaba los labiales y delineadores en sus bolsillos.

Narancia bajo las escaleras a prisa mientras se acomodaba su bandana naranja con una sonrisa luego de alistarse. Fugo se puso frente al espejo del recibidor a acomodarse la corbata y Mista marcaba desde su celular el número de Giorno.

Abbacchio acomodo el pequeño espejo en la mesita de la sala y abrio la cosmetiquera. Estaba delineando sus ojos cuando Buccellati apareció listo por las escaleras. Camino hasta posicionarse a su lado y lo miro terminarse de delinear los ojos.

El albino parpadeo un par de veces mirando el resultado en el espejo. Y Bruno metió su mano a la cosmetiquera para sacar un labial de ahí. Cuando Abbacchio se reincorporo y volteo a ver a Buccellati este ya le había quitado la tapa al lápiz labial y jugaba con el entre sus dedos.

Bruno tomo el mentón de Leone con su mano izquierda de manera suave e hizo que se agachara levemente y automáticamente el albino puso sus manos en la cintura del pelinegro. Acerco la punta del lápiz labial a los carnosos labios del albino y comenzó a deslizar la barra violeta por estos, lentamente y con cuidado.

Abbacchio permaneció con los labios entreabiertos y mirando al concentrado capo mientras realizaba aquella acción. Sus cálidos dedos se sentían bien sobre su mentón, y que mirara sus labios de aquella forma tan atenta le causaba cierto calor, provocando que apretara de forma suave la cintura de su capo.

- Listo, amore mio - murmuro Bruno con una sonrisa, retirando el lápiz labial para ponerle la tapa y guardarlo en su sitio. Abbacchio suspiro con una muy leve sonrisa y guardo su cosmetiquera para ponerse de pie extendiéndole su mano a Buccellati.

Salieron juntos de su hogar, con el resto del equipo a su alrededor. Mientras caminaban, Buccellati miro a Abbacchio luego de que este le pasara el brazo por la cintura mientras andaban juntos. En definitiva, aquellos ojos ámbar con un toque de lavanda delineados de negro y esos carnosos labios coloreados de violeta eran algo sumamente atractivo en ese rostro de duras facciones. Buccellati sonrió y paso también su brazo por la cintura de Abbacchio. Sin duda el albino no tenía nada que envidiarle a cualquier desabrido modelo.

Dolce AmoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora