Partido

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"Nos escondemos tanto" había reflexionado Buccellati, transmitiéndole sus palabras en aquella cena en Libeccio donde acordaron compartir por fin una habitación y ser abiertos en cuanto a su relación.

Era cierto que a esas alturas terminaban durmiendo juntos la mayoría de las veces, siendo Abbacchio la mayor parte del tiempo quien esperaba a que todos se durmieran para colarse en la habitación de Buccellati. De hecho, los días que dormían separados no encontraban un sueño tan reparador como el que tenían entre los brazos del otro. En especial el albino.

Durante los viajes a diversas misiones no fue gran problema, porque ellos siempre compartían una habitación, desde antes que Buccellati se convirtiera en capo. Y aunque podían encontrarse en recamaras con dos camas individuales las arrastraban para juntarlas y asi poder dormir juntos.

Asi que compartir una habitación resulto bastante bien para ambos, era algo que querían desde hace tiempo, no podían negarlo. Incluso Bruno sonreía cada que se dirigía al armario, deslizando la elegante puerta de madera para encontrar su ropa colgada junto a la de Leone. Por otro lado, el pelinegro no podia negar que habia cierto encanto domestico y amoroso al observar en el baño sus cepillos de dientes reposar en el mismo vaso. O incluso el costoso maquillaje de Abbacchio en su tocador, ordenado pulcramente junto a su peine y broches dorados.

El otro asunto, hablar de su relación abiertamente, tambien resulto para mejor. Ya no mantenían tanta distancia en casa ni se separaban al sentir cualquier mirada curiosa. Podían tomarse de las manos mas tiempo, estar mas cerca sin esperar a estar solos. Incluso Bruno empezó a besar a Leone constantemente en las mejillas sin importarle la presencia de los demás.

Sin embargo, Abbacchio jamas imagino que Buccellati terminaría convirtiéndose en un pulpo en poco tiempo. Un pegajoso pulpo que estaba encima de el en todo momento. Justo como esa noche.

Es viernes, 9pm. Abbacchio se sentó a ver un partido de futbol del equipo local, cerveza en mano. Los muchachos andaban por ahí, esparcidos entre el comedor y la sala.

La puerta de la oficina del pelinegro se abrió lentamente. Bruno insistió en ir a revisar un poco de papeleo después de cenar. Por supuesto, Leone y Pannacotta se ofrecieron al instante para ayudar, pero el joven capo declino cortésmente y los mando a descansar con la promesa de que no le tomaría mucho tiempo revisar un par de cosas por su cuenta. Así que Abbacchio se sentó a ver la televisión y Fugo se encontraba en el comedor leyendo un libro a pesar de la insistencia de Narancia por convencerlo de mirar la televisión. Pannacotta estaba enojado desde la semana pasada que aposto por el resultado de un partido con Mista, perdiendo una apuesta.

Buccellati bajo las escaleras lentamente, ganándose una mirada de reojo de los presentes. Abbacchio se volteo desde su lugar para mirarlo.

- Buen trabajo – dijo el albino, dejando su botella de cerveza reposando en la mesita frente al sofá.

- Uhm, mh... Gracias – murmuro Bruno, deslizándose hacia la sala, irónicamente con la gracia de un león rodeando a su presa. Sus brillantes ojos azules observaban a Leone, con un brillo travieso.

Y lo hizo, ataco a su presa. Otro león que había estado descansando hasta ese momento. Buccellati se sentó en el regazo de Abbacchio, colocando sus piernas a los costados del cuerpo del albino en una pose demasiado comprometedora y rodeando el cuello del mayor con ambos brazos antes de empezar a presionar ruidosos besos en la mandíbula de Abbacchio. Por supuesto, Leone lo recibió en su regazo con un abrazo. Entrecerró los ojos rodeando la estrecha cintura del capo con sus fuertes brazos, sintiéndose desarmado al recibir aquellos besos sobre su piel.

- Olvide que hoy jugaban contra Liverpool – dijo el pelinegro, sin dejar de repartir pequeños besos para su novio. La mano derecha se deslizo juguetonamente por la mejilla de Leone, acariciándolo dulcemente.

Dolce AmoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora